

Foto: UDLA
Dahik durante la conferencia dictada en el auditorio de la Universidad de las Américas, en Quito, el 18 de junio pasado.
Lea la primera parte aquí
Conclusiones sobre el mercado petrolero
Miremos en el cuadro siguiente. Ahí hacemos un resumen de quiénes desean, por razones económicas que el precio suba y quiénes desean por razones económicas que se mantenga donde está o por debajo del techo que el Fracking podría imponer en el largo plazo. También incluimos a quienes están de un lado y del otro por razones geopolíticas. Mirando ese cuadro, asignemos el peso específico en el concierto mundial a cada uno de los actores, para para darnos cuenta de hacia cuál de los lados va a tender la balanza a inclinarse en los próximos años.
Las salvaguardias temporales
Las salvaguardas o los impuestos a la importación terminan siendo un castigo para el sector exportador.
El gobierno nacional ha anunciado las salvaguardas temporales, como la principal medida para afrontar la crisis. Ha dicho que lo hace primordialmente por proteger la dolarización desincentivando así la salida de divisas, ante la imposibilidad de hacer ajustes al tipo de cambio, cosa que nuestros vecinos Perú y Colombia sí pueden hacer. Existen por lo tanto dos mensajes implícitos: 1.- Tengo un problema temporal. 2.- Tengo un problema de balanza de pagos.
Lo primero que tenemos que decir, ante el análisis anterior, es que se están tomando medidas temporales para un problema que es muy posiblemente de mediano y largo plazo. Lo segundo es que no se puede atacar el problema de balanza de pagos sin acometer el problema fiscal el cual es realmente el causante de la falta de divisas.
Efectos económicos y sociales de las salvaguardas
Las salvaguardas son en definitiva una restricción a las importaciones, y por ende, una medida conducente a la reducción de la oferta agregada. Producen, inequívocamente, una situación en la cual hay menos bienes a disposición de los consumidores.
Esta reducción forzosamente produce una elevación en el nivel de precios de la economía. Ante esa elevación de precios, ¿cuál es el sector más afectado? Paradójicamente, el sector al cuál más se debe estimular en una crisis económica como la que vivimos: el sector exportador. La razón es simple: todos los demás sectores, de una forma u otra tratan de defenderse, procuran subir sus precios, sus honorarios, el valor de su trabajo y tratan de exigir aumentos de sueldos.
El sector exportador no puede hacer esto, ya que sus precios están determinados en el mercado internacional. En el argot popular diríamos que es el único sector que “no tiene derecho al pataleo”.
Al igual que el impuesto a la salida de capitales es realmente un impuesto a la entrada, ya que hace que quienes quieran traer capitales se ahuyenten, las salvaguardas o los impuestos a la importación terminan siendo un castigo para el sector exportador. Esto es simple de entender si vemos el problema de la siguiente manera:
Un agricultor de exportación, un floricultor o un trabajador camaronero, cuando vende en el mercado mundial y le pagan un dólar, recibe un dólar, y solamente un dólar. Cuando ese ciudadano ecuatoriano que genera las divisas, se pone el sombrero de consumidor, es decir, cuanto necesita una refrigeradora, un televisor, o cualquier otro bien importado, es castigado pues no puede pagar un dólar que generó como exportador para comprar un dólar de valor de importaciones en el mercado internacional. El genera un dólar en el mundo, y de no puede comprar en su país artículos que valen un dólar en ese mismo mundo donde generó su dólar.
A ese exportador cuando se vuelve consumidor se le exige USD 1,50 o USD 1,70, o lo que finalmente sea el costo del “dólar de importación”. El no puede ir al mercado internacional y decir: “me han subido las cosas en el Ecuador, por favor páguenme más por mi producto”. Ese “derecho al pataleo” que otros sectores ejercen, el exportador no lo puede ejercer.
