Ilustrado por Anabel Mena
El reloj marcaba las 22:00 horas, ya era hora de dormir. Con los ojos pesados y la mirada perdida, el dolor en su cuerpo la mantenía despierta. Cada movimiento, cada respiración, cada parpadeo parecían una pesadilla, como si las entrañas se le retorcieran en su interior. Mientras buscaba una posición en la cual el sueño y su cuerpo se conciliaran, su esposo e hija dormían plácidamente a su lado. Al verlos, sintió envidia. Sus ojos se llenaron de lágrimas, lloraba en silencio y con las pocas fuerzas que tenía, cedió ante la batalla en contra de ella misma. La realidad era que, no era la primera ni la última que iba a tener. Así eran las noches interminables de Gema Morán, mujer de 34 años, quien vive con sólo el 25% de su ovario izquierdo debido a una endometriosis. “A pesar del dolor que me producía la enfermedad, probablemente hubiese preferido quedarme con eso que pasar por todos los estragos de la extirpación de ovarios (…) Ya no soy la misma mujer’’, relata.
Las enfermedades que afectan a las mujeres y personas con útero son, en ocasiones, mal diagnosticadas o diagnosticadas tarde. Debido a la desinformación en cuanto a temas del aparato reproductor femenino, los síntomas de una endometriosis u ovario poliquístico pasan desapercibidos porque para muchas personas son “normales’’. Para Sandra Bravo de 47 años, tener entre 9 y 12 días al inicio de su menstruación era regular. “Yo sangraba todo ese tiempo, claro que, sin cólicos, pero para mí era lo normal en una mujer’’, comenta. Sin embargo, no, los dolores intensos en la zona uterina no son normales ni muchos menos los sangrados abundantes que duran hasta 12 días.
La endometriosis es una enfermedad en la que el tejido que normalmente recubre el interior del útero crece fuera de este, en otras partes del cuerpo en donde no debería estar. Esta afección usualmente viene acompañada de dolor, inflamación y sangrado exagerado. A nivel mundial 190 millones de mujeres son afectadas por endometriosis, según la Organización Mundial de la Salud.
Los diagnósticos pueden llegar a tomar años debido a su complicada naturalidad. Si el problema no es evidente en un examen ecográfico, se necesita una intervención quirúrgica para detectar la endometriosis, explica Sofia Beltrán, gineco-obstetra.
Infografía enfermedades mujeres de Sara de la Puente
“Puede frustrar mucho. ¿Por qué? Porque el diagnóstico es quirúrgico, sí, el diagnóstico se hace a través de una laparoscopía, se entra con una cámara y se ven la pelvis, los implantes o el tejido endometrial en pelvis”, explica Beltrán. “Entonces, al hacer eso y tenemos el diagnóstico, ecográficamente también hay signos que nos pueden decir si la paciente tiene endometriosis. Si este tejido endometrial está en el ovario, causa lo que llamamos ‘quistes de chocolate’. Se llama así porque al abrirlos parece chocolate. Al tener ecográficamente este quiste, de una vez tenemos el diagnóstico, no necesitamos hacer una cirugía”, agrega.
La vida luego de la primera menstruación
Desde que Gema tuvo su primera menstruación, la menarquía, su vida se convirtió en un infierno. Sus ciclos venían acompañados de dolores muy fuertes y desmayos constantes. A pesar de haber tratado su endometriosis con medicación e inyecciones, esta anomalía seguía perjudicándola. A los 24 años tuvieron que operarla de emergencia pues habían detectado un tumor dentro de su ovario derecho. Luego de esto, la probabilidad de tener hijos para Gema era casi inexistente. Sin embargo, a los 28 años pudo concebir a su primera y única hija, la cual fue ‘’un milagro de Dios’’. Un año después, su salud comenzó a deteriorarse pues otro tumor benigno acechaba su cuerpo. Por prevención, decidieron intervenirla nuevamente y extirpar el tumor que se alojaba en su parte abdominal.
Sin embargo, este se había adherido al ovario que le restaba. El médico encargado de su operación decidió quitarle el 75% de este órgano y dejarle sólo una cuarta parte que ‘’haría que los estragos de la menopausia se sintieran más leves, pero no funcionó’’. La vida de Gema a partir de ese momento dio un giro de 180 grados. Dejó de dormir, de comer y de sentirse bien. ‘’Yo era una mujer llena de vida antes de mi segunda operación (…) Todavía hay momentos en los que no me quiero levantar de la cama y me sumo en depresión’’ detalla.
