
Foto Alejandro Olivares
En Brasil, el 90% de las personas trans trabaja en la calle.

Foto Alejandro Olivares
Entre 2008 y 2014, en Brasil 689 transexuales fueron asesinados.
Jueves. 10 de la noche. Kamila Barros se instala en la esquina de las calles Rezende y Gomes Freire, en Lapa, pleno centro de Río de Janeiro. Viste una blusa celeste, tipo chaquetilla, sin mangas, con el cierre abierto que expone un tatuaje en medio de sus senos prominentes. El ombligo también descubierto y sus piernas forradas en una licra negra que define sus curvas. Las cremalleras doradas de los bolsillos combinan con los aretes de bambalina y el rubio de su cabello lacio. Es una mujer, pero nació varón hace 26 años.
Jueves. 10 de la noche. Kamila Barros se instala en la esquina de las calles Rezende y Gomes Freire, en Lapa, pleno centro de Río de Janeiro. Todas las noches los clientes llegan a esa esquina buscando momentos de placer. Es travesti y prostituta. Hace cinco años se desempeña como profesional del sexo, a pesar de que tiene título en enfermería.
Jueves. 10 de la noche. Kamila Barros se instala en la esquina de las calles Rezende y Gomes Freire, en Lapa, pleno centro de Río de Janeiro. Ahí se encuentra con cuatro chicas más que también esperan hacer dinero. Ven a Kamila que, con una capa de maquillaje, sombras, delineador en los ojos y lápiz labial rosa, disimula el cansancio. La abrazan, la felicitan. Kamila Barros logró algo inesperado. Durante las Olimpiadas Río 2016 será la jefa de los voluntarios en la sede de Copacabana.
Kamila Barros es una sobreviviente. Es travesti y prostituta en el país donde se comete el mayor número de crímenes en contra de la comunidad LGBT, a escala mundial. Entre 2008 y 2014, en Brasil, 689 transexuales fueron asesinados, según la ONG, Transgender Europe. Es la cifra más alta del mundo, seguida por México y Estados Unidos, con 194 y 108 asesinatos, respectivamente. Según el Grupo Gay da Bahía, una de las asociaciones más antiguas en Brasil, en 2015 se asesinó a 318. De esos, el 50% era gay, 35% trans y 11% lesbiana. 119 transexuales fueron asesinados en un año. Kamila es uno de los rostros que visibiliza las necesidades de esta población durante la fiesta deportiva más importante del planeta.
Claudio Nascimento, superintendente de Derechos Individuales, Colectivos y Difusos del estado de Río de Janeiro y coordinador de la estrategia Río Sin Homofobia, confirma que en los últimos cinco años se registra un aumento de lo que se denomina "homolesbotransfobia". Un rechazo social que concluye con el asesinato de miembros de la población LGBT, caracterizado por un alto índice de crueldad, uso de fuerza bruta y humillación de la imagen de la víctima: desfiguración.
Solo entre mayo y junio de 2016, en Río de Janeiro se registraron 23 asesinatos. El dato supone una estadística inexacta pues, en muchos casos, los partes policiales apuntan la muerte con el nombre de registro (el del documento de identidad) de la víctima que, en el caso de transgénero y travestis, difiere con el nombre social (el que usan cotidianamente).
Los miembros del Comité Olímpico a cargo de la organización de Río 2016 supieron que Kamila era trans porque pidió que en su identificación conste su nombre social y no el de registro, o sea no el masculino. Para sumarse al equipo, hace un año se inscribió para sumarse a los 50.000 voluntarios. En la convocatoria virtual el único requisito era llenar un formulario con datos personales. 12 meses después recibió la noticia de estar seleccionada, tuvo una entrevista y fue aceptada. También aceptaron el condicionante de su nombre. Del 6 al 21 de agosto estuvo a cargo de orientar a los asistentes a los juegos en su ubicación, con sus boletos.
