

Los vecinos y las familias se cuidan mutuamente. Afirman que los asaltos se han incrementado. Dicen que por un celular una persona puede ser asesinada. Fotos: Luis Argüello. PlanV
“¿Tienen algún conocido allá?”, pregunta el taxista antes de aceptar ir a Nueva Prosperina, un sector marginal ubicado en el norte de Guayaquil. El taxista sabe que llegar a esta zona sin el acompañamiento o ayuda de un habitante puede ser una mala idea. A su central, el taxista avisa de dónde sale y hacia dónde se dirige. En Guayaquil, los taxistas toman precauciones ante el aumento de la inseguridad y la violencia. Alertar a sus compañeros sobre su ruta es una estrategia. Otra es usar cámaras que transmiten en vivo lo que sucede en el interior de su vehículo para que un familiar los pueda monitorear desde su casa. El taxista que llevó a un equipo de PlanV hasta Nueva Prosperina también tomó sus medidas. Prefirió estacionarse en una vía principal antes que ingresar a un callejón. Aprovechó la presencia de una retroexcavadora que arreglaba un puente y tenía personal de seguridad.
Nueva Prosperina se ha convertido en la segunda zona más insegura de Guayaquil. En 2021, las muertes violentas se incrementaron en un 200% en relación al 2020. Allí, cada cuatro días, una persona es asesinada. Por eso, caminar solo por las calles polvorientas y con trampas de lodo de este sector representa un riesgo. Aunque son las 11:00, hay pocos transeúntes que rápidamente ingresan a sus casas o a alguna tienda. Es como si el día no representara ninguna seguridad.
Nueva Prosperina nació como una invasión y ha sufrido múltiples desalojos y reubicaciones. A este sector llegaron las personas que fueron retiradas a la fuerza de la ribera del Estero Salado. Durante el gobierno de Rafael Correa se intervino este lugar para crear un malecón bajo el proyecto Guayaquil Ecológico en 2015. El objetivo era evitar que continúe la contaminación de ese estero con el avance de los asentamientos irregulares. Las personas usaban materiales pétreos para construir sobre ellos humildes casas. Entonces, miles de familias fueron reubicadas en los complejos habitacionales de Socio Vivienda en Nueva Prosperina.
Nueva Prosperina se ha convertido en la segunda zona más insegura de Guayaquil. En 2021, las muertes violentas se incrementaron en un 200% en relación al 2020.
Nueva Prosperina está ubicada en el norte de Guayaquil y nació como un asentamiento irregular. Aquí fueron reubicadas miles de familias en el proyecto Socio Vivienda. Pero la pobreza y la falta de empleo no fueron resueltas.
Pero esa reubicación solo trasladó el problema de extrema pobreza de un lugar a otro. Es un sector que en su gran mayoría no tienen acceso a servicios básicos y el desempleo, sobre todo de los jóvenes, es evidente. En este contexto, creció un problema: el aumento del consumo de drogas y al mismo tiempo el microtráfico. Según la Policía, esas características la hacen diferente de otros sectores violentos de Guayaquil que están en la zona de influencia del Puerto Marítimo y es territorio de disputa de los grupos de narcotraficantes.
En Nueva Prosperina los niños crecen cerca de la violencia y el consumo de drogas. En este sector, se estima que de cada 10 jóvenes, siete consumen alguna droga en especial la H.
Uno de los servicios básicos que faltan en este sector es el alcantarillado. Las enfermedades proliferan.
En Nueva Prosperina, las necesidades son evidentes. Hay pocos transeúntes en las calles y algunos habitantes han puesto rejas fuera de sus casas para estar más seguros.
En Nueva Prosperina, proyectos de ayuda a jóvenes con problemas de adicción, estiman que de cada 10 jóvenes, siete consumen droga en especial la H. En un barrio de 14 familias, tres pueden dedicarse a su expendio.
Desde una casa esquinera, de este sector, una niña observa la calle vacía. Salomé* está tras la reja de metal que han instalado en su casa de caña. Un pequeño corredor separa la puerta principal de la casa de la calle, donde se sienta Salomé. La niña es quien tiene las llaves para abrir la reja y dejar pasar a sus familiares.
