
Uruguayo, nacido en 1960. Es Secretario Ejecutivo del Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES). MSc en Ecología Social, Multiversidad Franciscana de América Latina (Montevideo) y Pontificia Facultad San Buenaventura de Roma.

Camiones cisterna abastasen de agua potable a hospitales y escuelas (OSE-Uruguay)
El área metropolitana de Montevideo, que incluye a la ciudad de Montevideo y otras ciudades cercanas, están afectadas por un serio problema de acceso al agua potable y agua dulce. Para ilustrarlo de forma práctica, en todas nuestras casas tenemos agua, pero a medida que han pasado las semanas, la provisión de agua se ha ido complementando, tomando aquella que es más salobre, la del Río de la Plata. Ha sido, por tanto, imposible mantener los estándares de potabilidad, el agua dulce.
Hay problemas adicionales por la potabilización del agua con productos derivados de los trihalometanos. Todo esto implica muchos problemas en la vida cotidiana, donde tiene que suplantarse el agua dulce comprándola embotellada, se debe administrar un sistema para proveerla en hospitales, escuelas… Para los estratos de más pobres de la sociedad se ha implementado un programa de asistencia de emergencia, con una contribución financiera que equivale a la compra de dos litros de agua por día, y se están sumando una serie de problemas en la cotidianidad, desde que los calentadores de agua en los hogares comienzan a fallar por los altos niveles de salinidad y sedimientos o las dificultades en el sector de la construcción porque el agua salada afecta a los materiales de hierro.
Se estima que aproximadamente el sesenta por ciento de las industrias del área metropolitana de Montevideo está con algún tipo de dificultad por el uso del agua salobre o no dulce.
¿Qué provocó esta crisis?
Hay algunos problemas, sumados unos dentro de otros. Es cierto que hay una sequía severa, que se agudizó sobre todo a finales del año pasado. Podemos citar, por ejemplo, que en octubre del 2022 el gobierno ya era consciente de la severidad de la sequía, y desde el Estado se administraron programas de asistencia a los sectores agrícola y ganadero. Esos paquetes de asistencia fueron efectivos y permitieron que buena parte de ese sector pudiera navegar en esta sequía sin mayores problemas. Pero no hicieron lo mismo prestándole atención al abastecimiento del agua potable del área metropolitana de Montevideo, confiando en que llovería. Ahora, por esas cosas de la vida ha llovido en todo el país, menos en la cuenca donde están los ríos que nutren los dos reservorios de donde Montevideo saca su agua potable. Están en la cuenca del río Santa Lucía, al norte de la ciudad. Ahí persiste la sequía y todo indica que va a persistir hasta nuestra primavera, estamos hablando de agosto y septiembre. El volumen de estos reservorios fueron bajando cada vez más.
Aquí tenemos un caso de corresponsabilidad política. De los anteriores gobiernos que no tomaron ciertas medidas que se consideraron necesarias —como por ejemplo tener un tercer represamiento para este tipo de emergencias en esa área— hasta el actual gobierno, de diferente orientación política, que podría describirse como que ha quedado desbordado por una incompetencia o incapacidad de asumir la crisis hídrica y poder reaccionar a tiempo.
La administración de Luis Lacalle Pou siempre está tomando medidas reactivas, por detrás de cómo avanza esta problemática. Por ejemplo, en esto de la asistencia financiera para comprar el agua embotellada, es una medida de apenas una semana atrás; han apelado a otras medidas casi desesperadas, como hacer un represamiento adicional en el río, o construir un tendido, un ducto para llevar agua de un río hacia el otro, medidas que totalizan unos 40 millones de dólares que son de muy dudosa efectividad y, además, cuando termine la sequía hay que abandonarlas y destruirlas. Por ahorrar unos dólares en los últimos meses, ahora se está gastando mucho más.
Por la sequía, Montevideo tiene cuenta regresiva de agua potable. Abajo la represa de paso severino Florida. Fotos: BAE Negocios
Esos recursos hídricos se han deteriorado, se han contaminado en varios casos, se ha permitido un caos hidrológico con todo tipo de obras, diques, represas, muchas de ellas de particulares sin una racionalidad ecológica y de ordenamiento territorial. Además hay un severo problema de contaminación de más larga data.
