Una vista del museo Mindalae en la capital, en la zona de La Mariscal. Foto: Facebook Museo Mindalae
Hace un par de décadas, en la ciudad de Quito (exactamente el año 2006, Año del Perro, según el horóscopo chino), se inauguró el museo etnohistórico de artesanías Mindalae. Un puñado de personas nos dimos a la tarea de imaginar un “tipo de museo” que sea referencial para los futuros emprendimientos, tomando como concepto central la producción artesanal del Ecuador, pero imaginando las distintas oportunidades que brinda el trabajo donde la cultura y el patrimonio son su razón de ser.
Juan Martínez, líder del grupo, tuvo la osadía de visitar cuanta colección de artesanías, de objetos arqueológicos y de réplicas aparecían en su búsqueda. Gracias a estas exploraciones —por cierto, nada canónicas— pudimos acercarnos un poco al gigantesco patrimonio cultural que posee el Ecuador, que se encuentra disperso en colecciones privadas, en reservas de museos y en varias de las exhibiciones permanentes.
La construcción del museo tuvo sus momentos ceremoniales, incluso un par de rituales iniciáticos andinos y su inauguración fue motivo de orgullo para la ciudad y las autoridades de la época.
Con gran entusiasmo, nada decreciente a pesar de los problemas que atormentaron al país por aquellos años, se llevaron a cabo una lista memorable de eventos, marcados por la idea de edificar un museo-tipo que pudiera mostrar a los funcionarios gubernamentales, a los estudiantes, a los investigadores de la cultura, a las comunidades -sobre todo a las comunidades-, una experiencia de gestión del patrimonio cultural artesanal del Ecuador.
En 5 pisos, se diseñó cuidadosamente un recorrido auto-guiado, pero también había la opción de solicitar guías especializados para aquellos grupos o personas que así lo solicitaren. De todo el repertorio, recuerdo vivamente el piso 5, que iniciaba el recorrido con una muestra de los actos sagrados y los universos místicos de la Amazonía, los Andes y la Costa.
Un detalle las áreas de exposición del museo sobre los pueblos y culturas ancestrales y perennes. Foto: Facebook Museo Mindalae
Hubo un personaje, el Ucuyaya, una figurilla elaborada con el spondylus y que, según el cronista Felipe Guamán Poma de Ayala, representa aquel período fronterizo entre la milenaria costumbre comunitaria de pasear a los muertos cada año en noviembre, y la posterior tradición de las güagüas de pan, que de facto muestran lo mismo: aquel obstinado ritual de la humanidad con sus muertos, para tenerlos cerca y para conjurar “el olvido que seremos”, como sentencia Héctor Abad Faciolince con la novela del mismo nombre.
El spondylus, tal como anota la Universidad Andina Simón Bolívar, “por sus singulares características, se convirtió en material excelso para la elaboración de ornamentos de prestigio y distinción de la élites, y por su connotación sagrada, en ofrenda, que le permitió ser objeto de intercambio y llegar a costas, montañas y valles; ser adorada en templos por chamanes; descansar junto a los guerreros en sus tumbas; adornar a los señores principales en los actos ceremoniales; decorar y vestir a los miembros de sus estirpes en el paso al más allá”.
Así se inauguró el Museo Mindalae así, con una alta dosis de esperanza, alcanzando una posición respetable en el mundo cultural y patrimonial del Ecuador y formando parte de los circuitos de turismo de la ciudad de Quito. La obra contó con 1600m2 de construcción, cinco pisos de exposición museográfica, escenarios para actividades múltiples y permanentes de danza, música y gastronomía, un auditorio, una tienda de artesanías con identidad regida por los estándares del comercio justo y un centro de información cultural.
Juan Martínez examina una pieza de diseño milenario en su sala de trabajo del museo. Foto: X de Juan Martínez
Pero Juan Martínez no dio por concluido el trabajo, se propuso continuar con la idea original, multiplicando la experiencia en lugares insospechados. Así, me invitó a impulsar nuevos proyectos y emprendimos en la tarea de crear el Museo Huaorani en la ciudad del Puyo, trabajamos una exposición arqueológica permanente en la Tolita Pampa de Oro, emprendimos en estudios especializados de la producción artesanal de varios pueblos indígenas, últimamente contribuimos con los estudios técnicos para la instalación del Museo Americano de Artesanías en la ciudad de Ibarra, pensado como un centro cultural que abarque a todo el continente americano, convirtiéndose en uno de los más importantes desafíos que se hayan propuesto desde la dimensión cantonal.