Por esta clarísima realidad, en vez de estimular la generación de divisas, estamos ante medidas que desestimulan la producción exportable, y que nos meten en un peligroso círculo vicioso: menos divisas, más salvaguardas; más salvaguardas menos oferta agregada; menos oferta agregada, mayor nivel de precios; mayor nivel de precios más castigo nuevamente al sector de exportación; y menos generación de divisas.
Es cierto que no todos los sectores pueden protegerse o defenderse por igual, pero es cierto también que el menos protegido en este modelo es el sector de exportación.
De otra parte, creer que los bienes nacionales que substituyen a las importaciones no van a subir de precios sería desconocer realidades demasiado fuertes del comportamiento de los mercados. El no mirar la dinámica de los mercados, la interrelación entre los sectores y el efecto de largo plazo, nos puede llevar a una asfixia paulatina del sector exportador.
Por lo tanto, el modelo produce sin dudas una redistribución de ingresos desde el sector exportador hacia los sectores que tienen el privilegio de estar de alguna manera protegidos frente a la subida del nivel de precios y en especial de los productos importados y sus substitutos. El modelo produce también un premio a muchos productores ineficientes que pueden vender en ese mercado protegido, a costa de todos los consumidores, dándoles un más alto precio y menor calidad.
La Protección Nominal y la Protección Efectiva y sus efectos sobre la redistribución del ingreso
No podemos dejar de mencionar, porque es tan fácilmente olvidado, el enorme costo que tiene sobre una sociedad la ineficiencia que deriva de un sistema orientado a la protección del productor y no a la del consumidor.
Ciertamente hay casos en los cuáles el productor debe ser protegido, de subsidios en otros países, de dumping de prácticas monopolísticas de los grandes contra los pequeños. Pero estas excepciones no pueden hacer la regla.
Las salvaguardas, como toda medida arancelaria, como toda prohibición o cupos o cuotas, generan efectos nocivos en la economía.
Supongamos que hay un producto X que vale 100 en el mercado internacional. Si se le impone un costo total de aranceles y recargos, salvaguardas, etc de 50%, ese producto costará 150 en el mercado local. Supongamos además que para hacer X se necesita una materia prima, o componentes llamados M y que M vale 80 en el mercado mundial. Si M tiene un recargo de 25% costará 100 en el mercado local.
¿Cuál es el valor de transformar el insumo M en producto X en el mercado mundial? El valor es 20, en el cual está incluida la utilidad de quien hace la transformación.
¿Cuánto es el valor del productor protegido por este esquema arancelario, por hacer la misma transformación de M en X? Ese valor es 50, es decir, 2.5 veces más de lo que vale ese proceso en el mercado mundial.
En este esquema arancelario, la transformación del insumo M en el producto X tiene una protección nominal de 50%, pero su protección efectiva es de 150%.
Entonces o hay una ganancia exagerada, o una ineficiencia exagerada, o una combinación de ambas cosas. Cualquiera sea el escenario, es sumamente perjudicial para la sociedad.
Estos esquemas, que ya demostraron su ineficiencia a través de la historia, en el caso actual ecuatoriano están redistribuyendo ingresos del sector exportador y de todos los ecuatorianos hacia todo aquel proceso de fabricación para el cual esto aplique, pues es un esquema arancelario sin correcciones cambiarias.
Normalmente los esquemas proteccionistas están asociados a sectores de poder que logran manipular todo esto a su favor. Por ello, lo usual es que el arancel de la materia prima sea libre de impuestos, o con una carga inferior a la del producto terminando. Pero aún en el caso de que la materia prima o los componentes del bien que se produce domésticamente tengan el mismo arancel que la del producto terminado, existe una gran protección efectiva, más alta que la nominal. En el caso que hemos puesto, si el arancel de M fuese el mismo que el de X, el margen local sería 30 en vez de 20, es decir, un margen 50% más alto que el del productor mundial eficiente.
Debemos preguntarnos si estas son las señales que queremos transmitir a productores y consumidores en el Ecuador el momento actual.
