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6 de Abril del 2015
Historias
Lectura: 23 minutos
6 de Abril del 2015
Redacción Plan V
Las 7 estaciones de Fernando Villavicencio

Fotos: Luis Argüello

El periodista relata en este testimonio la ayuda que recibió de exilados ecuatorianos en Miami como Emilio Palacio y lo cerca que estuvo de pedir asilo a los Estados Unidos .

 

El ex asesor parlamentario narra sus peripecias para huir de la sentencia de 18 meses por injuria judicial en contra del Presidente Rafael Correa. Desde su paso por Estados Unidos hasta la solidaridad de Sarayaku, pasando por un peregrinar en casas de seguridad en el interior del país.

¿Asilo o retorno? El dilema en Washington D.C.

"El 12 de enero de 2014 viajé a Washington a presentar el pedido de medidas cautelares ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y a denunciar el allanamiento de mi domicilio y mi oficina que había ocurrido en diciembre del año anterior.

En mi ausencia, la Corte Nacional de Justicia reactivó el tema de la querella personal de Rafael Correa y dictó la sentencia en tres días. Recibí esa sentencia en Washington, y esto cambió totalmente el panorama.

Tenía dos escenarios: volver al país para someterme a la justicia controlada por Correa o quedarme en Estados Unidos para pedir asilo político. En un principio pensé que lo más adecuado era quedarme en Estados Unidos, ese fue el consejo de algunos compatriotas que están en la Florida, que habían vivido de cerca este proceso, como Emilio Palacio y otros.

Viajé a Miami y me reuní con 25 compatriotas que viven allá en Florida. Conversé con Emilio Palacio, pues su situación es similar, porque se refiere también al 30S. Todos los compatriotas y abogados solidarios con la causa me dijeron que no había condiciones para volver al país y se llegó a redactar la petición de asilo político. Una abogada ecuatoriana tenía ya listo el documento, este trámite me lo estaban haciendo de forma gratuita. El 30 de enero, gracias al apoyo de Fundamedios, se inició el proceso de petición de medidas cuatelares en la CIDH. Mi objetivo era obtener un fallo positivo de la CIDH, nos reunimos con Catalina Botero y otros miembros de la Comisión para pedir una resolución lo más pronto posible. 

"Yo me planteaba qué hacer: si aceptar el asilo o aceptar las medidas cautelares. Hasta el 23 de marzo estuve en Estados Unidos, viviendo del apoyo de los compatriotas y de algunos familiares. Me estuve alojando en las casas de personas como Karen Hollihan."

Yo me planteaba qué hacer: si aceptar el asilo o aceptar las medidas cautelares. Hasta el 23 de marzo estuve en Estados Unidos, viviendo del apoyo de los compatriotas y de algunos familiares. Me estuve alojando en las casas de personas como Karen Hollihan, de una pariente mía en Florida, y de otras personas que tuvieron gestos de apoyo. En Washington hice gestiones y estuve donde Ezequiel Vázquez, como diría el Gobierno, "los agentes de la CIA".

Pues ya teníamos lista la petición de asilo político, que una vez presentada no se puede retirar, y además no podía volver al Ecuador. Me puse a pensar con mi mujer seriamente en ese tema. Debíamos pedir una visa humanitaria para toda mi familia, para mi esposa y mis niños, que se les iba a dar cuando yo presente el pedido de asilo político. El 23 de marzo, el Comité Ejecutivo de la CIDH anunció que iba a conceder las medidas cautelares, que fueron redactadas por Catalina Botero. Entonces decidí volver al Ecuador.

El retorno al país

Tomé un avión desde Miami hacia Bogotá. Decidí volver por mis convicciones políticas: había ido a pedir las medidas cautelares para que estas se hagan efectivas en el Ecuador y no podía sustraerme a la suerte que corrían en el país mis compañeros Cléver Jiménez y Carlos Figueroa.