La construcción del museo tuvo sus momentos ceremoniales, incluso un par de rituales iniciáticos andinos y su inauguración fue motivo de orgullo para la ciudad y las autoridades de la época. Foto: Facebook Museo Mindalae
En poco menos de 20 años, Juan creó un sinnúmero de proyectos culturales y no importaron ni la crítica situación del país, el desinterés de los gobiernos o la pandemia ocasionada por el Covid-19. En medio de aquellas duras condiciones, impulsó el proyecto para instalar un nuevo Museo Mindalae en una de las casas patrimoniales de Otavalo, cerca del Municipio. La experiencia se pudo realizar gracias al apoyo del alcalde de entonces, Mario Conejo, quien entendió la profundidad de la propuesta a cabalidad. Lamentablemente, la autoridad municipal actual no dio continuidad al proyecto y este legado se perdió.
La colección artesanal adquirida en todos estos años, no podía embodegarse sin más y la alcaldesa de Ambato, Diana Caiza, así como la prefecta de Cotopaxi, Lourdes Tibán, se han interesado en este tipo de proyectos y asumieron en este año el compromiso de incorporar el patrimonio cultural en la esencia de su gestión.
En Ambato, hace un par de semanas la alcaldesa Diana Caiza inauguró la exposición Saberes, mitos y símbolos de las culturas ancestrales, en el Centro Cultural Pachano Lalama, un acontecimiento que tiene su importancia en una sociedad como la de Tungurahua, que reclama una mayor visibilidad de la dimensión cultural indígena, más allá del “lugar común” de los tres Juanes.
Por su parte, la prefecta de Cotopaxi lidera el compromiso de las autoridades locales y las organizaciones indígenas, para la construcción del Museo de las Culturas en Salcedo, que bien podría transformarse en un punto referencial de la reconstitución del movimiento indígena de la sierra central, con nuevos componentes provenientes de la identidad y la cultura.
En Ambato, hace un par de semanas la alcaldesa Diana Caiza inauguró la exposición "Saberes, mitos y símbolos de las culturas ancestrales", en el Centro Cultural Pachano Lalama, un acontecimiento que tiene su importancia en una sociedad como la de Tungurahua, que reclama una mayor visibilidad de la dimensión cultural indígena, más allá del “lugar común” de los tres Juanes.
Por qué es importante un museo local
Generalmente se asume que un museo es un puntal para el fomento del turismo y, por lo tanto, para el disfrute de los visitantes. Nosotros partimos de un convencimiento distinto: un museo es antes que nada un espacio vital para sus propios habitantes, para la vindicación de su memoria histórica, para la restitución de su pasado en condiciones de dignidad y para un adecuado sentido de futuro.
Esta convicción permitió mirar con claridad el rol de un museo local como aquel espacio de articulación de un proyecto de territorio, de un proyecto de ciudad, de un proyecto de comunidad. El patrimonio cultural se fermenta en la vida diaria de la población, en sus usos y costumbres, en las técnicas, en la sabiduría en suma, por eso un museo no es sino la representación viva de la cultura de una comunidad, para sí misma, y solo entonces, para los visitantes. Ese es el sello característico de un museo local y solo así tendrá vigencia y se mantendrá en el tiempo.
También el museo es un espacio de articulación de las políticas culturales locales, nacionales e internacionales, de allí su inagotable fuente de inspiración para proyectos de mayor envergadura, que aporten a su desarrollo con una visión integradora.
Los proyectos culturales de estas características tienen los nutrientes permanentes para brindar soporte y continuidad a las acciones emprendidas, sobre todo si están lideradas por mujeres, como ocurre en los casos anotados en la alcaldía de Ambato y la prefectura de Cotopaxi, preservando la cultura y la identidad de la comunidad, de la micro-región y del país; porque tal como el escritor español Jorge Carrión anota sobre las librerías, estos lugares de encuentro se pueden transformar en mitos culturales, en centros de tertulia o en atalayas de resistencia política, para cambiar el mundo.
[RELA CIONA DAS]
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