Quien genera el problema que es el Estado con su excesivo gasto público, y con su descomunal tamaño, no hace ajustes, y no muestra voluntad de ajustar.
El mensaje de las salvaguardas
Las salvaguardas tienen un efecto adicional. No están transmitiendo el mensaje correcto.
Ante una caída del precio del petróleo que evidentemente ha afectado mucho a la economía, el sector importador, consumidor, y muchos subsectores productivos pero por sobre todo el sector exportador, reciben el mensaje: Hay que ajustarse el cinturón, y el de exportación recibe un postre adicional: El castigo es el mayor para usted.
Quien genera el problema que es el Estado con su excesivo gasto público, y con su descomunal tamaño, no hace ajustes, y no muestra voluntad de ajustar.
El creer que hoy vivimos un problema de balanza de pagos y no un problema fiscal, es como el que un diabético insista que su problema es una insuficiencia renal y no la diabetes. La pregunta es: ¿quién causó esa insuficiencia renal? Pues es claro que la diabetes fue lo que le originó ese problema renal, así como es claro que es el gasto público el que ha generado este problema en el país. El factor detonante es el precio del petróleo, pero la causa subyacente del porqué la economía hoy no ha podido absorber este precio de $45 cuando antes pudo absorber precios más bajos en términos reales, está en el nivel del gasto público.
Al no querer ajustarse el sector público es como un padre de familia que en una crisis económica no pasa dinero para los gastos básicos de la familia, pero gasta en cosas innecesarias para sí mismo. Es un padre que aparece en un nuevo auto, y sostiene: esto no es una crisis de la familia, es una crisis para ustedes solamente y no para mí. ¿Qué diríamos de un padre así?
Dada la actual coyuntura deseo también en este punto recordar que el Estado de por sí no paga aranceles cuando importa, y es el más grande importador. Las empresas públicas no pagan IVA, no pagan salvaguardas. La simple pregunta es ¿por qué? Al no pagar estos costos adicionales sus visiones del mundo son equivocadas, son distorsionadas. Las empresas del Estado y las dependencias del Estado evalúan sus proyectos y los rendimientos de los mismos sobre costos irreales. A la sociedad el dólar de importación le cuesta mucho más de 100 centavos. Cuando se le suma el 5% de la salida de capitales, el IVA, las salvaguardas los aranceles, puede llegar en casos a acercarse a 200 centavos.
Cuando un empresario afina su lápiz para ver si le dan los números, toma en cuenta todos estos recargos. El Estado no. Entonces, al Estado entonces su gestión le parece más barata, y se estimula a consumir más y a desperdiciar divisas.
Si un constructor tiene que usar maquinaria paga aranceles, paga el 5% de impuesto de salida a los capitales para poder traerla, paga IVA. El Estado no. Entonces esa maquinaria que usa el Estado puede hacer creer que el Estado o sus empresas pueden hacer una obra a supuestos menores costos, cuando en realidad está despilfarrando recursos y haciéndola más cara.
El mensaje que se está transmitiendo es que el sector que tiene que asfixiarse -y el único que tiene que sacrificarse- es el sector privado.
Supongamos por ejemplo, que una maquinaria que vale 100 en el mercado mundial tiene que venir a un operador privado y le cuesta 140, y el Estado la compra en solamente 100. Con estas cifras, el privado puede cotizar en 200 una obra, y el estado o una de sus empresas en 180. ¡Ah, el Estado es más barato! No el Estado es más caro en 20, pues no pagó los 40 que el del sector privado pagó para importar la maquinaria.
El mensaje que se está transmitiendo es que el sector que tiene que asfixiarse, y el único que tiene que sacrificarse es el sector privado. Ciertamente no es el mensaje más adecuado en los actuales momentos.