Kamila llegó a las calles de Río de Janeiro en el 2011, desde Natal, al nordeste de Brasil. En la ciudad carioca empezó su transformación. Se prostituye desde los 21 años. A pesar de tener estudios no consigue un empleo formal. "Como existen prejuicios, la prostitución es la opción para ganar dinero", reconoce. Ella se enfrenta todos los días a insultos y ofensas en la calle. A pesar de eso, no tuvo miedo de trabajar con los asistentes a los Juegos Olímpicos. "Las Olimpiadas son diversidad, inclusión, amor al deporte. No habrán retaliaciones por ser trans". Como el trabajo en Río 2016 es voluntario, no cobrará un salario. Después de sus tareas en las sedes deportivas, en las noches vuelve a las calles para sobrevivir.
De los miembros de la población LGBT asesinados el 50% es gay, 35% trans y 11% lesbiana. Foto Desirée Yépez
Río 2016, los Juegos de la Inclusión
Un mundo nuevo. La frase constituyó el eslogan de la edición 2016, inspirada en el poder transformador del deporte, según Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI). Río 2016 supuso la intención de incluir a la comunidad LGBT en los Juegos Olímpicos. A inicios de año se supo que los atletas transexuales podrían competir, sin necesidad de intervención quirúrgica de readecuación genital. La noche del viernes 5 de agosto, durante la ceremonia de apertura, cinco de los ciclistas brasileños que encabezaron el desfile eran transexuales.
Río 2016 supuso la intención de incluir a la comunidad LGBT en los Juegos Olímpicos. A inicios de año se supo que los atletas transexuales podrían competir, sin necesidad de intervención quirúrgica de readecuación genital.
Previo a la inauguración de los Juegos, el COI invitó a personajes trans para visibilizar a la comunidad durante el recorrido de la antorcha olímpica por los estados de Brasil. Uno de ellos, la caricaturista Laerte Coutinho.
Laerte se casó tres veces y tuvo tres hijos. Uno de ellos falleció y no conoció su versión femenina. Los otros dos, un hombre de 36 y una mujer de 26, la aceptan. Sus padres que están vivos, también. De a poco se acostumbraron a su imagen, esa que nada tiene que ver con el señor que vestía camisas y pantalón, que llevaba el pelo corto y algo de vello en la cara.
Laerte Coutinho vive en São Paulo, a seis horas en bus de Río de Janeiro. Tiene 65 años. Hace cinco se asumió de género femenino. Hoy su cabello es largo, lacio y teñido de rubio. Las uñas de sus pies y manos están pintadas de rojo. Viste una blusa tres cuartos gris, de algodón, ceñida al cuerpo y una falda larga, holgada. Calza sandalias. Usa sostén con algo de relleno, no tiene siliconas. Mira a través de sus lentes y ríe con coquetería.
Artista, periodista, caricaturista en uno de los medios más grandes de Brasil, Folha de São Paulo, el pasado 24 de julio Laerte portó la antorcha olímpica en un tramo de aproximadamente 200 metros. Fue la segunda trans en sostener el símbolo, le antecedió Bianka Lins, en Minas Gerais, en el sudeste de Brasil.
Luego de su transición, Laerte es respetada. Tiene el apoyo y el afecto de su círculo personal y profesional. "Es una situación anormal, ajena al país y al tiempo porque la realidad de los trans, en general, es grave. La sociedad da un tratamiento hostil y agresivo, el número de crímenes es espantoso", reconoce la viñetista, que en el 2012 fue impedida de usar un baño femenino en un restaurante de São Paulo.
La expresión femenina de Laerte se llama Laerte. No cambió de nombre porque le gusta el suyo. Además, existen registros de Laerte como un nombre femenino en Brasil. Hay 264 mujeres que se llaman así, según la web del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística. Paralelamente, existen cientos de personas que batallan entre lo que indica su nombre en el documento de identidad y lo que expresa su apariencia física. Para ellos no existe ningún tipo de ley que garantice sus derechos. La Ley de Identidad de Género, llamada João W. Nery, está bloqueada en el Congreso Nacional.