Hubiera sido un acto de una discriminación odiosa hacia mis compañeros quedarme en Miami, y además, el Gobierno hubiera dicho que yo estaba en la playa de Miami mientras mis compañeros estaban prófugos.

El asilo estaba asegurado, pero yo soy un hombre que va contra la corriente, como cuando en 1999 no acepté la indemnización del Gobierno de Jamil Mahuad que me despidió. Cuando acepté el cheque con dólar de 25 mil sucres solo recibí 17 mil dólares y perdí 100 mil. Pero yo soy así.

Pensé que yo, como asesor del legislador Jiménez, estaba convocado por mis acciones y mi corresponsabilidad en el tema. Cuando supe que se ejecutó la orden de prisión yo decidí volver. Mis hijas no estaban de acuerdo, mi esposa lloró, me dijeron que era un acto irresponsable de mi parte. Yo tengo dos hijas mayores, mi esposa, mi mamá, mis hermanos, toda mi familia y mis paisanos insistieron en que me quede. Me refiero a Emilio Palacio, Karen Hollihan, María Fernanda Egas, Esteban Saltos, Carlos Acosta, a familiares míos, que me dijeron que no vuelva.

"Pero volví. Así que el 23 de marzo tomé un vuelo hacia Colombia, cuando ya había un pedido de captura del Ministerio del Interior a la Interpol. De Bogotá tomé otro avión a Pasto y desde ahí, con dos vehículos, pasamos la frontera por el puente de Rumichaca".

Pero volví. Así que el 23 de marzo tomé un vuelo hacia Colombia, cuando ya había un pedido de captura del Ministerio del Interior a la Interpol. De Bogotá tomé otro avión a Pasto y desde ahí, con dos vehículos, pasamos la frontera por el puente de Rumichaca. Esa fue la primera prueba de cómo burlar al aparato de inteligencia del Gobierno. Nos pararon en el puente, nos hicieron bajar, le pidieron papeles a quien conducía, yo cometí el error de no sacar los adhesivos de las maletas que traía con mi nombre, los policías vieron mi nombre ahí pero no dijeron nada. Fue un momento de audacia y tensión. No tenía otra forma de llegar, me hubieran apresado en el aeropuerto de Quito. No iba a permitir que la justicia controlada desde el bolsillo del Presidente de la República me ponga un dedo encima. Pensé que el Gobierno iba a pensar dos veces antes de desconocer las medidas cautelares.

Sarayaku

Llegué a Quito, pude ver a mis hijos a los dos meses, pasé dos días en Quito y luego viajé hacia la Amazonía, a unas casas de seguridad en las afueras de Puyo.

Cléver y Carlos ya estaban en Sarayaku, pues se había hablado previamente con ellos. Era necesario que la comunidad nos acepte, en condición de protegidos. Este fue un proceso para desconocer a este Gobierno despótico. Yo fui el último en llegar, diez días después. Cuando pude llegar a Sarayuku, Cléver y Carlos ya estaban aclimatados. Llegué por medio del río, desde Canelos y el Puyo, acompañado por gente de Sarayaku que salió a buscarme. De mi solo sabían los dirigentes, pero jamás pensé que habrían muestras tan grandes de la amistad. Me interesé en sus concepciones, en cómo explican los sucesos por medio de la interpretación de los sueños.

Recuerdo que el abuelo de los Gualinga, Sabino, interpretó un sueño sobre una salida a cazar en donde aparecían jabalíes y las escopetas no disparaban, pero ante un gesto solidario de los indígenas, los jabalíes huyen.

Ellos se levantan a las cuatro de la mañana, primero los abuelos y las abuelas, prenden un fogón y hacen agua de guayusa. Luego se reúnen a contar sus sueños. Yo también empecé a levantarme a las cuatro de la mañana. En esas condiciones de persecución tenía pesadillas y sobresaltos. Dormir es muy complicado. El prólogo de esta persecución fue el allanamiento a mi casa. Lo recordaba todas las noches antes de conciliar el sueño en la selva. Recordaba las botas de los policías y fiscales, el terror de mis hijos. Nos movíamos en varias comunidades dentro de Sarayaku, pero no podíamos dormir.