Es siempre útil revisar la historia, y ver ejemplos que nos puedan ilustrar y guiar en las decisiones del presente. Me permitiré citar tres casos:
Alemania de la Postguerra:
No hay mejor ejemplo que el de la Alemania posterior a la Segunda Guerra Mundial. Creo muy difícil el que alguien argumente que una caída del petróleo en el Ecuador de hoy a $40 o $45 es un evento más catastrófico que la situación de Alemania luego de la segunda gran guerra. Más aún, es difícil que haya un escenario más duro para salir adelante que aquel de la Alemania derrotada.
Ese país estaba en ruinas física, moral, política y económicamente. En su excelente artículo El milagro económico Alemán, David Henderson da cuenta de cómo la producción alimenticia en Alemania era para el final de la guerra el 50% de lo que había sido en 1938, y cómo el 20% de las casas habían sido destruidas.
Las potencias de ocupación tenían un racionamiento de entre 1040 y 1500 calorías por día por persona. La producción industrial era una tercera parte en 1947 de lo que había sido en 1938. Todos pensaban que Alemania sería el país más necesitado en ayudas y donaciones, y que pasaría a transformarse en un estado parásito de la ayuda norteamericana e internacional.
Sin embargo, a menos de 10 años del fin de la guerra, ya se hablaba del gran milagro alemán. La reconstrucción y progreso de ese país habían sido impresionantes, y hoy es la primera potencia europea.
¿Sucedió esto con medidas restrictivas, con controles a las importaciones, con cuotas y controles de precios? Todo lo contrario: el gran milagro alemán luego de tan espantosa crisis de la postguerra fue el resultado de liberar las fuerzas de la economía.
Antes de la Guerra, Hitler había establecido un sistema de precios controlados, artificialmente bajos, para precisamente comprar a bajo costo todo aquello que necesitaba el Estado para su carrera armamentista. Los controles de precios eran tan estrictos que su violación merecía la pena de muerte. Igualmente, había una conscripción de recursos y de mano de obra, a favor del Estado. Los ciudadanos podían ser sometidos a una “conscripción laboral” y los factores de producción reclamados para las necesidades del Estado.
El nacional socialismo y la popularidad de Hitler crecieron basados en la inyección de gasto público que se sentía bien y hacía, por un tiempo, prosperar a la economía. La gente estaba contenta, pero en realidad estaban sembrando los vientos que luego serían la más terrible tempestad.
¿Cómo se administraba la Alemania de la postguerra? Había cuatro potencias de ocupación, las cuales tenían interventores y regentes que controlaban y tomaban las decisiones en el país: Inglaterra, los EE.UU., Francia y la Unión Soviética.
Si hay un rígido control de precios, el exceso de oferta monetaria produce escasez. Si existe libertad de precios, el exceso de oferta monetaria produce inflación.
Ellos decidieron mantener los controles de precios y las cuotas que existían durante la guerra, así como la incautación de bienes y servicios a favor del Estado cuando fuese necesario, y la mano de obra obligatoria y forzosa de acuerdo a los requerimientos oficiales. Los precios controlados frente a una oferta monetaria que había crecido mucho más rápidamente que aquellos, produjo lo inevitable: gran escasez.
Si hay un rígido control de precios, el exceso de oferta monetaria produce escasez. Si existe libertad de precios, el exceso de oferta monetaria produce inflación.
Ante estos hechos la productividad general era bajísima, ya que la gente comenzaba a cultivar sus propios alimentos en forma desesperada. Igualmente, los habitantes urbanos salían al campo, llevaban cualquier pertenencia, su afeitadora, sus penillas, o su ropa, o sus artículos personales, a cambio de un poco de comida. Había prácticamente una economía de trueque. Los libros de historia están llenos de narraciones de estos hechos.
Se produjo entonces un gran debate ideológico entre la escuela de economía liberal, que acuñó el término “economía social de mercado” y los socialdemócratas que tenían un pensamiento estatista, y que deseaban mantener el sistema de cuotas y controles de precios.
