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4 de Mayo del 2020
Historias
Lectura: 28 minutos
4 de Mayo del 2020
Christian Escobar Jiménez

Profesor de la Facultad de CC.HH. de la PUCE. 

Unas necesarias aclaraciones sobre los privilegios y problemas del sistema de educación superior
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Imagen referencial

 

El sistema de educación superior no necesariamente ha mejorado en cuanto a indicadores mientras más se paga a los profesores. ¿Harakiri? Sí. Bájennos los sueldos. No somos más especiales que nadie. ¿A qué nivel se bajarían? Pues habría que discutirlo y estar dispuesto a renunciar a ciertos privilegios, estar más acorde a la realidad del país.

¿Qué cosas le aburren?
El discurso vacío de la izquierda, el de la derecha ya lo doy por sentado.

Roberto Bolaño en una entrevista

 

Hace algunos años, hubo dos sucesos que evidenciaron un problema central en el sistema de educación superior ecuatoriano. En una de sus disputas comunes (con casi cualquier persona), el ex Presidente Correa acusaba al ex rector de la Universidad Andina Simón Bolívar, Enrique Ayala Mora, de recibir un salario a pesar de estar jubilado (*). Entre otras cosas, se discutía que el salario de Ayala iba entre los 9.000 y 11.000 dólares mensuales. Si el salario del señor Ayala era de 9.000, para cubrirlo se necesitaba que dos alumnos pagaran los 4.500 dólares por una maestría de dos años; es decir, debía haber 48 inscritos por ciclo. La Universidad Andina se financia con aportes de los países de la Comunidad Andina de Naciones, es decir, con dinero de colombianos, ecuatorianos, peruanos, de otra forma no sería posible cubrir estos montos. Los salarios de los profesores oscilan entre los 3.000 y los 6.000 dólares; es decir, entre 7.5 y 15 veces lo que percibe un obrero. Otro tanto para la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, que otorga pagos similares, lo que no obsta que puedan existir salarios extraordinarios o premios y compensaciones por diversos motivos.

El otro caso es bastante más obsceno, y supongo será recordado por todos: fue el de los integrantes del consejo directivo de Yachay, cuatro genios maravillosos que ganaban alrededor de 15.000 dólares, dos de los cuales apenas habían pisado el Ecuador. 

En aquellos tiempos, de acuerdo al Decreto Ejecutivo N° 247 de febrero de 2014, una vez cumplidos los requisitos de rigor (básicamente, título y número de publicaciones), los rangos salariales de un rector podían ir entre 16.000 y 18.000 dólares y de los decanos, entre 5.700 y 13.000 dólares (poco más o menos). Tomando como base el salario básico unificado de ahora, 400 dólares, un rector de universidad podría ganar lo que 45 obreros, mientras un decano, ganaría mínimo casi 15 veces. De acuerdo al máximo fijado por ese decreto, el salario de un rector de universidad podría acercarse al cuarto de millón de dólares. Si bien, el incumplimiento de requisitos por parte de los rectores (conozco uno que otro que no tiene ni siquiera doctorado de cuarto nivel o de investigación, mandato de la Ley Orgánica) no les permitía llegar a esas cantidades, dejaba una señal clara: en el país, nadie como los académicos. Palabra del correismo. La hagiografía correista, la del muchacho self-made, ultra becado, se materializaba tantas veces como era posible en la idea de meritocracia, un discurso que curiosamente cala bastante bien en la academia, siempre tan crítica (¿pseudo crítica?) o al menos inconforme con todo.

La hagiografía correista, la del muchacho self-made, ultra becado, se materializaba tantas veces como era posible en la idea de meritocracia, un discurso que curiosamente cala bastante bien en la academia, siempre tan crítica (¿pseudo crítica?) o al menos inconforme con todo.