Una población sin derechos
"Los trans somos considerados aberraciones, abominables, sucios. Existe una noción de asepsia, de que matándonos se limpia la sociedad", dice João W. Nery, mientras fuma un tabaco en la sala de su casa. Nació Joana, pero desde niño se identificó de género masculino y en 1977, en plena dictadura militar, lo asumió abiertamente.
Nery es el primer transmasculino operado en Brasil. Tenía 27 años cuando se extirpó los senos y el aparato reproductor interno en una época en donde las cirugías transexualizadoras estaban prohibidas, considerándose una mutilación del cuerpo. Antes de la operación era psicóloga y trabajaba como maestra en tres universidades de Río de Janeiro. Con la intervención apareció João y a través de un nuevo documento de identidad se anuló todo lo que constaba bajo su documentación femenina. Él fue a un registro civil, como si nunca se hubiese registrado, obtuvo un documento de identidad y rompió la norma de la legislación brasilera que para ese entonces no avalaba esas modificaciones. "Perdí todo lo que hice en el pasado. Mis estudios y mi currículo se anularon. Entonces trabajé en oficios que no me exigían una hoja de vida. Fui albañil, vendedor, sastre, traductor de libros de bolsillo", recuerda.
Ahora, con 66 años, vive en Niterói, a una hora de Río de Janeiro y tiene un hogar con una tercera esposa. En la sala de su casa, salta a la vista un portarretrato junto a un chico. Es su hijo. João es papá. Cruza las piernas, viste un buzo rojo de cuello tortuga que combina con una pantaloneta gris y sandalias. Está calvo y tiene barba. Habla despacio pero es enfático cuando afirma que ya no tiene miedo de ir preso por haber cambiado de identidad. Su delito prescribió hace 20 años. No reniega de sus tiempos preso en el cuerpo de una mujer, tampoco rompió las fotos. "Joana fue muy valiente y osada". Actualmente João es activista por los derechos humanos. Su historia está escrita en dos libros autobiográficos, ‘Erro de Pessoa’ (Error de persona-1984-) y Viagem Solitária (Viaje Solitario -2011-).
Para cambiar de identidad en Brasil se requiere un proceso legal que puede tomar, mínimo, dos años. La modificación del documento depende de la voluntad de un juez que, luego de varios análisis, determina que la apariencia de la persona concuerda con la solicitud de cambio. Según información de Río Sin Homofobia, en 2015 la Defensoría Pública tramitó 13 cambios de nombre.
Uno de los requisitos para la modificación es un certificado que el Sistema Único de Salud (SUS) expide, en donde un equipo multidisciplinario de psicólogos, asistentes sociales y médicos avalan que se trata de una persona transexual. "Los transgénero no tenemos autonomía para decir quiénes somos. Para el sistema somos enfermos mentales", señala.
La Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD 10 por sus siglas en inglés), elaborada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), considera la transexualidad como una disforia de género. En el 2012, Argentina se convirtió en el único país, a escala mundial, que la despatologizó en su totalidad mediante la Ley de Identidad de Género, la cual permite que una persona se acerque a un registro civil y realice las modificaciones, sin necesidad de cirugía, hormonización ni certificado psiquiátrico. La legislación argentina inspiró en Brasil el proyecto de ley 5002/13 de Identidad de Género o João W. Nery, promovida por el diputado Jean Wyllys en el Congreso Nacional, en febrero del 2013.
Tres años después, la normativa espera ser votada. Jean Wyllys, diputado por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), confirma que el actual Gobierno brasilero no tiene ningún compromiso con las minorías sexuales y que las leyes de Identidad de Género, de criminalización de la "homolesbotransfobia" y del matrimonio civil igualitario no serán aprobadas. "El actual Congreso Nacional es excesivamente reaccionario, no solamente conservador, y desprecia profundamente a las minorías sexuales". La aprobación de una legislación de esa naturaleza también agilitaría el acceso a tratamientos hormonales y cirugías como parte del proceso transexualizador.
En la terapia de hormonización se aplican distintos métodos: píldoras, inyecciones intramusculares, geles. Es indispensable contar con una receta médica para consumir las hormonas.
