Fotos: Luis Argüello
Seis jóvenes representaron una historia de trata o tráfico de migrantes mientras una bailarina representó con su cuerpo cada testimonio.
Han formado un gran círculo. Están sentados en un mismo espacio. Todos se miran y se observan. En el centro hay un persona que mueve su cuerpo. De pronto alguien que parecía ser un asistente más se levanta. Es una mujer. Y cuenta una historia. Viajó al exterior y le dijeron que le darían trabajo. Pero cuando llegó era un bar. “Ahora era de su propiedad me dijo el dueño del lugar”. Se refería a su captor quien la mantuvo encerrada por un año y medio. “Siempre había mujeres nuevas”. Una día, dijo, llegaron personas para dar información sobre el VIH. Le dejaron un papel con números telefónicos. Pidió a un hombre que llamara por ella. Fue la primera vez que dio su nombre real. Y la encontraron.
Luego se levantó quien dijo que era una estudiante. Viajó al exterior para terminar sus estudios, pero su visa caducó. Se quedó sin papeles migratorios y vivió como indocumentada en un país que no era el suyo. Trabajó en esas condiciones para pagar su universidad. Luego se levantó un padre, un religioso y una madre que la llevaron como empleada doméstica. Estas experiencias encierran dos elementos comunes: la trata y el tráfico de personas. Son historias cercanas. Quizá de quien está sentado a su lado. No tiene género, ni edad. Afecta a todos.
En el Café Libro, en el centro norte de Quito, decenas de personas acudieron al encuentro lúdico.
Esta es la iniciativa MoVERnos que busca acercar las historia de quienes han sobrevivido a la trata y al tráfico de personas en un espacio más lúdico e informal. El pasado miércoles, en el Café Libro, decenas de personas se reunieron para abordar estos problemas desde espacios más sensibles. Aunque quienes contaron esas historias no fueron los protagonistas de las mismas, estas sí son reales. Cristina Yépez, investigadora de la Universidad San Francisco sobre temas de género y trata, dijo que se basaron en el libro "Cien testimonios de migrantes detenidos en BTC" y que les retiraron toda alusión al lugar donde se produjeron para que cada asistente la imagine en su entorno. La vuelva cercana.
Este es uno de los objetivo de la iniciativa liderada por personas que han trabajado con víctimas de trata o han estudiado este tema. El grupo incluye actores y activistas. Se sumaron también personas que trabajan en Ciencias Políticas y en relaciones internacionales. Su idea fue lanzar la iniciativa sin logos, sin instituciones. En su opinión, es necesario sumar a las personas como personas, no como representantes de una entidad o autoridades.
Yépez afirma que la formalidad de los conversatorios tradicionales no son adecuados para hablar de movilidad humana. “Siempre es muy estructurado y poco empático. No hace necesariamente que la gente se relacione con el tema de una forma más sensible”. Tampoco que relacione las vivencias de las personas con sus propias experiencias. Hay un distancia necesaria que romper, considera. La idea es crear un espacio lúdico y complementado por historias reales, pero que han sido adaptadas para que cada quien le suene de forma diferente. Es una buena forma de traer las historias de movilidad a nuevos espacios, concluyeron en grupo.
Es un experimento. Y tras las historias vino el movimiento. Los asistentes se pararon y empezaron caminar. A veces muy lento. A veces muy rápido. Debían ocupar cada espacio. También debían mirar al otro. A todos los que pasaban a su alrededor. Mirar fijamente y descubrir sus rostros. ¿Qué historia puede haber detrás de cada uno de ellos? Seguir caminando y seguir mirando. El ejercicio terminó en risas y abrazos. Todos se movieron. Todos en el algún momento han pasado por una historia de movilidad.
Los asistentes caminaron, miraron, rieron y se abrazaron en un ejercicio por descubrir a quienes los rodeaban.
“Podemos escuchar entrevistas, ir a conversatorios, tener acceso a información. Pero no nos acerca necesariamente a una historia, no necesariamente humaniza a las personas”, dice Yépez, quien cree que para combatir la xenofobia no alcanzan las cifras. “Cada uno ha vivido una historia de movilidad, hemos visto a alguien migrar. Y el lenguaje de crisis no nos está ayudando a vencer esas distancias”. Se refiere a la llegada de ciudadanos venezolanos al Ecuador que ha despertado tanto solidaridad como rechazo.
El equipo de la iniciativa MoVERnos busca que la reflexión sobre estos temas salga de los espacios cognitivos.
Verónica Supliguicha, quien es parte de la Fundación Alas de Colibrí y una de las impulsoras de la iniciativa, cree que este tema era pertinente dentro de la coyuntura que ha significado la llegada masiva de venezolanos. “Hay que evitar la xenofobia, el nacionalismo, lo que afecta la convivencia entre migrantes”.
Recuerda que MoVERnos busca dejar los espacios muy cognitivos sobre el tema para ir a lugares donde existiera más participación y permitan romper la estructura institucional del Estado y la sociedad civil. “Son también fronteras que nos dividen y limitan. Para hacer honor a que no existen las fronteras este también es un espacio para romper las fronteras institucionales”.
¿Por qué es importante hablar de la trata? Para la activista, la trata es uno de los riesgos que conllevan las medidas restrictivas de las políticas públicas sobre movilidad humana. Por ejemplo, el Gobierno ecuatoriano exigió pasaporte para los venezolanos, pese a que el trámite de este documento en ese país puede durar entre 8 meses y un año. Aunque la Defensoría del Pueblo y otras organizaciones lograron que se dictan medidas cautelares contra esa medida, Ecuador volvió a pedir la cédula como requisito de ingreso pero con un certificado de validación o apostillado. “Las personas necesitan moverse. Si quieren migrar van a hacerlo” , manifiesta y recuerda que la trata es unas de las más graves violaciones de derechos humanos.