La cumbre del profesor universitario ecuatoriano puede ganar alrededor de 78.000 dólares al año (de acuerdo al Reglamento de escalafón docente emitido por el CES en 2017). Un profesor en Harvard, gana casi 200.000; pero hay, al menos, tres diferencias sustanciales. La primera es que en los Estados Unidos, los salarios universitarios se negocian personalmente y suben de acuerdo a la trayectoria del profesor y están sujetos a cambio, para arriba o para abajo. La segunda es más obvia: para el 2015, Harvard, una universidad con poco más de 20.000  estudiantes, tenía un presupuesto de 4.000 millones de dólares y fondos de inversión que superaban diez veces esa cifra. Para hacernos una mera idea del tamaño de las economías, el Municipio del Distrito Metropolitano de Quito tenía un presupuesto  de 1.000 millones de dólares. Por un lado, el presupuesto de una ciudad de 3 millones de personas es un cuarto del de una universidad de 20.000 estudiantes y 10.000 profesores y administrativos; por otro, los salarios de los profesores mejor pagados en Ecuador alcanzan el 40% de un profesor promedio de Harvard, pero con las distancias referidas, y alcanzan el 1.500% con respecto al salario básico ecuatoriano. Vean la diferencia. La tercera: Harvard es una institución privada sin fines de lucro.

¿Halla usted algún problema en esto? Yo sí. Incluso en tiempos de vacas gordas, de la estúpida apuesta correista por los eternos precios altos del petróleo (que nunca fueron suficientes, basta con ver el crecimiento de la deuda), esto era inmoral e insostenible.


¿Halla usted algún problema en esto? Yo sí. Incluso en tiempos de vacas gordas, de la estúpida apuesta correista por los eternos precios altos del petróleo (que nunca fueron suficientes, basta con ver el crecimiento de la deuda), esto era inmoral e insostenible. Si en el correismo se pretendía que un rector universitario llegue a ganar hasta un cuarto de millón de dólares; en Canadá, el presidente (aunque no es exactamente lo mismo que un rector, pero bueno, sirve el ejemplo) mejor pagado de una universidad llega a percibir algo más de un millón. Cuatro veces más con un ingreso per cápita 4 veces mayor. La diferencia es que en Ecuador hablamos de instituciones públicas en un país con serios problemas estructurales.

Las desproporciones se repiten de mil maneras cuando de educación superior se trata: hubo momentos en que la política de becas estuvo dispuesta a pagar hasta un cuarto de millón de dólares  por colegiaturas en universidades tipo Ivy League. Recuerdo que en una reunión en el 2016, un estudiante se quejaba por la reducción del cuarto de millón. Diego Vintimilla, ex secretario de Senescyt, le contestaba por la queja “’¿tú has visto tanto dinero junto? Me imagino que será un montón de este tamaño”, indicando la altura desde el suelo con la palma de la mano. La gente suele ver los beneficios de la educación superior como un mérito, como un derecho propio (soy doctor, soy el mejor estudiante), y no como un beneficio, un privilegio pagado por la sociedad. Ese es un error enorme. Para pagar estos salarios, para dar estas becas, se deja de invertir en otras cosas.

En el 2013, asistí a un evento organizado por el IAEN, aquella institución que contaba con el aval de varios iluminados del mundo que llegaban, cobraban y se iban. Este evento era sobre el tan mentado nuevo orden mundial, algo que encantaba en el IAEN y en Ciespal (lo que suena a una especie de illuminatis con camisetas del Che). A cada uno de los cuatro expositores se les pagó alrededor de 20.000 dólares por hablar en unas conferencias que duraban alrededor de dos horas. Escuché atentamente lo que tenían que decir. La conclusión de un pobre imberbe como yo era que eso mismo podía haberlo leído en uno de sus papers, bastante más detallado o incluso verlo en Youtube, pero parece que el ineficiente fetiche de la “presencia” podía más. Oír al genio es como estar en presencia de Jesús, “una palabra suya bastará para sanarme”: frente al genio, se puede devenir en uno.

La conclusión de un pobre imberbe como yo era que eso mismo podía haberlo leído en uno de sus papers, bastante más detallado o incluso verlo en Youtube, pero parece que el ineficiente fetiche de la “presencia” podía más.