En Río de Janeiro, el Instituto Estadual de Diabetes y Endocrinología Luiz Capriglione (IEDE) ofrece el "servicio ambulatorio para disforia de género". Para acceder al tratamiento de hormonas, los pacientes –hombres y mujeres- deben contar con el aval psiquiátrico que determine su condición de transexual. El IEDE cuenta con un equipo multidisciplinario de endocrinólogos, psicólogos, psiquiátras, trabajadores sociales, ginecólogos… que atiende a esta población. Según sus datos, en el 2015 atendió a cerca de 245 pacientes.
En la terapia de hormonización se aplican distintos métodos: píldoras, inyecciones intramusculares, geles. Es indispensable contar con una receta médica para consumir las hormonas. Quienes no cuentan con ese aval van a Internet y adquieren productos como Minoxidil, en el caso de los transmasculinos, que ayuda en el crecimiento de vello. João W. Nery denuncia la existencia de una mafia, un mercado negro, en torno a esos productos.
En el IEDE no se realizan cirugías de transexualización. En todo Brasil, existen cuatro centros de atendimiento para esas intervenciones: Hospital de Clínicas de Porto Alegre, de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, en Porto Alegre; Hospital de Clínicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo, en São Paulo; Hospital de Clínicas de la Universidad Federal de Goiás, en Goiânia; y el Hospital Universitario Pedro Ernesto, en Río de Janeiro. Estas instituciones están vinculadas al Sistema Único de Salud que, desde 2003, bajo el gobierno de Lula da Silva, integró el proceso transexualizador a la política pública.
A través de ese sistema, cirugías como reasignación sexual de sexo masculino, tiroplastia, mastectomía simple, histerectomía, cirugías complementarias a la reasignación sexual y mamoplastia (ver cuadro) son subvencionadas por el Estado. Acceder a una implica un lapso de espera de entre seis y 10 años.
Los centros de asistencia no consiguen atender toda la demanda. En el Hospital Universitario Pedro Ernesto, en Río de Janeiro, las inscripciones para intervenciones quirúrgicas cerró en 2011 y no hay fecha de reapertura. "Se necesita terminar con la lista de quienes ya están inscritos", indica Marcia Brasil, coordinadora del Proceso Transexualizador de la casa de salud. Ella confirma que el tiempo de espera de las personas en lista puede ser de hasta 10 años, tomando en cuenta que primero se sigue un proceso de acompañamiento psiquiátrico de dos años para conseguir el certificado que autorice la intervención.
Según el protocolo, en el Hospital Universitario Pedro Ernesto, todos los meses se realiza una cirugía de transexualización. Actualmente hay 300 personas inscritas y 80 esperan ser operadas. De las 300, 240 son transfemeninas (trans que adquieren características femeninas) y 60 transmasculinos (trans que adquieren características masculinas). A pesar de que la norma indica que todos los meses deberá realizarse una intervención, eso no pasa. Por ejemplo, en lo que va del 2016 el Hospital Pedro Ernesto operó a cinco personas, cuando a agosto debiera ir por la octava. "La crisis financiera nos afectó. No hay insumos, hubo un paro de trabajadores. Durante las Olimpiadas tampoco se va a operar. Se esperaría retomar en septiembre, pero la regularización depende de condiciones estructurales, del Gobierno", afirma Marcia Brasil.
Entre 2003 y 2008, existieron 90 centros de ciudadanía LGBT. Hoy hay cuatro en Río de Janeiro (financiados por la Prefectura), tres en São Paulo, uno en Mato Grosso y Pernambuco.
Los recortes se sintieron en todos los niveles. Muestra de ello son los centros de ciudadanía LGBT para combatir la homolesbotransfobia en Brasil, que además ofrecían apoyo jurídico y psicológico. Entre 2003 y 2008, existieron 90 centros aproximadamente. Hoy hay cuatro en Río de Janeiro (financiados por la Prefectura), tres en São Paulo, uno en Mato Grosso y Pernambuco.