Clara*, su abuela, la cuida en las mañanas. Es vendedora ambulante, pero aquel día no salió a trabajar. Ella es una migrante más que dejó su natal Manabí para asentarse en estas tierras. Ella como muchas familias de Nueva Prosperina sabe el drama que significa tener un hijo adicto. En su sala tiene las fotos de Kevin* cuando terminó el servicio militar. “Allí se lo ve hasta gordito”, dice la señora.
Esa mañana, Kevin había salido con un amigo a buscar trabajo. Fue necesario esperarlo por un largo rato, pues el joven de 28 años no tiene celular. Cuando llegó no tenía buenas noticias. Ni él ni su amigo habían conseguido un empleo. Ambos son adictos, sin una profesión o una experiencia laboral. Para Kevin, su única opción es la calle:
Vivo aquí 25 años. Llegué a los tres años. Yo sé que toda la vida ha habido delincuencia, pero hoy en día no hay compasión, no hay respeto por la vida. Hoy en día primero te disparan y si quedas vivo te pregunta.
Es peligroso vivir aquí. No tememos a las personas de aquí, sino a los que vienen de otro lado a hacer daño acá. Uno que tiene muchos años y que me conocen bastante aquí, pero ya no confían en uno. Pero le doy la razón a la gente porque ya no se puede confiar en nadie.
En el barrio no hay bandas. Pero sí existe en ese lugar que llaman ‘las favelas’ donde se construyeron casas para las personas salieron de las orillas del Estero Salado. Pero me abstengo de hablar sobre eso porque es muy peligroso, pero sí existe.
Soy de las personas que salgo por aquí mismo en el barrio. Voy con mi ropa sencilla, sin nada de valor. Roban más los teléfonos, pero por esas cosas a veces te matan y ese es el temor que tenemos.
Hoy en día me siento inseguro, pero no a ir porque aquí tengo a mi familia. Tengo mis vecinos que son conocidos. Yo soy de las personas que conoce la calle, pero nunca he sido de las que roba o hace daño. El hecho de que tú conozcas la calle no quiere decir que eres malo. Porque a veces por cuestión de la vida, hay que conocer a todos aquí para sobrevivir.
(Kevin explica que muchos amigos consumidores) El problema principal es la familia. En mi caso personal a veces no tenemos ayuda de la propia familia. La crítica lleva a desahogarte lo que ya para ti es un gusto, que es la droga.
En el barrio no hay bandas. Pero sí existe en ese lugar que llaman ‘las favelas’ donde se construyeron casas para las personas salieron de las orillas del Estero Salado.
Yo no consumo ‘H’, pero es lo que más se consume. Eso es lo que hoy en día está muy alborotado. He visto amigos y conocidos que duran a lo mucho tres años y ya no están hoy en día. Yo tengo en mi situación de droga 17 años.
Yo digo que tienen problemas en su familia y se refugian en lo que tenemos a nuestro alrededor, porque esto está en cada en cada esquina y siempre no falta uno que te dice: ‘oye, esto te cura’.
Hoy en día no tengo oportunidades. Nosotros para distraernos, para cambiar nuestro pensamiento necesitamos ocupaciones. Pero la gente no confía en nosotros
Los jóvenes ingresan a las bandas por la falta de oportunidades y los problemas familiares. Se refugian en esos grupos a los que llaman ‘familias’. Porque en ellos encuentran lo que no encuentran en su hogar, alguien que los escuche. No solo es dinero o droga. Sino falta de comprensión. Son muy pocas las personas que nos escuchan, así hablemos bobadas, pero después de esas bobadas, nos sentimos mejor, o sea, nos sentimos aliviados.
ENTREVISTA
‘La violencia es consecuencia de la agudización de la desigualdad’
Gaitán Villavicencio, sociólogo.
¿Cuál es la lectura que usted hace sobre el incremento de la violencia?