De los más brillantes defensores de la primera postura, era Luwdig Erhard, quien fuera ministro de economía de la “bizona”, luego de la “trizona” y ministro de Finanzas de Konrad Adenauer, para luego ser el Canciller de Alemania. Erhard sostenía la necesidad de una reforma monetaria para adecuar la cantidad de dinero que era excesiva, a las realidades de oferta agregada de ese momento. Proponía también bajar la tasa de impuestos marginales que era sumamente alta, y abolir todas las cuotas restricciones y controles de precios.
Siendo como era ministro de economía, él necesitaba siempre que todas sus ideas para transformarse en medidas económicas fuesen aprobadas por los interventores, ya que cada uno de ellos tenía que aprobar todo.
Hasta 1948 con una lucha tenaz de Erhard, y en forma muy timorata, se fueron dando pequeños y minúsculos cambios en la dirección que éste deseaba siempre con algo de apoyo de Francia y Gran Bretaña y con la negativa de los EE.UU. Sin embargo, en junio de ese año, y sin la autorización completa de las potencias interventoras, y especialmente del más influyente que eran los EE.UU. quienes increíblemente no creían en esta liberalización por las condiciones de Alemania, el ministro Erhard, por su propia y valiente decisión eliminó todos los controles de precios, todas las cuotas y racionamientos de alimentos y otros productos. Cambió la vieja moneda por una nueva, que ajustaba el nivel de la oferta monetaria a la realidad productiva y evitaba la inflación y la escasez, y bajó las tasas de impuestos marginales groseramente altos para quienes tenían los mayores ingresos.
¡Qué importante es para el momento actual recordar el diálogo de Erhard con el general Clay, y con un coronel del ejército estadounidense! Estos testimonios famosos están citados en el libro de Edwin Hartrich: The fourth and richest Reich.
El general Clay le dijo: “señor Erhard, mis asesores me indican que usted ha cometido un terrible error. Qué me puede decir sobre esto”. Erhard le respondió: “señor general, no se preocupe, los míos me dicen lo mismo”
Miremos lo que pasó en la otra Alemania, la que siguió por siempre, hasta la caída de la cortina de hierro con cuotas, sin una economía libre, con un sistema de planificación económica.
En ese mismo mes de junio del 48, un coronel del Ejército americano le dijo: “¿Cómo se atreve usted a aflojar y relajar nuestro sistema de racionamiento, sabiendo que hay una gran escasez”, a lo que Erhard respondió: “señor Oberst: no lo he aflojado, ni lo he relajado, lo he eliminado por completo, con lo cual el único cupón de racionamiento que necesitará la gente será el billete de los nuevos marcos alemanes, y ellos (entiéndase los alemanes) trabajarán duro para conseguirlo, espere y usted lo verá”.
Como menciona David Henderson en su artículo, el efecto sobre la economía y la población fue electrizante. El ausentismo laboral, en parte producido porque la gente salía a buscar comida, bajó de 9.5 horas por semana a 4.2 horas por semana de mayo a junio de 1948, y la producción industrial aumentó en 36% de junio a diciembre del mismo año. Sí, veamos esta cifra y no la olvidemos: 36% de aumento de la producción industrial en escasos seis meses.
¿Qué habría pasado si Erhard perdía el debate? ¿Qué hubiera sucedido si no hubiese tenido la valentía de hacer lo que hizo? La respuesta es fácil: miremos lo que pasó en la otra Alemania, la que siguió por siempre, hasta la caída de la cortina de hierro con cuotas, sin una economía libre, con un sistema de planificación económica. La diferencia entre esta y la Alemania Federal del oeste fue abismal, a pesar de que Alemania del Este tenía el territorio más rico y las mejores industrias. Tan importante fue ha sido y será siempre el que la economía pueda surgir con la fuerza de la libertad y del mercado, con el empuje de la creatividad del ser humano y de la libertad para emprender y realizar.
