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14 de Abril del 2014
Historias
Lectura: 18 minutos
14 de Abril del 2014
Redacción Plan V
Yasunidos: la primavera ciudadana

Fotos: Gianna Benalcázar, Juan Carlos Calderón y Adriana Galvis.

Jueves 10 de abril, en la sede de Acción Ecológica, David Mármol (centro, de pie) participa en la verificación de las firmas que a ser entregadas en el CNE.

 

Más de 106 000 formularios como estos entregaron los Yasunidos para que las firmas contenidas sean verificadas oficialmente.

Hasta el jueves 10 de abril, a las 13 horas, esta era el número de firmas que habían confirmado los Yasunidos. Finalmente entregaron más de 756 000 firmas.

 

En el espacio de Yasunidos, Pedro Bermeo tabula los datos de las firmas recogidas junto a Carla Espín, del colectivo.

 

La verificación de firmas también se hizo en uno de los patios de Acción Ecológica. Los carteles que irían en la marcha también se exponían en el sitio.

 

Julio César Trujillo, abogado constitucionalista y laboral, acompañó la marcha para entregar las firmas el sábado 12 de abril. Él es el representante legal del colectivo.

 

Un grupo de kwichas acompañó en el campamento y la marcha de entrega de firmas. Ellos se oponen a la explotación petrolero en el Yasuní, pero reclaman que sus voces no han sido escuchadas.

 

Humberto Cholango, presidente de la Conaie, estuvo en la marcha de los Yasunidos, como testigo de honor para entregar las firmas.

 

Obreros de la construcción fueron testigos del paso de los cientos de manifestantes que, a la altura de la Contraloría, pasaban con las firmas.

 

Las delegaciones provinciales de recolectores de firmas de los Yasunidos constituyeron el grueso de la marcha que acompañó la entrega de firmas al CNE.

 

Eran menos de 10 personas en un inicio, se convirtieron en miles de voluntades gracias a la convicción de defender sus ideas por encima de las imposiciones del poder. Esta es una crónica de los últimos días de la entre de firmas al CNE.

La oficina es de unos cinco metros cuadrados. Estrecha. Hay estantes de libros alrededor y mesas unidas que componen un gran tablero comunitario sobre el cual algunos miembros del colectivo Yasunidos colocan sus documentos y computadores.

Está al fondo de las oficinas de Acción Ecológica, en las calles Alejandro de Valdez y La Gasca, al noroccidente de Quito. Ese es el centro de operaciones de la recolección de firmas para la consulta popular para impedir que el Gobierno explote dentro del Parque Nacional Yasuní.

Fernando Fajardo, de 21 años de edad, vive en Sucumbíos y estuvo en el campamento y las marchas.

En ese lugar, el jueves 10 de abril hubo una reunión a mediodía en la cual pulieron los últimos detalles antes de entregar las firmas. En especial el conteo y verificación de datos en cada formulario y el proceso posterior de veeduria en el Consejo Nacional Electoral. Una de las personas que estaba coordinando el trabajo de los voluntarios era David Mármol, quien fuera detenido durante unas horas por mostrar su pulgar abajo al paso de la caravana del presidente Rafael Correa. Ese jueves movía sus pulgares por todos lados: decía que faltaban manos para realizar el trabajo.

De hecho los que están en ese momento en la sede de Acción Ecológica dicen hacerlo por convicciones. Mármol está claro en ello. “Mis convicciones… luchar por la vida de los pueblos no contactados, luchar por la naturaleza. El tema de Yasuní no pertenece sólo al Ecuador, el Yasuní es patrimonio del mundo y por otro lado se ha convertido en símbolo de la resistencia”.

Esas creencias son las que lograron que en Cuenca hayan conseguido al menos 15% del padrón electoral. Kléver Calle llegó desde el Austro y aún esperaba por más firmas de ese sector.  “Es un gran apoyo, el 15% del padrón en la propuesta de consulta es tres veces lo que la Constitución estipula para pedir consulta. Eso que se ha ganado en el Azuay tiene una legitimidad que es incontestable, no creo que haya la posibilidad de ningún argumento de las funciones del Estado, que es una sola la verdad, para deslegitimar, desvirtuar esta consulta que es 100% ciudadana”.

