

Esta nave de Aeroregional repatrió a los ecuatorianos desde México. Aterrizó primero en Panamá para traer algunos suministros al país. Foto: EFE
Eran poco más de la una de la mañana del 10 de abril cuando el celular de Chester Salazar, un joven abogado quiteño de 26 años que había quedado varado en México, sonó.
El joven miró en la pantalla el correo que esperaba desde hacía varias semanas: se trataba de la notificación de que había sido seleccionado para abordar un avión ecuatoriano que volvería al país ese mismo día, con un grupo de repatriados.
Chester Salazar está a punto de terminar su cuarentena en Quito.
Salazar había tenido un intenso activismo en redes sociales, en México, cuestionando al embajador Enrique Ponce de León y a los funcionarios de la Embajada ecuatoriana, por su gestión de la situación de cientos de compatriotas a los que el cierre de las fronteras nacionales dejó varados en México.
El joven había liderado algunas iniciativas de ayuda de los compatriotas, que poco a poco se estaban quedando sin recursos para mantenerse.
Un importante grupo había salido del Ecuador hacia Cancún, por turismo; otros se habían quedado en la Ciudad de México por distintas razones. Salazar había ido por trabajo y lo sorprendió el cierre de fronteras y la para global del transporte aéreo a mediados de marzo. Desde entonces se instaló en Ciudad de México y estuvo constantemente en la Embajada del Ecuador, pidiendo a los diplomáticos ecuatorianos que les ayudaran a volver al país.
Plantón en Polanco
El jueves 9 de abril hizo un último plantón ante la casa de la Embajada del Ecuador. En una amplia mansión en el exclusivo barrio de Polanco, ondea en el jardín la bandera ecuatoriana. Con un megáfono, Chester Salazar participó de su última protesta en el sitio. La policía mexicana resguardaba la sede diplomática ecuatoriana. Pero esa misma noche el correo llegó. El joven había presentado un certificado de un problema en uno de sus ojos para calificar entre las vulnerabilidades. Fue de los últimos en ser autorizados para abordar la nave que retornaba al Ecuador. En los chats de Whatsapp que habían creados los varados, Salazar se despidió. Algunos le dijeron que era un "traidor" por haber logrado un cupo en el vuelo a Quito. Otros, en cambio, le desearon suerte y le agradecieron por sus gestiones.
Los ecuatorianos varados en Ciudad de México concurren diaramente a la Embajada del Ecuador en esa capital para demandar ayuda para volver al país. Foto: Twitter de Esther Cuesta Santana
El jueves 9 de abril hizo un último plantón ante la casa de la Embajada del Ecuador. En una amplia mansión en el exclusivo barrio de Polanco, ondea en el jardín la bandera ecuatoriana. Con un megáfono, Chester Salazar participó de su última protesta en el sitio.
A las 12:00 del viernes 10 de abril, Chester Salazar logró llegar al Aeropuerto de la Ciudad de México. Llevaba una mascarilla de tela, pues no había podido conseguir de las médicas. También una mochila, pues como su viaje era solo por un fin de semana, no había llevado mucho equipaje. Por medio de sus cuentas bancarias en el Ecuador había logrado pagar el pasaje, que costó USD 600 y el hotel en Quito para la cuarentena, que costó USD 900. En este vuelo, dice el joven, les dieron la posibilidad de pagar con tarjetas o transferencias, mientras en los primeros viajes el pago era al contado. Algunas personas habían logrado subir a ese avión. Se trataba de un grupo que venía desde Europa y que había llegado a México justo a tiempo para abordar el vuelo de Aeroregional. Nunca se supo cómo hicieron para subir a la nave ecuatoriana.