Para 1950, el milagro alemán se había consolidado. No había salido con dádivas, con ayudas, con subsidios, con regalos ni con un gran aparato estatal ni con la caridad internacional. No se transformó en lo que es hoy prohibiendo, estableciendo controles de precios y manipulando cuotas, reclamando impuestos a la salida de capitales, u otros impuestos. El Ave Fénix de Alemania se levantó de la muerte liberando las amarras a la economía y dejando que la economía juegue su rol.
El Ecuador de 1986
Pero si otro ejemplo es útil, es el del Ecuador de 1986. Me tocó en ese entonces ejercer el ministerio de Finanzas, y el petróleo estuvo a casi 6 dólares. No teníamos ni para pagar los sueldos. En aquella época, la economía era mucho más dependiente de los ingresos del petróleo tanto en la parte fiscal, cuanto en la externa. No hay duda que en términos del precio real, y en términos de la incidencia sobre la economía, un petróleo de entre 6 y 7 dólares era en 1986 mucho más crítico que 40 o 45 hoy.
¿Amarramos la economía? ¿Establecimos cuotas, y cupos? ¿Limitamos las importaciones? ¿Establecimos una cadena de impuestos? Todo lo contrario, la política económica fue entonces la de abrir todas las importaciones, incluyendo las de automóviles las mismas que habían estado prohibidas por más de dos años, desde el régimen anterior el cual enfrentó un terrible Fenómeno de El Niño, posiblemente el más fuerte del cual se tenga memoria, y la crisis de la deuda latinoamericana que terminó por cerrar la llave del mercado de capitales para los países de la región.
La devastación de la infraestructura que ese fenómeno había producido y su impacto en las exportaciones de la costa, combinados con el cierre del mercado de capitales por razones exógenas, fue un durísimo golpe para el gobierno del Dr. Hurtado, el cual tomó medidas de austeridad.
Ante este precio del petróleo tan bajo en 1986 la respuesta de la política económica fue inesperada: Por primera vez desde la creación del Banco Central del Ecuador desincautamos las divisas, y permitimos la flotación del tipo de cambio en el mercado libre, donde exportadores e importadores, por primera vez desde 1927, tuvieron la libertad de comprar y vender divisas sin la participación del Banco Central en todo aquello relacionado al comercio internacional y a cualquier otra transacción.
La economía reaccionó maravillosamente, y salimos de semejante crisis sin una sola prohibición, liberando las amarras.
La facilidad petrolera no se ha utilizado para una emergencia, sino para contribuir a generarla, ya que el endeudamiento con China, con el petróleo en garantía, fue contratado antes de que el precio del petróleo cayera.
Cuando propusimos al presidente de la República las medidas, el entonces gerente del Banco Central, Carlos Julio Emanuel y mi persona, aquel tuvo una reacción muy similar a la del general Clay con Erhard. Nos dijo que estábamos locos al querer desincautar y flotar la moneda, pues el dólar se iba según él a disparar a más de 500. Recuerdo que le dije: “si alguien mezcla un balde de agua a 60 grados con otro de 20, ¿puede la mezcla tener 90 grados?”. Ese ejemplo fue muy importante en la discusión y la aprobación de las medidas ganó la batalla.
Si el mercado libre, el cual era pequeño en relación a lo que era el del Banco Central estaba en 170 y el del Banco Central mucho más grande tenía una cotización de 125, lo lógico era que la fusión de los dos mercados se aproximara a 125. De hecho, flotamos la moneda y el dólar se estabilizó como en 130. Obviamente que esta revolución cambiaria y liberalización de la economía estuvo acompañada de una restricción fuerte del gasto fiscal y de varias medidas de recaudación a través del sinceramiento de los precios de los bienes y servicios del Estado.