Proceso ciudadano. Ese es un punto que los Yasunidos quieren defender, durante lo que resta, para saber si se convoca o no a consulta popular, y más allá. Ellos hablan de defenderlo en la entrega de firmas y posteriormente, durante el conteo. Gabriela Ruales, una de las dirigentes, decía que para el campamento y la marcha cuidaban mucho que no se aprovechen figuras políticas. Y que lo harán incluso en el conteo de firmas. “Queremos que el conteo del CNE sea claro transparente, legal. Y sostener el proceso por fuera, seguir organizándonos y ver cómo seguir impulsando la consulta popular”.

Antonella Calle dice que ese proceso tiene que ver con la vigilancia de la verificación de firmas, nombres y cédulas. “Necesitamos tener veedores y que no sólo sean veedores de Yasunidos, más allá de que estén o no a favor de la explotación… los necesitamos porque este es un proceso independiente y democrático. Por eso, la gente tiene que unirse, es la democracia”.  

En la pequeña sala de Yasunidos, de dónde salieron ideas para completar el reto ambiental, están Carla Espín, Pedro Bermeo y Sara, una voluntaria extranjera que también contaba firmas. Carla asegura que cada centavo, cada gota de sudor, cada expuesta al sol para recolectar las firma valió la pena. “Los que estamos aquí hemos salido a las calles a recolectar firmas en un inicio y luego de eso otros lo tomaron como un ejemplo, se involucraron y salieron a las calles para recolectar firmas. Ha valido mucho la pena”, dijo.

Pedro es menudo y de cabello largo y abultada barba rojiza. Un pequeño vikingo en medio de un mar de formularios. Benito Bonilla, quien maneja la información del proceso a través de su agencia ecologista de noticias no oculta su admiración por este compañero: él recogió miles de firmas, si se le suelta en el desierto recoge firmas, en mar abierto recoge firmas, donde se encuentre; diría horas después con la sonrisa de oreja a oreja mientras veía a Pedro cargar cajas de firmas, organizar el conteo, ordenar a los compañeros y de paso agitar a los seguidores que llegarían por cientos a entregar las firmas.

Es un espíritu militante e intensamente comprometido el de este grupo de muchachos y muchachas, veinteañeros los más. A casi todos les brillan los ojos cuando hablan, de la selva, de los pueblos no contactados, de los animales en riesgo, de la traición de la palabra del gobierno. Jóvenes que se tomaron en serio las promesas de la revolución ciudadana y ecologista, que luego defraudó, según ellos.

Holmer Machoa, de 25 años, vive entre los Bloques 31 y 45 en la Amazonia.

Por eso cuando, la víspera de la entrega de firmas, instalan el campamento la tarde y noche del viernes, en el parque de El Arbolito, centro de Quito, no importan el frío ni la poca comida o agua. Hacen rondas, se instalan bajo carpas grandes y pequeñas, con morrales y bolsas de dormir, a las cuales se les nota el uso, quien sabe dónde nomás andarían... Esa noche a más de las rondas, hacen ceremonias  y rituales de waoranis y kwichas que han llegado de Yasuní adentro –voceros de pueblos que no han sido tomados en cuenta en la caudalosa propaganda oficial– para mostrar que hay algunos indígenas que hablan en contra de la explotación petrolera en la última selva virgen del planeta. La música, el teatro, la olla común y la fraternidad acompañarán la noche.

Esas voces que no han sido escuchadas hablan ya a las 10 de la mañana del sábado, hora en que la gente ha sido convocada para la marcha de entrega de firmas. Holmer Machoa, de 25 años, luce una camiseta celeste y pantalón gris, en contraste con sus hermanos kwichas que tienen sus trajes tradicionales. Vivo dentro del Bloque 31 y mi comunidad ocupa también parte del Bloque 43. Son 28 familias, 175 personas.  Es testigo de lo que la explotación petrolera hace a su mundo. "Nos oponemos porque van a dañar nuestro territorio, nuestra comunidad está siendo afectada, hay división entre familias; la petrolera organiza grupos que separan a quienes están a favor o en contra del gobierno". Él muestra las marcas de la empresa que está haciendo la sísmica 3D para Petroamazonas. Esta se llama Geologo Beloruseneft. Son los rusos y los bielorusos, asegura.

Los Yasunidos no tienen plan B, como el gobierno. Su gran y único objetivo es provocar y ganar la consulta popular que impedirá que las máquinas perforen la selva. La idea del campamento en El Arbolito fue reunir a los recolectores de firmas a escala nacional y planear las nuevas acciones, dice Elena Galves, una de las dirigentes. Ella habla en medio de la algarabía de la concentración convocada para la entrega de las firmas. A su lado están los wao, con sus torsos desnudos y sus atavíos rituales. Los señala con la mirada: ellos están en contra de la explotación petrolera y aunque la Constitución manda que todos son iguales en derechos, ellos no han sido escuchados por el gobierno.