Actualmente, Gema está destinada a tomar medicina natural de por vida, para poder contrarrestar los efectos de su menopausia temprana. A sus 34 años ya no menstrúa y, por lo tanto, sus hormonas no funcionan. ‘’Una mujer subestima la menopausia hasta que le toca. Por eso, de haber sabido todo lo que tendría que pasar, hubiese preferido quedarme con el ovario izquierdo’’.
Cuando el dolor gana
En la adolescencia, el cuerpo de la mujer y personas con útero atraviesa por cambios hormonales y físicos. Después de la menarquía, el cuerpo se vuelve más susceptible a enfermedades relacionadas al sistema del órgano reproductor. Los síntomas como cambios de humor, acné, vellosidad e irregularidades en el ciclo menstrual pueden ser un indicio de una anomalía en este sistema. La detección temprana de estos síntomas es fundamental para encontrar un diagnóstico a tiempo.
Cuando se trata de salud femenina, uno de los problemas principales es la falta de información. Los controles médicos pueden ser un reto, físico como mental, y no son económicamente accesibles para todos. Existen casos en los cuales el llamado de atención ha sido inesperado. Así lo vivió Ana Julia Viteri, una estudiante universitaria de 21 años.
Ilustrado por Anabel Mena
Un 19 de abril, mientras ella cumplía con sus obligaciones del día a día, fue abrumada por un intenso dolor en su abdomen. Desde los nueve años, ella ha sufrido de cólicos fuertes y pensó que esto sería solo uno más. Sin embargo, al no encontrar una posición cómoda, una sensación de náuseas la abrumó repentinamente. El dolor parecía solo incrementar con cada minuto que pasaba y sus piernas empezaron a amortiguarse. Desorientada, pálida y sin fuerzas llegó hasta el centro de sistemas médicos más cercano a su institución. Ana Julia recuerda vagamente los sucesos de ese día, en su mente solo quedaron las fuertes punzadas y los gritos de dolor.
“No lo planeé y no lo vi venir. No había ninguna manera que hubiera podido prever eso e incluso sí me tomé una pastilla, pero la vomité,” cuenta Ana Julia.
El miedo, la falta de información y el factor económico le han impedido acudir a un ginecólogo antes. “Yo pensaba que tenía que ir al ginecólogo, solo sí tenía relaciones sexuales y siento que también es caro,” dice Ana Julia. “Todo lo que involucra salud femenina como toallas, tampones, pastillas y compresas, hasta el lavar la ropa, si se te ensucia. Yo sí quería ir antes a algún chequeo, pero no tenía el presupuesto para ir entonces por eso lo aplacé”, añade.
Para poder romper con el estigma alrededor de las consultas ginecológicas es imprescindible hablar abiertamente de la salud femenina. Los cambios hormonales y físicos en la mujer son temas que deberían ser discutidos en cada hogar. Mientras más exista una conversación, más fácil es prevenir las enfermedades a tiempo.
“Yo sugiero que cuando empezamos a tener estos cambios, que se observan en nuestro cuerpo, lo ideal es que en la casa se pueda conversar abiertamente. Y que nuestros padres nos puedan decir que puede pasar con nuestro cuerpo,” sugiere la doctora Beltrán. “A veces los padres se preguntan, ¿mi hija está creciendo, pero sigue siendo una niña? No quieren reconocer ese crecimiento entonces lo posponen. También sus padres no lo hicieron con ellos. ¿Por temor o por vergüenza, por desconocimiento? Entonces, yo considero que las mujeres, debemos acudir al ginecólogo”, añade.
En Ecuador, se realizaron cerca de 9’898.402 consultas subsecuentes de prevención y gineco-obstétricas en el 2020, incluyendo el sector público y el privado, informa un reporte del INEC.
La decisión de quitarse el útero
Para Magdalena Quiñonez quitarse el útero significó un cambio positivo en su vida, de lo contrario “probablemente no estaría aquí’’. Actualmente, tiene 73 años, de los cuales lleva 43 sin su útero. Los dolores intensos y los sangrados abundantes fueron los detonantes para que decidiera extirparse la matriz. “Tu matriz ya sirvió para lo que la necesitabas. Ya tienes cuatro hijos”, fue lo que le dijo su doctor. No tardó en realizarse la cirugía y vivir sin dolor. “Estoy muy bien de salud, me siento bien psicológicamente y no tengo ningún trauma”, cuenta Magdalena.