Un espejo sirvió para simular una mochila donde los asistentes dejaron mensajes alusivos a lo que llevan, traen y se comprometen en ese espacio de reflexión.
Según Supliguicha, existe debilidad estatal en la capacidad de respuesta a las víctimas. En Ecuador, el 62% de víctimas de trata son adultas; el 37% son niños, niñas y adolescentes; y el 1% son personas de la tercera edad. Desde el 2014 hasta julio pasado, se han judicializado 365 casos, en los cuales el 97% de víctimas son ecuatorianas; el restante son hechos sucedidos contra personas de nacionalidad colombiana, peruana; y, últimamente, venezolanos. Estos son datos oficiales que señalan además que las provincias donde se han detectado más casos de trata de personas por explotación sexual son Manabí, Los Ríos, Guayas, Pichincha y El Oro. Las provincias con más hechos de explotación laboral son Imbabura, Pichincha, Carchi y Sucumbíos.
En Ecuador, el 62% de víctimas de trata son adultas; el 37% son niños, niñas y adolescentes; y el 1% son personas de la tercera edad.
A la activista le preocupa que entre las decisiones que haya tomado el Gobierno ecuatoriano para enfrentar la crisis económica sea la eliminación del Ministerio de Justicia. Esta cartera tenía a su cargo la atención de víctimas de trata según lo contempla la Ley de Movilidad Humana. “¿Qué va hacer el Estado frente a esto?, ¿quién ahora va a asumir esa competencia de protección?”, se pregunta. Y más aún cuando identificar una víctima de trata no es una tarea sencilla y cuando se logra es necesaria la protección adecuada.
Cree que hay nuevos vacíos frente a este tema que se agrava porque ahora la Ley de Movilidad Humana ya no cuenta con la institucionalidad con la que fue aprobada. Esperan hablar con el Ministerio del Interior para conocer qué va a pasar con este tema. “No existe la posibilidad de que por una crisis económica se retroceda en derechos”.
La cita continuó con el testimonio de una madre y su hijo detenido en Estados Unidos por Migración. Ella se llama Clemencia Ramírez y él Héctor Tapia. “Mi mente se ofuscó cuando por teléfono me dieron el mensaje de que mi hijo estaba detenido y pensé lo peor. ¿Cómo serán las cárceles?”.
Héctor Tapia recogió 250 testimonios en un centro de detención de migrantes en Florida, Estados Unidos. Allí estuvo preso tres meses. Luego imprimió un libro con 100 de esos testimonios.
Tapia contó que migró por deudas y al terminarse la visa se quedó como indocumentado. Estuvo en Florida y fue detenido mientras estuvo manejando. Lo llevaron a un centro de de migrantes. No tenía mucho que hacer, más que ejercitarse y rezar. Así que se puso a escuchar las historias de quienes estaban allí. “Una persona me contó su historia durante 8 días”. Cada uno firmó su testimonio. El esfero le dejó callos. En ese centro estuvo tres meses encerrado. Pero durante ese lapso recopiló 250 testimonios en 10 cuadernos, de los cuales eligió 100 para escribir el libro que llamó “Cien testimonios de migrantes detenidos en BTC"” que corresponde a las siglas de Broward Transitional Center.
Con la venta del libro ayudó a 35 personas a través del Florida American Immigration Justice en el 2015 cuando se imprimió. “Nueve de cada 10 juicios se perdían por falta de asistencia legal”, afirma.l
“Una de las historias trata sobre dos hermanos que cruzaron la frontera. Uno de ellos se murió por un paro cardiaco y por solidaridad le dan la residencia al hermano vivo. Él fue a buscar la ‘migra’ para llevar el cuerpo a México. Él dice en su historia: papeles por la vida de mi hermano”. Esta es uno de los testimonios que más le impactó. Con la venta del libro ayudó a 35 personas a través del Florida American Immigration Justice en el 2015 cuando se imprimió. “Nueve de cada 10 juicios se perdían por falta de asistencia legal”, afirma.
La estancia en el centro le resultó cómoda por la compañía de más personas en la misma situación. Un día llamó a los consulados para que les lleven comida y conmemorar el Día de la Raza. Recuerda que el Consulado de Ecuador y la Liga Ecuatoriana de la Florida les llevaron guatita. Estuvo acompañado de 16 ecuatorianos más.
A cuatro días de salir, en hojas A3, motivó a sus compañeros para que hicieran una pancarta. Usaron chicle y cinta adhesiva. “Todos venimos por los mismos papeles”, dijo y 500 detenidos se expresaron en ese lienzo improvisado. Cada uno dedicó un minuto de oración por él, su familia y los demás detenidos. La pancarta ha estado en congresos de migración de Brasil, Tokio y en la Casa Blanca. Fue donada al senado de la Florida.
Tapia fue deportado, pero esto le abrió nuevas oportunidades. Ganó una beca doctoral en España, donde estudió derecho y relaciones internacionales. Allí se convirtió en un activista de DDHH y logró que uno de sus tutores le financiara la traducción de su libro a cinco idiomas más: inglés, francés, árabe, portugués e italiano.
“Pensaba que esto estaba archivado”, dijo ante los asistentes y agradeció el espacio. Cristina Yépez espera que esta iniciativa motive más encuentros para la prevención de la trata o contra la xenofobia. Pero que sean iniciativas que eviten el lenguaje violento. “Esto es propositivo, surge de la sensibilidad y que no convoca a la violencia de ninguna manera”.
[RELA CIONA DAS]
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