Las ventajas de contar con tantos genios, visitantes, locales, pagados, etc. se ha repetido también hasta el cansancio. A Pabel Muñoz y a Guillaume Long les encantaba hablar de masa crítica, el crecimiento proporcional de genios académicos en el Ecuador nos llevaría a la explosión económica y de la investigación (pero parece que en vez de la luz que proporciona la energía nuclear nos tocó más bien un Chernóbil). El inteligentísimo Ramírez justificaba esas enormes inversiones para la construcción de la sociedad del conocimiento, algo que llegaría en los próximos años. Tanto creía en ella que se creó un puesto en Ciespal para esperarla dentro del país. Incluso el ex ministro del gobierno de Moreno, Carlos de la Torre, dijo que el crecimiento económico espera del retorno de los becarios al país. Habría que recordarles lo que cualquier manual básico de economía dice (o el sentido común): no solo se necesita capital humano, sino capacidad instalada para trabajar. En fin, la educación superior devino en un monstruo intocable, una vaca sagrada, una forma de vender humo, la puerta al futuro de una sociedad post extractivista.

Se podrá decir que el ejemplo de Harvard es tendencioso, pero si nos comparamos con los países vecinos o países europeos, se verá que los salarios de los profesores nacionales son totalmente desproporcionales para el tamaño de la economía. En España hay serios problemas de precarización laboral en las universidades, pero las distorsiones son menores. Un profesor titular gana alrededor de 35.000 euros, en un país en el que el salario básico promedio es de 1.000 euros (no es exactamente un salario básico a lo Ecuador y cambia entre regiones). Es decir, que el salario básico representa el 40% del ingreso de un profesor. En Ecuador, tomando en cuenta 3.000 dólares como el ingreso de un profesor titular, sería del 13,33% del salario básico. Un profesor ecuatoriano no titular gana más o menos lo mismo que un profesor titular español. En Francia el Smic (algo similar al salario básico) bordea los 1.500 euros en París. Un profesor con titularidad de cátedra gana un poco más de 3 veces eso. En Alemania un Professor (el top de los profesores) gana 3.5 veces ese salario. Esta lógica de desproporción se repite en todo lo que tiene que ver con el Estado, como en los salarios de los funcionarios públicos, los contratos del Estado o las consultorías que los genios hacen para saber por dónde debemos ir. El Ecuador jugó demasiado al nuevo rico y nadie quiere renunciar a los desfases y privilegios que eso creó.

La vaca sagrada de la educación superior debe desnudarse en muchas cosas. No es que una educación de calidad no sea necesaria, pero las remuneraciones deben corresponderse a la realidad del país. Bajo la tan mentada autonomía universitaria, la mayoría de rectores de IES se han resistido a la aplicación de modelos de evaluación, por ejemplo: si tanto les preocupa la calidad, por qué tanta resistencia.

La vaca sagrada de la educación superior debe desnudarse en muchas cosas. No es que una educación de calidad no sea necesaria, pero las remuneraciones deben corresponderse a la realidad del país. Bajo la tan mentada autonomía universitaria, la mayoría de rectores de IES se han resistido a la aplicación de modelos de evaluación, por ejemplo: si tanto les preocupa la calidad, por qué tanta resistencia. Y no es solo un problema de las universidades públicas, por supuesto. No me referiré a las privadas, no es el momento para hablar de haciendas y grupos corporativos. De acuerdo a buenas fuentes, existen salarios de hasta 7.000 y 11.000 dólares en una IES cofinanciada, que pagaba estancias en La Florida para realizar estudios de posgrado. Hay profesores que todavía no cobran en esa universidad, mientras se mantiene esos sueldos para otros. Esta universidad tuvo que ser salvada por un grupo económico hace unos años. Esto se repite en casi todas las universidades cofinanciadas. Salarios sin proporción al tamaño del país, trasladando los costos a los estudiantes, encareciendo el acceso, volviendo insostenible cualquier proyección; triplicación de salarios sin ningún criterio actuarial. Estos desfases han hecho que hoy por hoy, algunas universidades del país tengan la deshonra de competir con universidades de Chile y Colombia, no por su calidad, sino por su carestía.