A su izquierda, un letrero pequeño muestra una realidad gigante. Es una foto de un derrame de crudo que se toma una casa en la orilla de una carretera amazónica. Debajo de la impactante fotografía, una frase: No queremos que el Yasuní quede así. Más claro no canta nadie. Junto al letrero está Jorge Fajardo, de 21 años de edad. Vive en el cantón Shushufindi, en Sucumbíos. Mi pueblo –dice– era como el Yasuní hace décadas. Shushufindi es, se podría decir, el emporio petrolero más grande de la zona luego de Lago Agrio. Está en el camino de las rutas del petróleo. Creció al lado de la Refinería Amazonas y del Complejo Industrial Shushufindi, donde se produce gas licuado de petróleo, GLP. Si hace 20 años ya casi no había selva, ahora es un desierto. La producción petrolera atrae sobre todo colonos, y adicionalmente prostíbulos, cantinas, y decenas de negocios de todo tipo. La frontera agrícola y ganadera se amplía y devora la selva. Los pueblos indígenas se asimilan o desaparecen. Jorge, que lo sabe bien sólo dice no quiere que el Yasuní sea un nuevo Shushufindi. "Conozco y vivo esa realidad, la explotación petrolera atrae sobre todo problemas sociales. Antes, Sucumbíos era el Yasuní del norte de la Amazonía ecuatoriana, ahora no existe más".

Como todos los demás del colectivo Yasunidos, Jorge cree que han ganado una batalla cívica sólo con presentar más de 700 000 firmas, en medio de lo que ellos han calificado un boicot permanente y la desinformación y difamación oficialista de esta iniciativa juvenil. 

Elena Galvez, coordinó el campamento y es dirigente del colectivo Yasunidos.

Al sonar el caracol por tres ocasiones, la gente se agrupa. La marcha empieza desde el parque y toma por la avenida 6 de Diciembre. Arrancan unas 1000 personas: disfrazados de guacamayos, jaguares, monos, pericos, dan saltos por toda la ruta. Una serpiente gigante, a modo de dragón chino, ocupa unos 20 metros con sus malabares que conducen unos 10 muchachos siempre cuajados de la risa. Es una fiesta, donde se mezclan los ritmos de un grupo de tambores, guiados por un barbudo director de orquesta a la cual se suma Jaime el Chamo Guevara como invitado especial, con el saxofón que entona más bien que mal nada menos que Carlos Pérez, presidente de la Ecuarunari y cuyo ritmo atrae a sus paisanos mientras bailan en círculo todo el camino. No dejarán de tocar los 7 kilómetros y las dos horas que dura el recorrido. Un ritmo contagioso, que invita a dar saltos. La música y los cánticos marcan el ambiente. La policía metropolitana cuida que los manifestantes no invadan el carril de la ecovía. Decenas de carros pitan al paso de la marcha, en apoyo a los manifestantes. A mitad del camino se han sumado cientos de personas, unas cinco cuadras, unos 3000 manifestantes. Hay niños, perros que llevan letreros  y que son arrastrados por sus amos, decenas de ciclistas, mujeres indígenas que cantan y son acosadas por las decenas de fotógrafos y documentalistas; hay muchos extranjeros, colectivos feministas, organizaciones estudiantiles, pero sobre todo marchan los recolectores de las provincias: se lee Yasuní Guayas y los gritos de ra, ra ,ra, Yasuní, delegaciones de Cuenca, Loja, Imbabura, Sucumbíos... Y en el medio marcha el camión de carga que lleva las firmas y sobre el cual se suben los waoranis y unas muchachas que no paran de agitar y dar saltos entre el movimiento. También participa en la caravana una vieja furgoneta volkswagen, en cuya parte trasera dice: Próxima parada, la esperanza. Ahí viajan precisamente Esperanza Martínez, la presidente de Acción Ecológica y Julio César Trujillo, veterano abogado laboral y de derechos humanos de mil batallas sociales, que representa a los Yasunidos para los afanes judiciales.

