
Foto: AFP
Los impactos de las violentas movilizaciones ocultaron, de varias maneras, el mar de fondo de las protestas: la implacable y rigurosa vida de un Chile privatizado al extremo.
En un par de meses ya cumpliré 14 años viviendo en España. Tengo la suerte de haber podido salir de Chile y llegar a este país, que a pesar de no ser uno de los más ricos de Europa, las cosas funcionan relativamente bien. Todo lo que para mí algún día fue normal, la vida que llevaba en Santiago, con el tiempo comencé a darme cuenta de que en realidad no tenía por qué serlo. Si las cosas no estaban funcionando como debían, no era un problema de ser un país “tercermundista sin recursos”, porque estoy segura de que existe el potencial económico en Chile para ser un gran país, pero lamentablemente los beneficios no son repartidos con equidad. Existe una desigualdad terrible, lo que hace que se vaya generando un malestar general y muchas veces eso lleva a la violencia.
Aquí en Barcelona, soy parte de la clase media. Llevo una vida normal y corriente y la suerte de llevar una calidad de vida que en Chile jamás podría llegar a tener en la misma situación. No puedo ir a ver a mi familia y amigos tanto como yo quisiera, pero tengo una vida tranquila. Con mi marido profesor escolar, yo como periodista y con dos niños, en Chile no sería posible llegar a fin de mes.
En Chile la educación no ha sido nunca una prioridad para ningún Gobierno, desde que yo tengo uso de razón por lo menos. Esos parches de gratuidad, de intentar terminar con los exámenes de admisión en colegios, etc, no sirven de nada si no se busca llegar a la raíz del problema. ¿De qué sirve haber peleado tanto si la misma educación es mala y los profesores en su mayoría mediocres? Esas personas que de verdad tienen vocación pedagógica y son brillantes lamentablemente no son una mayoría. A muchos de ellos ni se les pasa por la cabeza dedicarse a la enseñanza y terminan optando por otras áreas, porque saben que luego los sueldos van a ser una miseria. Y esto, para ser un país desarrollado
debería ser algo primordial. Darle al área educacional la importancia que se merece.
A medida que han pasado los años, este deterioro de la calidad de vida se ha incrementado. Muchos de esos niños han crecido sabiendo que hagan lo que hagan, todo seguirá igual.
Aquí en Europa ser profesor es bien visto, y en muchos países llega a ser hasta muy difícil entrar a esas carreras universitarias, porque es una carrera difícil y con gran cantidad de postulantes. Se les exige mucho durante sus años de estudio y luego también se les sigue examinando mientras están ejerciendo. En Francia son funcionarios públicos, por lo que los primeros años el Estado les designa los colegios en los que deben trabajar.
De esta forma, un niño que vaya a la escuela pública de un barrio pobre puede tener la oportunidad de tener también buenos profesores. De su parte, los profesores que cumplan con los requisitos y objetivos que el gobierno exige pueden juntar puntos para luego trabajar en los colegios que más les interese. Así, ambas partes salen beneficiadas. Los niños pueden optar por una buena educación y los buenos profesores que junten sus puntos podrán optar por tener un mejor sueldo en un mejor colegio.
En Chile nadie supervisa la educación. No hay un seguimiento tanto de profesores como de alumnos. ¿Cuántos niños dejan sus estudios antes de los 15 años para dedicarse a trabajar, o pasan literalmente de ello y terminan luego los días en la calle, muchas veces con malas juntas? Muchos son los que ven este problema como algo originado de sus propias casas, donde los padres no se preocupan de sus hijos. Claro que hay padres que a veces por no tener que cargar con más cosas dejan de lado a sus hijos, pero lamentablemente en Chile hay miles de familias donde los niños pasan solos en sus casas no porque quieran, sino porque no existe otra opción. Los sueldos de las clases media y baja son muy precarios. Muchos de ellos trabajan de ocho a ocho o se desviven yendo de un lugar a otro para complementar estos bajos sueldos con otros ingresos que les permita no estar tan ahogados a fin de mes (porque así y todo no les da para vivir sin preocupaciones económicas).