El problema de este tipo de salarios inconsecuentes, privilegios de rango o sobrecompensaciones, se traslada a otro tipo de realidades que golpea la economía ecuatoriana. Salarios de este tipo ayudan a presionar al déficit de la balanza comercial, propician desfases en sectores de la economía (¿cuál sería el papel de los profesores universitarios en el boom inmobiliario? antesala siempre de una crisis de grandes magnitudes), encarecen servicios que deberían ser derechos (¿Se ha preguntado usted cuántos profesores universitarios educan a sus hijos en estos colegios de elite de Quito?). Con la capacidad de demanda pagada por esta forma de burocracia dorada, difícilmente estos colegios se volverán más accesibles para el común de los mortales. En la desproporción de las becas y en los salarios de los profesores somos generosos con plata ajena. Hace algunas décadas han proliferado los estudios de cómo ciertos sectores causan enormes distorsiones en la economía y crean espacios de reproducción de privilegios: turismo, gentrificación, pago a futbolistas, etc. ¿Podríamos añadirle el caso de los profesores universitarios en Ecuador?

Salarios de este tipo ayudan a presionar al déficit de la balanza comercial, propician desfases en sectores de la economía (¿cuál sería el papel de los profesores universitarios en el boom inmobiliario? antesala siempre de una crisis de grandes magnitudes), encarecen servicios que deberían ser derechos (¿Se ha preguntado usted cuántos profesores universitarios educan a sus hijos en estos colegios de elite de Quito?).

Según el informe financiero de 2017 de la Universidad de Guayaquil, el presupuesto ejecutado fue de alrededor de 175 millones de dólares. El 88% se fue al gasto corriente. El 7% no se ejecutó. Esta universidad es la más grande del país y está intervenida por problemas de corrupción. Cuando Mancur Olson proponía la idea de bandido estacionario para el Estado, pensaba en la forma en la que grupos de bandidos se habían asentado arrogándose el privilegio de cobrar por seguridad; Carles Boix le tomaba la palabra y lo analiza en términos de aquellos aprovechados que no contribuyen socialmente y viven del botín. El caso de este universidad intervenida, la más grande del país, es un ejemplo de botín económico y político. Esto se replica en otras universidades públicas de Esmeraldas, Manabí, Loja y Quito.

No es solo un problema del nefasto gobierno que tenemos y su desmantelamiento de todo, es un problema ya de la propia estructura de la educación superior de la que poco se habla, porque los críticos del sistema hemos permanecido anuentes con lo que nos beneficia. Y se pueden dar respuestas a las críticas obvias, a los lugares comunes sobre la educación superior.

Los profesores universitarios son un grupo selecto de gente que se ha quemado las pestañas y ha invertido en su educación para obtener réditos semejantes. Pues bueno, yo diría que estudiar la universidad en este país se debate más entre el privilegio y la falta de opciones laborales para la juventud que otra cosa. Los estudios superiores de cuarto nivel generalmente se hacen sin inversión monetaria propia, pues son pagados por los Estados. Ante esta situación, pagar esos sueldos conlleva a lo que siempre he sostenido sobre la educación: produce un efecto de sobreconmpensación del tipo Efecto San Mateo, como lo llamó Robert Merton (a los que tienen, todo les será dado, pero a los que nada tienen, hasta lo poco que tienen les será arrebatado).

También se verá como una forma de recompensa a su esfuerzo laboral docente e investigativo. No tengo datos para esto, pero me imagino que la mitad de los profesores ecuatorianos no prepara sus clases, así, por experiencia de alumno. Sobre la investigación sí tengo datos, y bueno, no son muy reconfortantes, pero ese es otro tema; aunque basta ver la calidad de las publicaciones endogámicas de la mayoría de universidades del país, en las que publican sus propios profesores. Sobre los propios desfases de estos salarios y la producción, se puede además revisar algunos estudios empíricos que sostienen que la producción científica (medida en publicaciones) baja cuando los profesores alcanzan el tenure, es decir el cargo (que ya paga más). Mientras más años, más ganan, más se delega y menos se investiga.