Cuando estábamos en el pueblo dormíamos en carpas, y cuando la Policía incursionó en dos ocasiones, así como los sobrevuelos del Super Tucano que provocó el pánico de la gente, hubo tensión. 

"Carlos y Cléver probaron ayahuasca, yo no lo hice porque había que prepararse. Yo me reía cuando oía gritos desgarradores de ambos en medio de la noche por los efectos de la ayahuasca".

Pero la vida cotidiana nos fue envolviendo. Carlos y Cléver probaron ayahuasca, yo no lo hice porque había que prepararse. Yo me reía cuando oía gritos desgarradores de ambos en medio de la noche por los efectos de la ayahuasca. Tienes que limpiarte para que la naturaleza te acepte. Yo he estado en la Amazonía, porque trabajaba en Petroecuador, pero no había convivido con las comunidades como Sarayaku, que tienen su propia cosmovisión. Su aislamiento, que les impidió ingresar a la Policía, ha permitido que tengan una cultura muy fuerte. 

No es verdad que yo haya sido el que menos se aclimató, aunque es cierto que Carlos Figueroa como médico era el más solicitado. 

Yo daba charlas sobre el petróleo y la importancia de los recursos naturales. Un niño de ocho años, nieto de Sabino Gualinga, me contó algunas historias de su pueblo, y me hablo sobre cómo su pueblo fue extinguido por los shuar, y un solo sobreviviente de la comunidad se casó con la luna y empezó a repoblar la comunidad. Todo lo explican desde los sueños, y fue la explicación del sueño de los jabalíes, que representan al terror y la muerte, lo que motivó que nos protegieran.

Recibí a una periodista de Guayaquil. Tuvimos un diálogo de más de una hora. Yo le puse tres ejemplos de la forma en la que me disculparía: apuntalando mis argumentos sobre el 30S. No sé cómo va a ser la publicación de la disculpa pública a la que estoy obligado, porque temo que si no le gusta al Presidente tendré que publicar diez veces hasta que le guste. En el caso de la periodista de Guayaquil, se destrozó todo el contenido de la entrevista. De todas formas, yo no quería dar esa entrevista. Ellos ingresaron por vía áerea, hablamos mucho y salió muy poco. 

La huida de Sarayaku

Salimos de Sarayaku ante el acoso y yo me quedé unos días en Pastaza. Estábamos enfrentando a uno de los poderes más calificados en inteligencia y espionaje. Creo que les he vencido en el plano de mis convicciones políticas y en burlar el enorme cerca policial sobre Sarayaku. Antonio Vargas llegó a infiltrar a la seguridad de Sarayaku, mientras el ministro José Serrano llamó por Skype a José Gualinga a pedirle que nos entregue. Fue Humberto Cholango el intermediario de José Serrano en estas gestiones, él presionó a Sarayaku para que nos entregue.

Mientras hablaban nosotros estábamos parados ahí junto, escuchamos toda la conversación. Ante el acoso, cuando los niños tenían miedo, les dieron unas pequeñas lanzas para que se tranquilicen. Dos mil personas de ese pueblo se movilizaron para protegernos. Tomaban tabaco líquido y se ponían sus pinturas de guerra en la cara. Sus instrumentos de trabajo se convirtieron en instrumentos de defensa. Iban a defendernos con la vida, pero con la declaración de guerra del Presidente contra ese pueblo pacífico, con la forma brutal en que hemos sido perseguidos, con la orden de una poetisa como la ex ministra de Defensa de que sobrevuelen aviones de guerra, pero nos convencimos de que debíamos salir de ahi, nos preocupaba la seguridad de los niños.

En una ocasión yo caminaba solo y llegaron unos helicópteros y estuve a punto de ser apresado. Durante 40 minutos hubo helicópteros que nos persigueron por la selva. 