#ecuatorianos #varados en México se manifestaron el martes frente a #Embajada de Ecuador en México y al #Consulado de #Ecuador en #México solicitando apoyos. Su situación ya es insostenible @DDHH_Ec @DerechoVolver @andyalban @CancilleriaEc @Lenin @ecuavisa @elcomerciocom pic.twitter.com/yWevMROfHE
— Rocio Noblecilla (@RocioNoblecilla) April 12, 2020
Desorden a bordo
Alguien le dio una mascarilla médica, y el pase de abordar estaba escrito a mano. Los ecuatorianos fueron subiendo al Boeing 737, pintado de azul y blanco. Pero a bordo había caos. Muchas personas llevaban maletas muy grandes, algunos viajaban con compras. El desorden era tal que el piloto tomó el micrófono y les dijo que se pusieran en orden o no iban a poder despegar ese día. Cuando la nave finalmente logró despegar, eran las 14:00.
Lo siguiente fue una escala en Balboa, en Panamá, con la supuesta intención de recargar combustible, pero que realmente fue para cargar algunos suministros que Aeroregional se había comprometido en llevar al Ecuador. A las 23:00 el avión aterrizó en Quito.
Y al igual que en otros vuelos de regreso, las medidas tomadas en el aeropuerto, como la distancia social, el despliegue de termómetros, guantes y geles antisépticos, se vieron comprometidos cuando los viajeros fueron colocados sin ningún orden en tres buses, que debían hacer un recorrido por todos los hoteles con un despliegue de patrullas y sirenas.
A Chester Salazar le sorprendió que en Migración le preguntaran varias veces todos sus datos, como dirección, teléfonos, correos electrónicos, pero que nunca les tomaran la prueba de la COVID que habían ofrecido para los repatriados. En el interior de los buses no hubo prácticamente distancia entre las personas y estuvieron estacionados horas en el aeropuerto, sin que nadie les indicara el sentido de la espera.
A Chester Salazar le sorprendió que en Migración le preguntaran varias veces todos sus datos, como dirección, teléfonos, correos electrónicos, pero que nunca les tomaran la prueba de la COVID que habían ofrecido para los repatriados.
Eran las 05:00 del día 11 cuando Salazar logró llegar a un hotel del centro norte de Quito. Le esperaban quince días de encierro en un cuarto de hotel.
Trajes, termómetros y vajilla desechable
En el interior del hotel Ibis, por lo menos 170 personas realizan su cuarentena. Se trata de viajeros que llegaron de México, Estados Unidos, Argentina y otros países. Tan pronto ingresaron al hotel se les indicó que no pueden salir de sus habitaciones ni al pasillo. El hotel está cobrando USD 50 por noche, lo que incluye las tres comidas.
Los primeros días, recuerda Salazar, empleados del hotel con trajes especiales les golpeaban la puerta tres veces al día para tomarles la temperatura. También les dejan comida en unas bandejas. Todo lo que están usando es desechable: platos, vasos, cucharas. Deben colocar las vajillas usadas en unas fundas de color rojo. Además de pasar para dejarles la comida, les entregan jabón. Por supuesto, es una cuarentena sin room service ni limpieza de la habitación.
El control de la temperatura ha sido relajado, dice Salazar, porque los huéspedes empezaron a quejarse de que a las siete de la mañana los despertaran para apuntarles con un termómetro en la frente.
Para Chester Salazar y quienes llegaron en el vuelo de México, este viernes se acabarían los 14 días. El joven espera poder volver a su departamento, para continuar todavía 14 días más en aislamiento en su casa. "No creo que nos hagan ya la prueba de COVID", sostiene el joven, quien cree que las autoridades le apuestan a detectar algún caso entre los repatriados solo por medio de síntomas evidentes.
Está por concluir la aventura en la que se vio envuelto por un viaje de trabajo a México, que solo iba a durar un fin de semana. Pero está contento pues, a pesar de su juventud y de no presentar ningún síntoma, su mayor temor era que la muerte se lo llevara en un país extraño sin que sus restos pudieran regresar nunca al Ecuador.
[RELA CIONA DAS]
NUBE DE ETIQUETAS
[CO MEN TA RIOS]
[LEA TAM BIÉN]



[MÁS LEÍ DAS]



