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28 de Diciembre del 2014
Historias
Lectura: 20 minutos
28 de Diciembre del 2014
Juan Jacobo Velasco
¿Por qué 2015 será un año difícil para la economía?

La pregunta del millón es saber cuánta capacidad tenemos para sostener una doble mancuerna negativa (menor precio del petróleo y dólar apreciado) y cómo esto puede afectar a la dolarización.

 

Literalmente, la tortilla del comercio exterior se puede dar una vuelta entera. La economía nacional durante el periodo 2007-2013 no solo vivió extraordinarios precios del petróleo. También se caracterizó por un dólar depreciado mundialmente. Con excepción de la crisis financiera de 2008-2009, la divisa estuvo a la baja y permitió buenos escenarios de competitividad para nuestras exportaciones. Pero ahora ocurre lo contrario.

Dicen que los tsunamis son muy complicados de predecir porque son una combinación de fenómenos naturales. Empiezan como un terremoto, luego las cosas se atemperan, el mar se retrae y la gente se apacigua, hasta que a lo lejos viene una súper ola que arrasa con todo lo que se ponga al paso. Fue exactamente lo que sucedió hace una década en la tragedia que afectó 14 países en el Océano Indico y en la que murieron o desaparecieron 220 mil personas. Los tsunamis son un fenómeno multiforme de difícil rastreo porque son varias cosas a la vez. En ese sentido, la reacción, al momento en que ocurre, es generalmente desfasada.

La abrupta caída del precio del crudo provocó que en pocos meses Rusia experimentara una depreciación brutal del rublo y la salida en estampida de los capitales externos, en el inicio de la que será una recesión profunda.

El año 2015 pinta difícil para los países exportadores de petróleo como el Ecuador. Ya vimos que la abrupta caída del precio del crudo provocó que en pocos meses Rusia experimentara una depreciación brutal del rublo y la salida en estampida de los capitales externos, en el inicio de la que será una recesión profunda. Y se sabe que parte del reciente cambio de la política exterior cubana estaría relacionada con el pronóstico reservado que Venezuela tendría. Al Ecuador sin duda lo está afectando y lo podría lastimar más, sobre todo si la caída del precio del barril se acentúa. A eso se suma un problema adicional: el dólar se ha apreciado frente al resto de monedas durante todo 2014 y posiblemente siga así en 2015, generando todavía más presión para la balanza comercial, la cuenta corriente y el déficit fiscal. Nadie tiene idea cuánto durarán estos fenómenos, cuán profundos serán los déficits y cuánta plata necesitaremos para financiarlos. Las incertidumbres son tantas y tan complejas, como cuando uno se enfrenta a un tsunami.

Un petróleo más oscuro

La llegada de un nuevo ciclo de precios del petróleo inaugura un escenario distinto para todos los países productores del crudo. Su origen tiene que ver con un cúmulo de variables vinculadas con las respuestas propias a un ciclo de precios altos, como ocurre en cualquier mercado.

Primero que nada, los precios extraordinarios generan aumento de oferta e incentivos para todo tipo de proyectos e innovaciones tecnológicas en los procesos de extracción. No solo se busca petróleo de formas novedosas, también se vuelven valiosos proyectos que antes no eran rentables. O incluso aquellos proyectos que supuestamente tienen una valoración social notable (lo que evita su explotación) como es el caso de muchos santuarios naturales. De pronto pierden su gracia biológica, cultural y simbólica debido a que albergan un valor económico creciente, despertando la “necesidad” de usufructuar de esa riqueza, como lo descubrimos este año de manera atónita y horrible con el Yasuní. En todo caso, la OPEP quiere sacar a los innovadores. Una forma de hacerlo es bajando los precios (limitando la producción) para que los nuevos proyectos dejen de ser rentables.

Lo segundo tiene que ver con la demanda. China e India se están desacelerando, lo mismo que una Europa que ahora entra a sus niveles normales de crecimiento económico luego del rebote –tras la crisis de 2008- expansivo que vivió entre 2012 y 2013. El caso chino tiene que ver con el inicio de sus políticas de ajuste.