Las casas de seguridad

Tras la salida de Sarayaku, empecé a moverme por varios sitios. Cuando detectaron en Quito a Carlos Figueroa, pensaban que los tres estábamos ahí.

"Yo estuve en tres provincias de la Amazonía y la Sierra. Viví moviéndome de forma constante. Al mes me plantié si era más tranquilo estar preso en una celda o vivir en esta constante persecución".

Yo estuve en tres provincias de la Amazonía y la Sierra. Viví moviéndome de forma constante. Al mes me plantié si era más tranquilo estar preso en una celda o vivir en esta constante persecución. No pensé en entregarme, a pesar de que el ministro Serrano le insistía a mi esposa para que me entregue. Uno de los asesores cubanos del Ministro le recomendó a mi esposa que se compre un spray de gas pimienta, cuando ella pidió una cita para quejarse del continuo acoso y seguimientos. Policías y agentes le seguían de forma constante cuando se movía por la ciudad. Yo me comunicaba con mi señora por medio de correos reenviados por otras personas. Mantenía acceso en internet para estar vigente, escribía para PLAN V y preparaba mi libro. Yo tenía conmigo una computadora que mi hermano me regaló en Nueva York, porque hasta ahora Galo Chiriboga tiene mi computadora y no la devuelve.

La publicación del libro la hizo mi esposa. Ella iba a la imprenta, en la imprenta tenían miedo, pero ella tenía un poder para gestionar los derechos de autor. Cléver Jiménez no pudo sacar un libro porque las imprentas no quisieron publicarlo. El dueño de la imprenta nos fió para hacer este libro, le hemos ido pagando.

Mis dos libros anteriores ya se han ido vendiendo, en especial, Ecuador Made in China, de eso ha sobrevivido mi familia y del aporte de amigos de Guayaquil, de Quito, de pequeños empresarios solidarios. David Silva, que es el dueño de la imprenta Gráficas Silva, nos ha fiado y ya le estamos pagando. Las librerías han vendido bien el libro, solo MísterBooks no quiso tomar el libro. Librimundi, en cambio, lo ha vendido muy bien. 

La vida en soledad

La soledad es un peso enorme. Estaba solo en las casas en donde me refugiaba, me cocinaba yo mismo para comer, no salía ni a tomar el sol. Conozco como funciona el aparato de seguridad política del Gobierno.

Estuve diez meses en estas condiciones. Finalmente volví a Quito, no pasaba más de 15 días en el mismo lugar. Si pasas más tiempo les dan chance de que te ubiquen o saquen órdenes de allanamiento. Lo más complicado era movilizarse de un lugar a otro.

La Policía llegó a detener en una ocasión a quienes me llevaban, pero no pasó nada. Los últimos días estuve cerca de Quito, fue los días que más me cuidé. Los operativos de seguridad eran con tres carros, yo iba en el carro de la mitad, andábamos de noche. Dos veces más la policía pasó cerca pero yo no los vi, porque estaba oculto.

"Me llevaban alimentos que yo mismo cocinaba, lavaba mi ropa y la tendía sin que nadie la viera. Andaba con la misma ropa desde que salí de Quito, llevaba una maleta, la computadora y otra maleta pequeña para aseo personal".

Me llevaban alimentos que yo mismo cocinaba, lavaba mi ropa y la tendía sin que nadie la viera. Andaba con la misma ropa desde que salí de Quito, llevaba una maleta, la computadora y otra maleta pequeña para aseo personal. Mi comida era muy sencilla, en varias ocasiones mi madre pudo mandarme una menestra con carne asada y patacones. En solo tres oportunidades pude ver a mi esposa. Yo sabía que a mis hijos les seguían, por eso evité verlos. Cuando supe que capturaron a Carlos Figueroa, de lo que me enteré por medio de un correo, llegué a sentir que alguien entraba ya a capturarme.