En el fondo persisten unos serios problemas por cómo se concibe y se entiende el agua. Montevideo está rodeado de agua. No solo la del Río de la Plata, que es salobre, sino también al norte tiene arroyos, ríos, humedales... Esos recursos hídricos se han deteriorado, se han contaminado en varios casos, se ha permitido un caos hidrológico con todo tipo de obras, diques, represas, muchas de ellas de particulares sin una racionalidad ecológica y de ordenamiento territorial. Además hay un severo problema de contaminación de más larga data, especialmente por la agricultura intensiva que se da en esas tierras. La situación es problemática y es una enfermedad crónica sobre la cual se asentó ahora esta crisis aguda de la sequía.
Esencialmente los tomadores de decisiones, los gestores públicos, los actores políticos partidarios siguen sin entender las cuestiones ambientales. Este caso de Montevideo es muy ilustrativo porque esas obras que no se hicieron, o haber permitido la contaminación o la intervención de esta cuenca, ocurrieron en gran medida en anteriores gobiernos de signo político de centro derecha, luego tres sucesivos gobiernos progresistas y ahora en un nuevo gobierno de centro derecha. Por lo tanto, es una ceguera ecológica que va más allá de las miradas político partidarias convencionales.
Un proceso distópico y acelerado
La crisis de Montevideo es distinta a la de varias ciudades en América Latina (Ciudad de México, Quito...). Estoy pensando también en La Paz, Bolivia o la severa crisis que padeció toda el área metropolitana de Sao Paulo años atrás; había problemas crónicos que se sostenían en el tiempo. Estos problemas crónicos, a su vez, estaban asociados en unos casos a escasez y en otros a calidad del agua. En el caso de Uruguay fue caer en la crisis rápidamente, a un ritmo vertiginoso en (pocos) meses. Aquí no se han implantado, por ejemplo, racionamientos. No nos dio ni siquiera el tiempo. Por lo tanto es como, digamos, una imagen distópica, un proceso distópico de cómo es el colapso acelerado de la provisión de agua potable de una ciudad y qué es lo que está pasando donde hay cambios que se viven, se sienten y se sufren semana a semana.
Lo que está ocurriendo en Montevideo es una mirada hacia futuros posibles, cuando este tipo de crisis sean graves y rápidas como pueden ocurrir en otras ciudades. Teniendo presente las experiencias sudamericanas hay dos distopías claras en los últimos años de cómo sería un futuro de crisis ecológica, económico y política. Esta del agua ahora en Montevideo, y la otra que debemos tener muy presente que fue la huelga de caminoneros al final de gobierno de Temer en Brasil. Porque el haber paralizado el transporte de camiones y de autos particulares, en pocos días colapsó la provisión de alimentos, colapsaron sectores completos como el de la carna avícola, severísimos problemas en el sector salud, que no tenía los insumos... En esos días también se vivía la distopía de una ciudad donde no hay transporte, sea porque no hay más petróleo o por protestas ciudadanas. Ahora, en el caso de Sao Paulo por la crisis del agua, o de todo Brasil por la huelga de los camioneros, lo sorpresivo de la idiosincracia latinoamericana es que a los pocos meses viene como una amnesia, persisten las mismas estrategias de antes y no se resuelven los problemas de fondo, ni el del transporte en Brasil ni el manejo de los recursos hídricos en la cuenca que abastece la ciudad de Sao Paulo. Entonces, mi temor es que en Uruguay pueda pasar lo mismo después de la primavera, cuando regresen las lluvias.
tengo una aprehensión de que no se le deben cargar toda la culpa al vecino, y que es responsabilidad de él, solo de él y esencialmente de él la gestión del agua. Porque también hay una responsabilidad de las empresas de servicios encargadas de ello.