Adicionalmente a todo lo anterior, teníamos el espacio de maniobra para hacer una facilidad petrolera, pues nuestro petróleo no estaba prendado. Una facilidad petrolera debe ser un recurso de última instancia para emergencia. En la actualidad no se ha utilizado para una emergencia, sino para contribuir a generarla, ya que el endeudamiento con China, con el petróleo en garantía, fue contratado antes de que el precio del petróleo cayera. Por lo tanto, los recursos provenientes de esa facilidad, han servido para continuar con el ritmo de gasto público que ha sido tan fundamental como factor generador de la crisis actual. Lo que era la reserva financiera para una emergencia fue utilizada como combustible para avivar la llama del gasto excesivo que terminó generando esta crisis.
Volvamos luego de esta digresión a las medidas de 1986. Como resultado de las medidas liberalizadoras, fui llevado a un juicio político al Congreso Nacional por ser el gestor de las mismas que demostraron salvar al país. Recuerdo que un legislador dijo: “prefiero que se sequen los pozos de petróleo antes de darles a los exportadores el control de las divisas”. Ese es el nivel de incomprensión y falta de entendimiento de la economía que puede existir cuando se juega a la política con el tema económico.
Hacia el final del gobierno del cual salí por el juicio político al que fui sometido por estas medidas que salvaron la economía y probaron ser las correctas, el presidente aceleró el gasto público irresponsablemente y la economía simplemente no perdonó: Vino la escalada del tipo de cambio, y el inicio del peor período inflacionario de nuestra historia. Una vez más, la economía demostró que sus leyes son realmente inexorables.
El Ecuador de 1995
Recordemos también que en el año 1995, tuvimos una guerra, y en ese momento el petróleo se ubicó por debajo de los 18 dólares. Una guerra de por medio y un petróleo en menos de 18 dólares es mucho peor que la situación actual, en la cual hay paz y petróleo a 45 dólares.
A propósito de esto, se ha dicho que el precio actual del petróleo, en términos reales, es inferior a la de los gobiernos anteriores. El cuadro siguiente demuestra todo lo contrario:
Nunca antes en la historia el precio real del petróleo, es decir descontando la inflación, ha sido tan alto como del año 2004 al 2016 y dentro de ese periodo, el de mayor bonanza definitivamente está entre el 2010 y el 2015.
Nunca antes en la historia el precio real del petróleo, es decir descontando la inflación, ha sido tan alto como del año 2004 al 2016 y dentro de ese periodo, el de mayor bonanza definitivamente está entre el 2010 y el 2015.
El precio promedio del barril del petróleo, traído a dólares de 2015 según este cuadro de Inflationdata.com, desde 1946 a la fecha es de $41.70. En ningún período ha estado por tanto tiempo y tan fuertemente por arriba del promedio en términos reales como el de los últimos ocho años.
Pero volvamos al tema de las acciones que se tonaron en 1995 por parte del gobierno del Arq. Sixto Durán-Ballén para afrontar una guerra con petróleo a precios de hoy de unos $25, y de entonces de menos de $18: ¿Prohibimos importaciones? ¿Impusimos recargos a las importaciones? Definitivamente No. No prohibimos nada, con ese precio del petróleo sostuvimos el gasto militar y los costos de la guerra, y el país salió adelante con una economía funcionando normalmente.
Se estableció un impuesto por una sola vez como contribución de guerra y el país se sostuvo a pesar del gran impacto que es siempre un conflicto armado.
Ni en la Alemania de la postguerra, ni en el Ecuador de 1986, ni en el de 1995 ni en el de hoy las amarras a la economía y las prohibiciones son más efectivas que el estímulo a las fuerzas productivas para que ellas encuentren la posibilidad de ajustarse a las nuevas realidades.
Todos hemos visto la escena cuando a un niño le sube la fiebre: este siente mucho frío. Su tendencia es a arroparse, lo cual es agravar más la fiebre. Paradójicamente, ante esa sensación del niño lo correcto es quitarle la ropa, y ponerle paños de agua fresca.
Esto tenemos que hacer: desarropar sin temores la economía, echarle agua fresca, no arroparla y agravar la alta fiebre que ya tiene creciendo cada vez más el gasto público.
[RELA CIONA DAS]



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