Los centros de Río de Janeiro son parte de la estrategia local Río Sin Homofobia que en su primer año (2007) contó con un presupuesto de un millón de reales (USD 311.900) hasta llegar al 2014 con una partida de cuatro millones (USD 1.247.606). El dinero se invirtió en el desarrollo e implantación de políticas públicas, a través de campañas en medios masivos, así como el desarrollo de una línea de atención de denuncias de casos de violencia. El año pasado, en el 2015, el escenario cambió. Entre septiembre y diciembre hubo atraso en el pago de salarios de los funcionarios, paralizaciones… A 2016 se llegó con dos millones (USD 623.800), cifra que, según Claudio Nascimento –coordinador del programa-, no permite avanzar en la agenda preventiva, educativa y de promoción de derechos.
La inexistencia de una plataforma de política pública consolidada en ciudades como Río de Janeiro y São Paulo es determinante. Ambas ciudades son polos de migración de personas trans que llegan desde otras zonas del país, principalmente del norte y nordeste y desarrollan su vida en torno a la prostitución.
La prostitución como condición de vida
En 2002 el Ministerio de Trabajo de Brasil reconoció a la prostitución como oficio. De hecho, es el segundo destino mundial para el turismo sexual, detrás de Tailandia, de acuerdo a la Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y El Caribe (Catwlac, por sus siglas en inglés).
Luana Muniz se prostituye hace 48 años y también desde el 2002 preside la Associação dos Profissionais do Sexo do Gênero Travesti, Transexuais e Transformistas do Rio de Janeiro (Asociación de Profesionales del Sexo Travestis, Transexuales y Transformistas de Río de Janeiro).
Cuando salió de su casa, Luana tenía nueve años de edad. Era 1969 y la dictadura militar estaba instalada en Brasil. Desde los postes de luz sorteó la represión y la prohibición. Las hormonas no estaban permitidas ni el maquillaje en los hombres. "Eran tiempos muy difíciles pero se ganaba mucho", asegura quien hoy en día es llamada la Reina de Lapa.
En los postes en donde se inició los travestis convivían con la orina, la mierda, las piedras… Luego llegó la época del VIH, que en esa época se conocía como el cáncer gay. Luego, a los 20 años, se fue a vivir en París. Montada en sus tacones recorrió más de 39 países y participó en programas de televisión, películas y obras de teatro. Ahora, con 58 años encima, puede decirse que es uno de los personajes más respetados de la noche carioca.
Montada en sus tacones, la Reina de Lapa recorrió más de 39 países y participó en programas de televisión, películas y obras de teatro. Ahora, con 58 años encima, puede decirse que es uno de los personajes más respetados de la noche carioca.
La Reina de Lapa camina por las calles de Río de Janeiro. Del escote de su vestido animal print –largo y ceñido-cuelga un tubo negro, es un spray paralizante. En el bolso beige que lleva en el hombro desnudo guarda un tolete. Es un mujerón de más de 1.80 de estatura, senos y caderas voluptuosas. No tiene cirugías en la cintura, en las pantorrillas, en los pies, en las manos ni en su órgano sexual: "mi polla está acá, la amo y, si pudiese, la aumentara".
Muchas de las travestis no quieren cambiar de sexo porque su órgano sexual es su herramienta de trabajo. Las buscan por eso. Según Vagner de Almeida, vocero de la Associação Brasileira Interdisciplinar de AIDS (ABIA) y que trabaja con travestis hace más de dos décadas, en términos sexuales ellas son activas y penetran al cliente. "El cliente pasa a ser pasivo. Hay hombres casados, que usan el servicio. Sienten doble placer, la penetración y ver que frente a él está una mujer, siendo una suerte de fetiche", añade.