Es cierto que hay un uso no responsable y dispendioso del agua, que se traduce de muchas maneras. Desde el uso descuidado en el regado, la limpieza, etcétera. Como también hay pérdidas crónicas en las redes de suministro de agua de las ciudades, así como en los hogares. Ahora, por otro lado tengo una aprehensión de que no se le deben cargar toda la culpa al vecino, y que es responsabilidad de él, solo de él y esencialmente de él la gestión del agua. Porque también hay una responsabilidad de las empresas de servicios encargadas de ello. En el caso de Montevideo es una empresa estatal que vien del siglo pasado, y se estima que entre el 30% y el 50% del agua en las cañerías de la red de esta empresa, se pierde. Entonces, hacer medidas de emergencia, por un lado, o por el otro pedir a la gente que no gaste el agua, debe necesariamente complementarse con una gestión de la empresa pública mucho más seria que la actual.
En esta problemática hay varios actores comprometidos. En el caso de las empresas privadas es claramente más difícil, porque la provisión del servicio privado es una fuente de ingresos y esas empresas o corporaciones buscan la rentabilidad. En el caso de aquellas ciudades donde esto es un servicio público también se repiten problemas de ineficiencia. Nada asegura el control estatal sobre la calidad del servicio y la calidad del agua. Ahí hay varias problemáticas asociadas. Sobre esto se insertan las claras competencias de los gobiernos en asegurar que las fuentes de agua que nutren los sistemas urbanos sean de calidad. Si toda el agua está contaminada, como ocurre en bastos sectores de Bolivia, o la problemática de Chile donde la normativa permite que el recurso sea privatizado y al serlo unos actores quitan el agua a otros, todo esto se vuelve muy difícil. Todavía estamos lejos de poder asegurar y garantizar una toma de conciencia.
Un empleado de una empresa estatal de saneamiento toma una muestra de agua de un pozo en Montevideo, Uruguay. Foto: Matilde Campodonico. AP.
Creo que la responsabilidad de los ciudadanos en este tema, es escoger, votar, seleccionar y denunciar a quienes, sea por el lado positivo promueven planes de gestión pensados con sensibilidad ecológica y social, y que asegure los ciclos del agua, o por el lado negativo, señalar a aquellos que permiten que se contamine y se destruya.
En la provisión y protección del agua, estamos mal en casi todos los países. Pienso en Ecuador, en plena crisis política, tras la Muerte cruzada, rumbo a elecciones anticipadas, aparencen en la urgencia otros temas, por ejemplo la seguridad. Y eso se repite en las demás naciones: siempre hay un tema más angustiante y demandante que este que, en varios casos, son problemas o dificultades a solucionar en el mediano plazo. Si observo, por ejemplo, lo que ocurre en Argentina, que también es un caos desde el punto de vista hídrico, ahí la insurgencia de los vecinos y vecinas está en la inflación, en la pobreza y salario. Y así sucesivamente. Entonces, las urgencias de los temas cotidianos logran que cuestiones que hacen la calidad de vida, como la del agua, siempre quedan relegadas. ¿Cuándo estallan? Como sucede en Montevideo, en esta crisis del agua dulce y el agua potable. Entonces, cuando la situación se vuelve crítica y uno carece del recurso, es que comienza a advertirse la importancia de asegurar la calidad del agua. Pero de nuevo, como advertía antes, el temor que tengo es que una vez que vuelvan las lluvias esto vuelva a caer en la agenda de las demandas de las urgencias a un segundo, tercero o cuarto lugar.
Creo que la responsabilidad de los ciudadanos en este tema, es escoger, votar, seleccionar, denunciar a quienes, sea por el lado positivo promueven planes de gestión pensados con sensibilidad ecológica y social, y que asegure los ciclos del agua, o por el lado negativo, señalar a aquellos que permiten que se contamine y se destruya. Ahí sí la demanda ciudadana es importante. No se pueden seguir haciendo evaluaciones de desempeño político partidario con las viejas categorías. Pero, así mismo, contribuir al estado de indiferencia, resignación de eso que se repite en tantas ciudades: "todos los políticos son iguales", para reflejar un hastío, indiferencia y desentendimiento con la vida política, al final es lo que permite que aquellos que no están capacitados ni interesados, que no contemplan el interés común, sean quienes gestionen el Estado y terminemos en estas crisis, como son las del agua.
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