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Geovanny, Julia, Diego y Xavier tienen en común que no se quedaron en casa mientras la COVID-19 golpea a millones de personas en el mundo. Salieron porque de ella y ellos dependía tu seguridad y la mía: la nuestra. Se expusieron porque su trabajo es indispensable para evitar la agonía total, el colapso.
Un conductor profesional, una comerciante, un profesor y un médico nos cuentan cómo se combate al enemigo invisible. La pandemia expuso la importancia de las actividades de quienes trabajan desde la sombra. A partir de la expansión del nuevo coronavirus y de la obligatoriedad a estar confinados, descubrimos lo determinante de ciertas tareas que, en otro contexto, pasaban desapercibidas. La consigna era clara: quédate en casa. Afuera solo debía estar el personal de las áreas que las autoridades consideraron básicas.
En América, Ecuador es uno de los países que sintió con más fuerza el envión de la pandemia. Enfermos, muertos y desempleados que se cuentan por miles. A mediados de marzo un estado de excepción que puso la normalidad en pausa entró en vigencia.
En el país, por lo menos 1600 trabajadores del sistema sanitario dieron positivo para COVID-19. La mayoría de contagios apareció en doctoras y doctores, seguidos de enfermeras y enfermeros, y auxiliares de enfermería. Al menos 80 han muerto. Hay que entender que los datos existentes son un subregistro, pues no hay una cifra precisa del número de infectados ni de sus víctimas mortales. Muchos no presentaron síntomas, no se hicieron la prueba o murieron sin conocer el diagnóstico.
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