Se puede hablar de que se paga esos salarios en proporción a la escasez de especialistas. En algunos casos sí, definitivamente, pero no es la norma. Se alguien cree esto, le recomiendo ver el número 472 de la revista Science dedicado a los doctorados alrededor del mundo o se puede buscar estudios empíricos sobre la realidad de los graduados doctorales alrededor del mundo. La escasez de titulados no es precisamente lo que define ahora al mundo. Existen muchísimos más graduados con doctorado que plazas disponibles en universidades y estancias posdoctorales. Las universidades europeas, chinas, americanas, argentinas, son fábricas de doctores. Muchas veces, más que por “vocación” o “calidad”, la gente estudia doctorados porque no tiene otras opciones y uno puede aprovechar todo lo que las sociedades están dispuestas a invertir en la educación superior.

Se puede aducir que el tamaño de la inversión es bajo en relación a los beneficios, pues bueno, precisamente eso hay que demostrarlo, hay que mejorar la calidad, la educación y la incidencia social.
Se puede  decir que mejores pagos son incentivos de calidad. Sí, lo son, pero solo con mecanismos de control establecidos, y en ese sentido, la educación superior más bien es un espacio de libertades y privilegios.

Se puede  decir que mejores pagos son incentivos de calidad. Sí, lo son, pero solo con mecanismos de control establecidos, y en ese sentido, la educación superior más bien es un espacio de libertades y privilegios.

Hace poco hice un estudio sobre los profesores con doctorado en Ecuador. Les asombrará saber que el 42% son extranjeros. ¿Por qué? Bueno, los factores son varios, pero mencionaré dos: la apertura a la migración cubana y a la recepción de venezolanos; la segunda son los salarios que se paga en Ecuador para profesores. Otra infidencia, el sistema de educación superior no necesariamente ha mejorado en cuanto a indicadores mientras más se paga a los profesores. ¿Harakiri? Sí. Bájennos los sueldos. No somos más especiales que nadie. ¿A qué nivel se bajarían? Pues habría que discutirlo y estar dispuesto a renunciar a ciertos privilegios, estar más acorde a la realidad del país. 

Pero bueno, esta declaración no es un suicidio altruista necesariamente. No solo es acoplarnos a la realidad del país, obedece también a la posibilidad de permanencia de las instituciones dentro del sistema y está asociado a la idea que le rondaba a Keynes siempre: el pleno empleo. En los tiempos del correismo se dispararon los salarios en la función pública; de pronto, era una forma de ascenso y movilidad social. Bueno, pues, recuerde las lecciones en economía sobre la rigidez salarial. Hay un problema en ello, en momentos de crisis, los costos se deben trasladar, pero la rigidez salarial (la incapacidad de negociar salarios vistos ya como derechos adquiridos irrenunciables) no lo permite, por lo que se transfiere a los más débiles del sistema. Si no se habría subido tanto los salarios, habríamos podido conservar más empleos pagados medianamente y no pocos mejor pagados. La docencia en la educación superior ha devenido en mero privilegio, en una burocracia dorada. Se necesita una mínima mea culpa, o les recuerdo los excesos en los tiempos de Ramírez, las famosas bacanales flacsonianas, las fiestas con saloneros y cocteles del IAEN o las cenas de bienvenidas con vino y Campari del rector del sueldo de 9.000 dólares. La educación superior ha contribuido decisivamente en muchos aspectos del país, y si tuviera más peso político, podría haberlo hecho más eficientemente, pero los excesos y los privilegios también son parte del sistema. Por lo general, en estos días se ha discutido y criticado bastante la reducción del gobierno, la ineptitud, corrupción y la evidencia de sus prioridades, pero creo que es necesario aclarar también estos privilegios. Esa también es la educación superior, no solo ese puro y prístino lugar en el que se tallan en madera las futuras mentes lúcidas y se educa con nobleza y sacrificio a los corazones ardientes.