La marcha, se detiene al pie del Consejo Nacional Electora, edificio rodeado de decenas de policías con sus trajes negros de robocop. Decenas de fotógrafos cuelgan peligrosamente de un saliente del muro exterior del edificio. Luego de gritos, cánticos y vivas, los eufóricos Yasunidos reciben el camión de firmas. Toman sus buenos 20 minutos en organizarse, y decenas de manifestantes se han desperdigado. Queda uno grupo compacto, los 1000 aproximados que arrancaron. Pedro, el vikingo, organiza las huestes: son 54 cajas, cada una con 2000 formularios que deberán llevar hacia el Consejo. Decenas de acompañantes hacen una calle de honor en la vereda. Hay banderas del Ecuador que se agitan, gente que aplaude y grita ¡bravo!, cuando la primera yasunida lleva la primera caja. Hay lágrimas en muchos de ellos, los fotógrafos echan sus ráfagas. Así, en medio del sonido de tambores irán desfilando los portadores hasta completar 106 212 formularios. Todos los paran en el patio interior grande y adoquinado, al pie del edificio. Hay fotos, besos y abrazos. Natalia Green y Esperanza Martínez se estrechan en un abrazo: ellas dirigieron la clasificación de las firmas, la organización de las cajas y formularos, 24 horas seguidas, sin descanso. Esto histórico, dice Benito Bonilla mientras toma fotos: son más de 750 000 voluntades, cada firma representa la voluntad ética un ciudadano. Los muchachos ahí reunidos resuelven mostrar las cajas con las firmas a los manifestantes que han quedado en la calle gritando, cantando y tocando los tambores. Levantan los brazos en señal de triunfo, las lágrimas reaparecen.

Ajenos a esas manifestaciones de alegría, de esas caras y miradas de misión cumplida, 39 funcionarios del Consejo Electoral esperan sentados frente a sendas mesas para iniciar la compaginación y firmar las actas de recepción. Tienen el rostro serio, acorde a las circunstancias. Uno de ellos explica que irán marcando cada uno de los formularios, los cuales luego serán escaneados. El auditorio del CNE es un hervidero. Ningún consejero ha recibido a los Yasunidos. Solo está René Mauge, otrora líder de la izquierda ecuatoriana, como responsable de organizaciones políticas, para hacer presencia institucional. Vaya paradoja para un proceso ciudadano no partidista.

El colectivo Yasunidos convocó a los ciudadanos para que colaboren con la verificación de las formas en el CNE.

Los fotógrafos y camarógrafos no han detenido sus clics. Los funcionarios públicos que fungen de periodistas tampoco han descansado, no pierden detalle de quién se reúne con quién. Piden a sus cámaras que lo registren todo. Uno de ellos dirá en reserva que la orden viene de arriba pues las imágenes sirven para las sabatinas o las cadenas nacionales. El periodismo convertido en pesquisa. Pero eso no importa mucho a los Yasunidos. De modo discreto, en la parte de atrás del salón de actos donde hablan los dirigentes wao y kwichas, conversan juntos los dirigentes de la Conaie Humberto Cholango y Carlos Pérez. Alberto Acosta que estuvo en la concetración de las 10 ha desaparecido. No quiero, había dicho horas antes, que se diga que atrás estamos los políticos. Así es, en el núcleo base de los Yasunidos hay jóvenes políticos y politizados, pero no en partidos ni movimientos. Y esa separación cuidan como un tesoro. De todas maneras, el aparato de propaganda del gobierno, que sabe cómo asociar peras con olmos insistirá en esa vinculación política presentando como prueba una foto o el hecho de que unos 20 militantes del Friu acompañaran la marcha. Nada que ver, dicen los organizadores de la marcha. Ahí están conversando intensamente Jorge Espinosa, Pedro, Helena, Esperanza, Natalia... personajes de la sociedad civil ahora con la responsabilidad de vigilar el proceso que ellos mismo desataron.

Mientras los centenares de personas han abandonado la calle, el núcleo central de los Yasunidos tiene una larga jornada, junto a los funcionarios que calificarán las firmas.  Terminarán al medio día del día siguiente con el acta de entrega recepción en las manos. Entonces estallan más aplausos, el cansancio de largas y tensas horas reaparece. Pero hay de nuevo emociones desatadas, abrazos, lágrimas. Saben que esas firmas pueden ser de alguna manera rechazadas, dependiendo del reglamento draconiano que el CNE quiera aplicar para invalidar todo un formulario si una firma no es  pura, diáfana y cumple como con cinco condiciones. Por eso hacen llamados a formar veedurías ciudadanas  para vigilar las firmas. Tienen ese derecho y lo usarán con el mismo celo con el cual recogieron las rúbricas de 756 291 ecuatorianos. 

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Yasunidos: la primavera ciudadana
 


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