"En el momento de hacer el trato no me interesa nada de la vida del cliente, vamos a hacer lo que queremos hacer. Como, me comen, chupo, me chupan. Doy el servicio y quiero la plata", dice Luana. La tarifa varía, no hay nada establecido. Pueden ser 50 reales (USD 15) por media hora o hasta 300 (USD 95) por ese lapso, el valor lo define cada trabajadora. La Reina de Lapa confirma que el Mundial de Fútbol fue excelente para hacer dinero, "solo no ganó quien no quiso. Se incrementó tres veces el número de clientes", comenta. Una situación similar se desarrolló durante los Juegos Olímpicos. Sin embargo, Luana Muniz aclara que no hace una apología de la prostitución, ni apoya la prostitución infantil. Incentiva a que quienes quieren un trabajo convencional se preparen.
"Brasil se dice un país democrático, sin prejuicios, pero es una gran mentira. No se abre el periódico y se leen anuncios de trabajo para travestis, y pasará mucho tiempo para que eso ocurra", increpa. Según la Asociación Nacional de Travestis y Transexuales, el 90% trabaja en la calle. Muniz valida el dato, al mismo tiempo que destaca la existencia de proyectos que ofrecen oportunidades de estudio. De hecho, ella abrió un local de ropa en donde emplea a travestis.
Generalmente, el ciclo de rechazo de una persona trans se inicia en casa, continúa en la escuela y se perpetúa en la sociedad. Por tal motivo al pretender acceder a un espacio formal de trabajo no están listas para el mercado. Carecen de escolaridad suficiente, factor que disminuye sus oportunidades. En esa lógica, se vuelven moradoras de la calle, hay quienes acaban adictas a drogas como el crack y expuestas a una vulnerabilidad social que termina en marginalización. En Brasil no hay cifras ni estadística sobre población trans, pues se invisibiliza, sostiene Julio Moreira, vocero del Grupo Arco Irís. En términos etarios, el promedio de vida de una o un transexual en Brasil es de 35 años.
En el 2012 la Coordinadora Especial de la Diversidad Sexual (CEDS), a cargo de la Prefectura de Río de Janeiro, lanzó el Proyecto Damas que ofrece talleres en diversas áreas a la población trans. Son grupos de entre 25 y 30 alumnas. Desde su inicio, cerca de 100 personas concluyeron el curso. Una de ellas es Beatriz Cordeiro que participó como alumna y actualmente es supervisora de la iniciativa.
Existen 104 empresas en Brasil, todas multinacionales, abiertas a la diversidad, no solamente sexual. Paradójicamente, solamente 33 firmaron un convenio para admitir transexuales.
Damas ofrece cursos de seis meses que fomentan la reinserción escolar, bases de derechos humanos, empoderamiento del espacio público y cultural, manejo del idioma y capacitación para entrevistas de trabajo. Durante el proceso, el programa contempla una beca de 300 reales (USD 95) mensuales más transporte, para evitar la deserción. Entre el 30 y 40 por ciento del alumnado consigue una plaza de empleo. La cifra refleja la resistencia de la empresa privada para acoger a esta población. Quienes consiguen trabajo están en supermercados, restaurantes de comida rápida, cafeterías… Incluso el COI entró en contacto con CEDS para acceder a una base de datos de alumnas e integrarlas a las actividades de los Juegos Olímpicos.
Existen otro tipo de iniciativas ciudadanas para promover la inserción laboral de este grupo vulnerable. Son sitios web en donde se publican propuestas de empleo: trasempregos.com.br y transserviços.com.br. Existen 104 empresas en Brasil, todas multinacionales, abiertas a la diversidad, no solamente sexual. Paradójicamente, solamente 33 firmaron un convenio para admitir transexuales.
"Es una minoría quien ofrece esas oportunidades", recalca la Reina de Lapa. Por ello, fomentó la creación de la Asociación con el fin de luchar, hablar de sus problemas, cumplir con sus deberes para exigir sus derechos porque, en sus palabras, el tiempo de la navaja y el cuchillo ya pasó.
La inoperancia del Sistema Único de Salud frente al proceso transexualizador también incide en que quienes no quieren hacer una fila de espera de años, acudan a la prostitución como un mecanismo para financiar las cirugías en instituciones privadas. Ese hecho convierte a la población en un grupo de atención prioritaria en lo que a enfermedades de transmisión sexual (ETS) respecta.