En el último Congreso del Partido Comunista se decidió el impulso de políticas redistributivas que permitan compensar los desequilibrios sociales que se están generando entre diferentes zonas del país tras años de crecimiento económico rampante. La aplicación de esas medidas presupone un proceso de reacomodo –y menor crecimiento económico- en el corto plazo en aras de un mejor crecimiento en el mediano y largo plazos.

El surgimiento del Estado Islámico dejó en claro que no es descabellado imaginar que se pueda implantar un califato extremo en vastos territorios –y yacimientos petrolíferos- de la zona, dejando una gran interrogante sobre el futuro de las fuentes de abastecimiento.

Un tercer elemento es geopolítico. Las reminiscencias de la Guerra Fría que se visibilizaron este año con fuerza en territorio ucraniano, mostraron el tremendo poder que el petróleo y el gas le dan a Rusia sobre Europa. Esto tuvo un correlato con el hervidero inmanejable en que se convirtió Oriente Medio. El surgimiento del Estado Islámico dejó en claro que no es descabellado imaginar que se pueda implantar un califato extremo en vastos territorios –y yacimientos petrolíferos- de la zona, dejando una gran interrogante sobre el futuro de las fuentes de abastecimiento. Pensar que exista una estrategia -o un cúmulo de ellas- que busque asegurar un recurso estratégico “producido en casa”, el incremento de alternativas energéticas, ahorrar consumo y, de taquito, desactivar dos elementos potencialmente desestabilizadores –por el poder que tienen o puedan llegar a tener- suena bastante cuerdo. Y, por lo visto, efectivo. Hasta Cuba se dio cuenta de ello.

¿Cuánto y por cuánto tiempo?

El hecho es que todo pareciera indicar que empezamos un periodo de menores precios del crudo. Cuánto más bajos y por cuánto tiempo son las preguntas cruciales que los productores enfrentamos.

Las respuestas darán luces sobre lo que dejarán de tener como ingreso países como Ecuador y sobre cuánto deben ajustar su gasto, además de los nuevos niveles de presupuesto estatal y de endeudamiento. Todo eso está vinculado también con la capacidad para acceder a fuentes de financiamiento, al funcionamiento estructural de los países y al nivel de dependencia –dentro de la gama de sus productos de exportación- que las economías tienen del crudo.

El nuevo precio marcará qué tanto dejamos de percibir como ingreso. Desde los 100 dólares, si el precio del barril se estabiliza en 60, 50, 40 o en el nivel que sea (sin considerar los descuentos que tiene el crudo pesado que exporta el país), ello significa que por concepto de hidrocarburos, la merma de ingresos petroleros sería de por lo menos 40% o más en todo 2015. El dato deja de ser tan dramático cuando pensamos que ahorraríamos ese porcentaje por lo que debemos pagar por los crudos livianos que importamos. No obstante, como exportamos más crudo del que importamos, la caída afectará al excedente entre venta y compra de petróleo (EVCP).

El problema es imaginar qué tan transitoria será la caída del ingreso. Es lo que los economistas vinculamos con la teoría del ingreso permanente y que a nivel de los países se relaciona con los ajustes de la cuenta corriente y del presupuesto fiscal. Si se piensa que es una baja permanente, uno debiera ajustar gasto de forma permanente, exactamente en el mismo nivel. Pero si se percibe que este es un proceso coyuntural y que en poco tiempo regresaremos a un periodo de precios altos, existe ajuste de consumo, pero menor a la caída del ingreso del EVCP. La brecha se cerraría con más deuda.

Aunque suena sencillo, es mucho más complejo en la realidad. En especial cuando se inicia una etapa marcada por la incertidumbre. Lo más probable es que se observe un precio del petróleo fluctuante pero menor. El Gobierno ya tenía un déficit fiscal por cerrar, solo que ahora se agrandó, sin que nadie sepa cuánto más.

Lo único seguro es que la economía ecuatoriana entrará en un periodo de fuerte desaceleración económica o en el inicio de una recesión.

Lo mismo ocurrirá en nuestro sector externo. El país deja de recibir ingresos por el mismo volumen de barriles del EVCP. Debería dejar de importar o dejar de gastar (el Gobierno o los privados), a menos de que se generen créditos si es que se percibe esta baja de precios como transitoria. Pero nadie -mercados, productores, consumidores- sabe con certeza qué va a pasar con el precio del petróleo en el corto, mediano o largo plazos. Lo único seguro es que la economía ecuatoriana entrará en un periodo de fuerte desaceleración económica o en el inicio de una recesión (por efectos de los menores ingresos y un ajuste obligado del gasto), que habrá que endeudarse más allá de lo que originalmente se pensaba, que muchos proyectos públicos se van a tener que re-evaluar y ajustar, y que alguien tendrá que facilitarnos fondos.