Pero a las dos horas me movilicé de ahí también. Hacía enviar trinos al ministro Serrano desde mi cuenta, sobre el llamado Operativo Lucas, que fue el nombre clave del operativo para capturarnos. Desafié al ministro a que me aprese, porque gente de dentro del Gobierno me mandaba información.

Estaba viviendo una vida como Jean Valjean, el personaje de Los Miserables de Víctor Hugo, sin querer compararme tampoco con ese personaje, pero ya era difícil no poder subir ni el volumen del televisor, para no llamar la atención de los vecinos. Trataba de no prender la luz, de andar en la oscuridad, a tientas. Estuve en casas que no estaban habitadas y no quería despertar las sospechas de los vecinos. En Pastaza estuve en una casa deshabitada de la que los vecinos no sabían nada y no debía ver señales de vida. En otra casa hubo una docena de murciélagos, no sabía qué hacer con ellos, pues hacían mucho ruido en las noches. Fue una experiencia tenaz.

Seguía pensando si acaso lo mejor no sería entregarme, pero no lo hice, a pesar de que el ministro Serrano le aseguró a mi esposa todas las seguridades. Ella le preguntó si iba a estar tan seguro como lo estuvo Oscar Caranqui. El caso de Carlos fue distinto, porque volvió por su madre enferma, aunque desde el principio le pidieron que se entregue, su decisión fue estar juntos. Nunca llegué a usar un teléfono celular, esa es la forma más fácil de que te ubiquen. Mis trinos los mandaban desde mi cuenta personas en otros lugares, pero yo no lo hacía. Hubo un gran apoyo de mucha gente, desde los abogados, hasta amigos que corregían los textos del libro. Mi familia cambió mucho su manera de pensar sobre la política y han entendido lo importante que es estar unidos.

La indiferencia de la oposición

No he recibido apoyo de ningún partido político, hay asambleístas de oposición que hasta ahora no me contestan los correos electrónicos, otros miraron mal a mi esposa, el miedo fue muy hondo. Este Gobierno ha producido miedo para exportar. La prensa, en cambio, fue el sector más cercano y aliado.

Ha habido personas de distintas ideas a las mías, que han apoyado mi caso como un tema de derechos humanos, sin importar que se sea de derecha o izquierda. Los que más me han apoyado son gente que no piensa como yo, como Karen Hollihan o Carlos Vera, o Ezequel Vázquez y otros a quienes no quiero complicar y por eso no los menciono. Son gente que no comulga con mis ideas pero me han apoyado. Eso fue muy significativo, el momento actual del país exige de todos pensar en un cambio civilizatorio, en un cambio que vaya más allá de los partidos.

Se requiere de un gran desprendimiento y de un acuerdo muy amplio. No quiero comparar, pero en Alemania el fascismo ganó las elecciones por la actitud irresponsable del estalismo que tuvo una miopía política. Aquí hay sectores de la izquierda que siguen pensando lo mismo. Algunos tienen un chip del que no se liberan.

"Yo le respondo a Alberto Acosta: no he planteado un desembarco de marines en el Ecuador, pero no olvidemos que la justicia está controlada, y hasta que se quiere exportar la metida de mano en la justicia".

Yo le respondo a Alberto Acosta: no he planteado un desembarco de marines en el Ecuador, pero no olvidemos que la justicia está controlada, y hasta que se quiere exportar la metida de mano en la justicia. Hay que globalizar la resistencia. Obama, en el caso de Venezuela, está simplemente planteando que los ciudadanos venezolanos con bienes y cuentas en Estados Unidos que estén acusados de violar derechos humanos deben no poder ingresar ni usar esos bienes.

Si les han dolido mis últimas declaraciones de pedir al Senado de Estados Unidos, sobre los tres que tuvimos medidas cautelares y sobre los operadores de justicia que actuaron contra derecho, deben tener un mínima consecuencia ideológica y no deberían tener cuentas y propiedades en Estados Unidos. Algunos lo que están es confundiendo patria con chequera: se les dice que hay que controlar ciertas chequeras y le dicen a uno traidor a la Patria. 

 

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