Es importante resaltar que en toda sociedad hay un fondo de violencia. Estas no son ciudades de ángeles y ni son paraísos. Estos fondos, de acuerdo a ciertas circunstancias, van reputando o van descendiendo. Entonces nuestras violencias, tanto urbanas como rurales, son estructurales y sistémicas, pero que se agudizan cuando convergen una serie de circunstancias.
¿Cuáles son esas circunstancias?
La primera es un desbordamiento que se va dando paulatinamente desde 2015 cuando cae en picada el precio del petróleo y se inicia la gran crisis económica ecuatoriana. Luego hay un segundo momento: los acuerdos de paz de Colombia del 2016. Es importante porque los gobiernos (de Rafael Correa y Lenín Moreno) no le dieron la suficiente atención. Esto produjo un problema, que a mi criterio fue muy grave: no se preparó a las Fuerzas Armadas para esta nueva situación. El tercer elemento que quiero citar es el acuerdo hecho por Correa con el FMI y retomado y profundizado por Moreno. Con una nueva carta de intención se produjo una cosa que es realmente devastador y estamos viviendo en este momento su efecto: la desaparición del Ministerio de Justicia. El cuarto elemento es la pandemia.
¿Cómo afectó eso a Guayaquil en particular?
Primero hay un problema gravísimo de desempleo y subempleo, particularmente en los jóvenes. Hemos pasado de dos pandillas juveniles que eran los Ñetas y los Latin Kings a 14 o 15 pandillas. Es consecuencia de la agudización de la desigualdad. Entonces, ¿qué es lo que vamos a tener? Por un lado, una consolidación del narco porque esa era la única alternativa que les daban. Y por otro, conocimos otro problema que existía y que siempre existió: el del consumo. Aquí se genera toda una serie de manifestaciones delincuenciales. Esto se agudizó con otro tipo de violencia como consecuencia de la pandemia, como el maltrato familiar.
Primero hay un problema gravísimo de desempleo y subempleo, particularmente en los jóvenes. Hemos pasado de dos pandillas juveniles que eran los Ñetas y los Latin Kings a 14 o 15 pandillas. Es consecuencia de la agudización de la desigualdad.
Esto nos lleva al incremento de las muertes violentas en las calles.
Las muertes violentas no son una novedad. El problema es la cantidad y la forma que están asumiendo en la actualidad. Tenemos el antecedente de los ‘destajeros’. No olvidemos, por ejemplo, que Carlos Julio Arosemena tuvo que mandar durante su administración al Batallón Febres Cordero para pacificar Manabí, en 1961. Entonces lo que quiero señalar es que esto ha existido, pero el problema viene por la colombianización.
¿Qué significa?
Es una colombianización muy peculiar inclusive en el sicariato. Siempre hemos sido una pieza fundamental en la economía del narco de la región. Entonces cuando el Ecuador hace eso su paso de una simple vía de tránsito a una superautopista como la que existe en la actualidad se necesitaban gente (bandas) para que maneje todo lo referente a la seguridad. Aquí tenemos presencia de alrededor de 17 grandes mafias o cárteles globales. No solamente son los mexicanos. Tenemos a chinos, rusos, albaneses, africanos. Tenemos a todas las tres grandes mafias que están en Italia más la mafia norteamericana. En la actualidad tenemos una gran sobreproducción (de droga). Vamos a llegar casi a 200 toneladas capturadas. La producción colombiana más o menos está alrededor de 1.500 toneladas. Entonces esto obligó a todo este aparataje necesario para la seguridad.
¿Así empieza el auge del sicariato?
Hay una cosa que me tiene realmente conmocionado. Casi el 70% (de los asesinatos) se cometen en las áreas suburbanas. La Policía Nacional solamente da tres argumentos: enfrentamiento entre bandas, tiene antecedentes penales y está vinculado al narcotráfico. Pero un grupo de gente que estamos trabajando al respecto, nos planteamos si eso será verdad. Nosotros sospechamos que hay un escuadrón de la muerte. El propio Expreso ya sacó sobre un grupo llamado Los Vengadores. Y sobre eso la Policía ni el Gobierno han dicho nada.
Entonces es eso lo que a mi criterio genera esta proliferación de crímenes agravados.
*Nombres ficticios para mantener la seguridad de los entrevistados.
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