El factor dólar

La historia hasta acá podría parecer un tema de sumas y restas complejas y de incertidumbre que obligue a establecer escenarios y, si se quiere, a rezar. Pero es incluso más difícil. No es solo la baja del precio del petróleo. Además, como consecuencia de la misma incertidumbre y de la mejor performance de la economía norteamericana frente al resto del mundo, el precio del dólar se disparó. “Nuestra” moneda es al menos 20% más cara que hace un año (dependiendo de la moneda de comparación). Eso significa que, para el Ecuador, comprar afuera es un 20% más barato y vender un 20% más caro. El resultado es simple. No solo vamos a percibir menos divisas por la caída del precio del petróleo. Nuestro saldo neto de comercio exterior se va a ver afectado fuertemente porque nuestras exportaciones se encarecen y nuestras importaciones se abaratan.

Literalmente, la tortilla del comercio exterior se puede dar una vuelta entera. La economía nacional durante el periodo 2007-2013 no solo vivió extraordinarios precios del petróleo. También se caracterizó por un dólar depreciado mundialmente. Con excepción de la crisis financiera de 2008-2009, la divisa estuvo a la baja y permitió buenos escenarios de competitividad para nuestras exportaciones. Pero ahora ocurre lo contrario. El aumento global del precio del dólar afecta nuestro comercio exterior e incrementa el déficit de cuenta corriente. Si bien no se sabe en qué nivel finalmente se estabilizará la divisa a futuro, al menos se estima que en 2015 la apreciación del dólar agravará el forado que abre la situación de precios del crudo a la baja.

La reciente subida de aranceles a Perú y Colombia, más que una política proteccionista extrema, puede ser vista como una señal de que en el Gobierno se están dando cuenta que el escenario del comercio exterior se avizora oscuro, con riesgo de tormenta.

¿Dije que puede ser más difícil? Los ecuatorianos nos habíamos acostumbrado a dos cosas: a una cierta estabilidad económica (tras la crisis de 1999 no ha habido un periodo prolongado y significativo de recesión) y a olvidarnos del dólar. Estos dos aspectos estaban muy ligados.

Con la dolarización no volvimos a usar el termómetro pero eso no significa que dejemos de tener fiebre o de enfermarnos. Ahora el ajuste se aprecia directamente sobre el saldo del comercio exterior, sobre la cuenta corriente y sobre la cantidad de dólares que hay en la economía.

Cualquiera fuera la crisis (por endeudamiento, por ruptura del oleoducto, por un conflicto con el Perú o por quiebras bancarias), la enfermedad rápidamente era registrada por ese termómetro que era el tipo de cambio sucre/dólar. Con la dolarización no volvimos a usar el termómetro pero eso no significa que dejemos de tener fiebre o de enfermarnos. Ahora el ajuste se aprecia directamente sobre el saldo del comercio exterior, sobre la cuenta corriente y sobre la cantidad de dólares que hay en la economía.

Un dólar apreciado, en conjunto con un menor precio del barril de crudo, implica una situación de déficit externo y fiscal y la necesidad de endeudarse. ¿Qué pasa si el precio se mantiene muy bajo y el dólar apreciado por mucho tiempo? ¿Hasta qué niveles podemos endeudarnos? No lo sabemos. Vivimos el reverso –crudo alto y dólar depreciado- durante casi una década. El problema es que un escenario opuesto implicaría un necesario ajuste de gasto e inversión, incremento de deuda, endurecimiento de las condiciones de endeudamiento y una pregunta que imagino nadie quiere hacerse.

¿Qué efecto tiene en la dolarización?

La pregunta del millón es saber cuánta capacidad tenemos para sostener una doble mancuerna negativa (menor precio del petróleo y dólar apreciado) y cómo esto puede afectar a la dolarización. Nuestra economía depende del dólar como circulante. Pero un drenaje de divisas (si comienzan a aumentar las importaciones, si caen nuestros ingresos por exportación de petróleo y otros productos) pondría en riesgo nuestras reservas. Asegurarnos un prestamista confiable es una condición sine qua non.