Someterse a una histerectomía es una cirugía grande de acuerdo a Beltrán. Anteriormente, se creía que se debería extraer el útero por cualquier molestia o cuando una mujer cumplía cierta edad. Ahora, esta operación es el último paso en la ginecología. Sin embargo, al pasar por este procedimiento no se tomaba en cuenta las implicaciones que este tipo de intervención puede tener en el cuerpo y psicología de la mujer.
“Hay pacientes que cuando se les retira el útero, dicen, me falta una parte de mí”, explica Beltrán. “Piensan, ‘necesito tener una menstruación para sentirme mujer, para reafirmarme como mujer.’ Es importante tener nuestro útero, nuestros ovarios, menstruar regularmente”, añade.
La historia de Sandra se asemeja a la de Magdalena. A los 39 años comenzó a tener fuertes cólicos, los cuales la “revolcaban en la cama”. Antes de eso, siempre había sido irregular en su ciclo menstrual. “Yo menstruaba a veces a los 3 o 4 meses, nunca era algo mensual”, explica. Además de tener un ciclo desordenado y sangrados de hasta 12 días, nunca había experimentado un cólico. Luego de estos síntomas decidió acudir a la ginecóloga y hacerse exámenes. La doctora le aconsejó seguir un tratamiento de pastillas de 6 meses, pero ella buscó una segunda opinión. “Mi primo es ginecólogo y él me dijo que tenía dos opciones: seguir con el tratamiento y arriesgarme a que el útero crezca y el dolor aumente o quitármelo”. Según su doctor, “el útero ya cumplió su función” y era mejor retirarlo. Sandra asegura que lo hizo por prevención de algo peor como el cáncer de útero.
Para el ginecólogo especialista en cirugía mínimamente invasiva, Alfredo Jijón, el haber cerrado el ciclo de paridad no es una razón para realizar una histerectomía. “Tiene que haber una molestia o alguna razón mayor para hacer esta cirugía”, explica. En la actualidad el porcentaje de histerectomías está bajando, según el ginecólogo. Con el avance de la medicina, enfermedades que afectan al útero pueden ser detectadas más rápido y ser tratadas con otros métodos no invasivos.
La salud también es mental
Los problemas en salud femenina no solo afectan el aspecto físico de las pacientes, sino también su estado mental. Al ver sus partes más íntimas se sienten expuestas y como si su feminidad ha sido comprometida. Estas mujeres pueden llegar a sentir inseguridad de su imagen corporal, en su vida sexual y hasta de su feminidad, explica Beltrán.
Cuando se habla de salud femenina, también se debería considerar el factor psicológico; cómo vivir con esta enfermedad puede ser perjudicial para su salud mental. Por instancia, las mujeres con síndrome de ovario poliquístico tienen síntomas de hiperandrogenismo, esto quiere decir que tienen una mayor cantidad de testosterona en su sangre.
“Si es que una paciente tiene síntomas como hiperandrogenismo, tiene vellosidad y acné. Aparte de eso, no menstrua”, informa Jijón. “Esto está directamente asociado en la parte psicológica y muchas veces está relacionado con la depresión, problemas de ansiedad y problemas interpersonales. Sientes cierta inseguridad y por eso tal vez, la mujer evita tener contacto con otra gente”, añade.
Gema destaca que la salud mental se ve muy afectada cuando una mujer no produce hormonas. “Las chicas se ven al espejo y su piel y cabello son suavecitos ¿no? Pero para mí, ya no es lo mismo”.
Además, se debe considerar el contexto social que viven estas mujeres, donde se les ha impuesto que su única función como mujer es tener hijos. “Depende mucho, también del círculo social y en donde estamos, en donde nos movemos, porque en Latinoamérica es muy importante menstruar para la mujer en general, desde el punto de vista psicológico”, informa Beltrán.
“Eso nos afecta psicológicamente también y es importante definir que la salud es el bienestar biopsicosocial de la persona. Entonces por eso el hecho de ser infértil, de no poder tener hijos, es una enfermedad, es un diagnóstico”.
Así como Gema, Sandra, Ana Julia y Magdalena, existen millones de mujeres alrededor del mundo que sufren de anomalías relacionadas al útero y ovarios. Es importante demostrar que más allá del tabú de la salud femenina, existen un sinnúmero de alternativas para tratar estas enfermedades y que pueden ser detectadas a tiempo. Ninguna mujer debería de pasar por el dolor de una endometriosis u ovario poliquístico sin ayuda. El dolor y los síntomas de estas anomalías deben de ser visibilizados como lo que son: afecciones que pueden escalar a mayores y provocar hasta la muerte.
*Estudiantes de Periodismo de la Universidad San Francisco de Quito
[RELA CIONA DAS]
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