VIH, una realidad latente
Jacqueline Rocha Côrtes, Jacque, tiene 56 años. En el 2001 se sometió a una cirugía de readecuación genital. En el 2003 concretó el cambio de nombre y sexo en el registro civil. En el 2004 se casó con Víctor. Es madre de un niño y una niña. Hace 22 años es portadora de VIH.
Del total de personas infectadas con VIH en Brasil (610.000), cerca del 40% son miembros de la comunidad LGBT, según Río sin homofobia. De acuerdo a ONUSIDA, en Brasil la comunidad de gais, travestis y transexuales tiene 11 veces más probabilidades de ser VIH-positiva que el conjunto de la población.
De acuerdo a ONUSIDA, en Brasil la comunidad de gais, travestis y transexuales tiene 11 veces de ser VIH-positiva que el conjunto de la población.
Vagner de Almeida, vocero de ABIA, explica que la población trans es vulnerable porque entre los 11 y 13 años de edad empiezan sus procesos de transformación. Paralelamente, son personas que, en su mayoría, sufren abusos sexuales desde los 7 a 9 años de edad. "Son expulsados de casa y viven de la prostitución. Algunas sobreviven la prostitución, al tráfico de drogas, pero se infectan con VIH. No hay datos precisos, sino subregistros, pues hay quienes no se hacen el test". Y aclara que no todas las personas trans, portadoras de VIH, son trabajadoras sexuales. Jacque es una muestra de ello.
Jacque tenía 34 años cuando la prueba de VIH dio positivo. Nunca se prostituyó. Era 1994 y ese resultado era sinónimo de una sentencia de muerte. La depresión y la angustia también circulaban por sus venas. Pero su madre, la persona que desde niña la aceptó, apoyó y acogió tal como era –al igual que los demás miembros de su familia-, le dio un sacudón mientras le gritaba: "estás viva y seguirás viviendo. No vas a morir a causa de esto". 22 años después se convirtió en un símbolo del activismo y su historia la recoge el documental Meu Nome é Jacque, de Angela Zoé.
"Ser una persona trans en Brasil significa una lucha constante por la dignidad y los derechos, lo mismo pasa en otros lugares. Significa estar amenazada. No es fácil, nunca fue. Pero, a pesar de todo, la situación ha mejorado en cuestiones de respeto y visibilidad gracias a la existencia de algunos movimientos que, en el pasado, no había. También hay programas gubernamentales que incrementan la posibilidad de acceso a la educación y las oportunidades laborales para que la prostitución no sea la única alternativa. Pero todavía estamos distantes de lo que necesitamos", reconoce Jacque, quien formó un hogar en Araruama, a dos horas en auto de Río de Janeiro.
Jacque fue profesora de inglés y representante del Gobierno de Brasil ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Esta mujer de melena castaña ondulada, que viste traje sastre y tacones cuando da conferencias, ahora es ama de casa. Se dedica por completo a sus hijos adoptivos, mientras su marido trabaja.
El futuro de la población trans en Brasil es incierto. Las fuentes coinciden en que el actual gobierno de Michel Temer y la conformación del Congreso Nacional representan un retroceso en el desarrollo de políticas públicas que garanticen sus derechos, acceso a educación, trabajo, salud.
Al interior del Parlamento, el diputado Wyllys enfatiza en que la lucha es impedir que se den esos retrocesos, porque avances no van a existir. "Los movimientos sociales tienen que comprender la dinámica que estamos viviendo y entender que no hay una correlación de fuerzas que permita aprobar los proyectos de ley que necesitamos", confirma. Mientras tanto, los hechos ya confirman el escenario de invisibilización de la comunidad. Por ejemplo, el Seminario Nacional sobre Proceso Transexualizador, que se iba a desarrollar este septiembre, se canceló.
*Investigación realizada gracias a una residencia en Casa Pública, ofrecida por Agencia Pública, en Río de Janeiro
[RELA CIONA DAS]



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