Este año vimos cómo el Gobierno trataba de hacer un giro respecto a las fuentes de crédito. De ser sobre-dependientes de los dineros chinos, empezamos a “abuenarnos” con el FMI, el Banco Mundial  y cuanto organismo multilateral se había demonizado. El caso de la relación con las fuentes multilaterales de crédito es elocuente. El divorcio inicial le dio espacio al Gobierno para armar su idea de soberanía económica y desarrollista. Sabía que podía contar con la China al inicio, para moverse con soltura interna. Pero el costo financiero y de oportunidad de dar un salto mayor no podía sostenerse si se mantenía la relación con nuestro principal “socio”.  Por eso, cuando las condiciones de financiamiento fuera de la esfera china fueron más propicias, parecía mucho más fácil acceder a nuevos créditos y en mejores condiciones y empezar a dejar la chino-dependencia crediticia.

El nuevo escenario que se suscitó el último trimestre de 2014 replantea todo.  Lo primero que subieron -casi en la misma proporción en que caía el precio del petróleo- fueron las tasas de interés que pagan los bonos de deuda ecuatoriana. Eso no solo eleva el costo financiero. También vuelve más complicado pedir un crédito. Las condiciones ahora son totalmente distintas a las que el gobierno discutía en el primer semestre de 2014. Ya sea que se trate de dineros chinos o  multilaterales, los términos de los créditos (intereses, plazos, colaterales, etc.) son más onerosos y complejos. Si antes las condiciones chinas nos parecían excesivas, las que enfrentará el país en 2015 serán aún peores.

Esto conlleva un juego perverso. Vamos a enfrentar unos déficits en el presupuesto fiscal y en la cuenta corriente, que pueden tender a agrandarse si el precio del petróleo sigue bajando.

Esto conlleva un juego perverso. Por un lado, vamos a enfrentar unos déficits en el presupuesto fiscal y en la cuenta corriente, que pueden tender a agrandarse si el precio del petróleo sigue bajando. Alguien nos tendrá que prestar dinero y lo va a hacer en condiciones cada vez más difíciles. Conforme esta dinámica implique más dificultades y costos para financiarse, el Gobierno puede empezar a preguntarse si no es hora de comenzar a tener menos incertidumbre respecto del tipo de cambio. Si bien la situación deficitaria estaría vinculada –en términos generales- a dos elementos (petróleo y dólar) sobre cuyo valor no tenemos control, distinto pudiera ser volver a tener moneda nacional y facilitar un proceso de ajuste real menos dramático usando una política cambiaria autónoma. El Gobierno podría tener cada vez mayores incentivos para reversar la historia que nos condujo a dolarizarnos. El cuento en este caso sería distinto.

Ojalá volvamos a los días felices

Todo lo discutido anteriormente parte de establecer escenarios que se pueden presentar si la situación del petróleo y el dólar se mantiene o agrava, si tenemos complicaciones para cubrir los déficits y el problema estructural dura mucho tiempo. Nadie sabe qué ocurrirá en 2015 (o más allá) con certeza. Puede que en los primeros meses del próximo año el precio del petróleo vuelva a subir por Dios sabe qué circunstancias. Que el dólar caiga en picada. Y que el particularmente benigno periodo 2007-2013 vuelva en gracia y esplendor. Pero no existen indicios de que algo que empuje la coyuntura en esa dirección ocurra en el corto plazo.

Lo único cierto es que, tal como están dadas las cosas, el país enfrentará su primera prueba de fuego económica bajo la Revolución Ciudadana. Las crisis ecuatorianas vinculadas con nuestro nivel deuda en 1981, la rotura del oleoducto en 1987, el conflicto con Perú en 1995 y la quiebra bancaria de 1999, generaron recesiones cuya envergadura e impacto fueron tributarios de ese grito extremo de ahogado que nos acompañó desde que nos dolarizamos en 2000. Todos queremos que el temporal sea capeado con inteligencia y tino. Y que no sea tan rabioso y nocivo como parece. Finalmente, todos compartimos el sueño de volver a los días felices.

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