 

CARTA DE ACLARACIÓN DEL DR. ENRIQUE AYALA MORA

Quito, 13 de mayo de 2020

Señor Licenciado
Juan Carlos Calderón
Director de Plan V
Ciudad

Señor director;

Un columnista de Plan V inicia su artículo sobre privilegios en el sistema de educación afirmando: “el ex Presidente Correa acusaba al ex rector de la Universidad Andina Simón Bolívar, Enrique Ayala Mora, de recibir un salario a pesar de estar jubilado. Entre otras cosas, se discutía que el salario de Ayala iba entre los 9.000 y 11.000 dólares mensuales.”

No rehuyo el debate, mucho menos cuando se trata de la educación superior, pero debo observar que Plan V publica un texto que fundamenta su argumentación en una falsedad. Porque simplemente no es verdad que mi remuneración como rector haya ido “entre 9.000 y 11.000 dólares”. El monto que se me pagaba era mucho menor, como lo estableció la Contraloría en su examen especial. Yo mismo presenté en esos días, con documentos de respaldo, las cifras verdaderas debidamente certificadas.

Esa fue una calumnia de Correa a base de documentos manipulados y cálculos tramposos, como afirmar que mi remuneración mensual permanente era lo que recibía en diciembre, cuando todo el mundo percibe el décimo tercer sueldo.

A su columnista le llama la atención que un profesor jubilado trabaje bajo contrato. Esa es una posibilidad legal, autorizada por el Consejo de Educación Superior y por el régimen de la propia universidad. En todo caso, ante la verdad a medias de su columnista, le aclaro a Ud. que la jubilación la paga el IESS y que no percibo jubilación alguna de la Universidad Andina.

Cuando di una amplia y documentada explicación ante la mentira de Correa, dejé en claro que no me había beneficiado de su decreto que elevaba el sueldo de los rectores a más de US $ 16.000,00. No me subí el sueldo entonces ni nunca. Siempre percibí lo que las normas de la universidad establecían para todo el personal. Como alguna vez le demostré a Ud. personalmente, era yo un de los rectores que menos ganaban, pese a que podía aprovechar para subirme la remuneración de varios criterios que introdujo Correa en su decreto.

Tan fue una falsedad y una calumnia, que cuando todavía era contralor Pólit, el cómplice de Correa, el informe de Contraloría estableció que en la Universidad Andina no había irregularidades en las remuneraciones o en cualquier otro aspecto del manejo económico. Hurgaron en una década de mis sueldos y nada incorrecto pudieron hallar.

No me extraña que cualquier señor recoja mentiras de un falsario compulsivo como Correa y manipule información para plantear un tema a su gusto. Pero me llama la atención que afirmaciones dolosas que afectan la honra de una persona aparezcan en una publicación con los antecedentes de seriedad y lucha por la verdad como Plan V.

Por ello, demando que Ud. se dirija a sus lectores y certifique la veracidad documentada de lo que probé ante las afirmaciones de Correa y ahora he ratificado brevemente.
Aprovecho la oportunidad para expresarle el testimonio de mi consideración.

Enrique Ayala Mora

 

 

(*) NOTA DE LA REDACCIÓN. En una comunicación verbal con esta redacción, el doctor Enrique Ayala Mora, ex rector de la Universidad Andina, señaló que el autor empieza su artículo con una calumnia inventada por Rafael Correa y que fue desvirtuada de inmediato. Ayala dijo que en una rueda de prensa aclaratoria y en varios medios de comunicación respondió a la calumnia de Correa. En esas comparecencias, y ante nuestra redacción, Ayala exhibió documentos donde demostraba que el Gobierno había tomado una factura de pagos del mes de diciembre que incluía ingresos adicionales que se dan una sola vez al año, como el décimo tercer sueldo, para inflar las cifras, como dijo el ex rector a este portal.  Para Ayala, el autor se basa en una calumnia que Correa hizo en su contra, en el contexto de los ataques del gobierno de esa época en contra de la Universidad Andina Simón Bolívar; calumnia que también, dice, afectó al prestigio de la FLACSO. 

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