A medida que han pasado los años, este deterioro de la calidad de vida se ha incrementado. Muchos de esos niños han crecido sabiendo que hagan lo que hagan, todo seguirá igual. Algunos buenos alumnos de colegios públicos, al momento de dar el paso a la universidad, se dan cuenta que no sacarán nada esforzándose. La educación pública es mala y las opciones de esos jóvenes de optar a estudios superiores es muy difícil, sino imposible, porque nunca van a tener el nivel de preparación con el que llegan alumnos de colegios privados. Y sin contar tampoco con el hecho de que los precios de estos estudios superiores son algo impensable para muchos. Claro que hay algunos colegios públicos que pueden destacar, pero son una minoría. Nadie va a ayudar a esos jóvenes para que logren tener la preparación necesaria para llegar a tener una vida próspera y de calidad.
Hagan lo que hagan, todo seguirá igual. Si el sistema no me respeta, ¿por qué debo respetarlo yo también? Hagan lo que hagan no perderán nada, por lo que muchas veces esa frustración genera violencia. Con el tiempo han visto cómo los de arriba se pasan el sistema por donde mejor les cabe, ¿y por qué ellos no lo van a hacer? ¿Qué ejemplo de sociedad se les está dando a todas esas nuevas generaciones? ¿Qué es lo que escuchan en sus casas? Sus padres quejándose del precio de la bencina, de que los boletos del transporte público están por las nubes, de que no les alcanza para comprar sus remedios, de que el precio de los supermercados es una vergüenza, que no tienen plata para pagar
las cuentas, etc.
La imagen refleja que, sobre todo, hubo movilizaciones pacíficas en casi todo el territorio de Chile. Foto: AFP
El transporte público, para muchas familias, termina siendo un tormento. Los precios de los boletos cada día son más caros y muchas familias tienen que dedicar casi un tercio de su sueldo a pagar sus viajes para ir a trabajar.
El transporte público en vez de ser una necesidad básica, para muchas familias termina siendo un tormento. Los precios de los boletos cada día son más caros y muchas familias tienen que dedicar casi un tercio de su sueldo a pagar sus viajes a trabajar. Aquí tenemos muchas tarjetas diferenciadas y con diferentes precios. En mi caso compro una tarjeta trimestral que me permite viajes ilimitados durante 90 días. A veces tengo que usar ocho veces al día el transporte público, por lo que para mí es genial. Múltiples opciones de tarjetas pensando siempre en el beneficio de las personas. ¿Qué es eso de cobrar un extra en horas punta?, un simple beneficio privado a costa de los más trabajadores.
Lo otro que me molesta mucho es la salud. Aquí la salud pública es de calidad, lo mejor que puedes encontrar. En estos momentos sufrimos de recortes que hacen que se alarguen las esperas, pero si tienes algo urgente, claro que te darán la prioridad. Yo pago mi mutua (Isapre) privada porque en mi caso necesito tener salud rápida a mano, por haber tenido cáncer y sufrir algunos otros problemas de salud. Lo hago más que nada por el tema de la espera, nada más. Tengo contratado el mejor plan, donde los cuatro integrantes de mi familia pagamos lo mismo, y no supera los 240€ por los cuatro. Este plan supone que no debo pagar nada, ni citas médicas, ni hospitalizaciones, y en mi caso tengo opción a algunas medicinas alternativas.
Los precios abusivos de las Isapres en Chile, y el invento hace pocos años de los “seguros adicionales” de las clínicas privadas es un sucio negocio. Se llenan los dueños sus bolsillos a costa de la salud de la gente. Y, así y todo, tienes que pagar una parte de lo que tengas que hacer. En mi caso, el momento en que me di cuenta de que había salido de Chile y que ya no había vuelta atrás fue cuando mi mamá dejó de pagarme la Isapre.
Estuvo pagándola durante un año después de que me fui, pensando quizá en que podría arrepentirme de la decisión. Pero cuando ya me quedé sin seguro, fue cuando dije chuta, ya no hay vuelta atrás. Nunca más puedo volver a vivir a Chile porque si me pasa algo no tendría la plata para costearme nada. Y eso para mí es una necesidad básica.
Los precios de los remedios también son abusivos allá. Es un negocio inmoral, donde se juega literalmente con la vida de las personas. Aquí los precios son fijados por el Estado y son precios asequibles a los ciudadanos. Además, si compras con recetas de la salud pública, pagas la mitad o un tercio del precio. Ya estoy cansada de que cada vez que viene un chileno tengo que pasar el día entre farmacias recolectando remedios para mi familia.
Mi mamá tiene colitis ulcerosa, mi tía algo parecido, y mi hermano la enfermedad de Chron. Él ahora está mejor, pero mi mamá no. Le mando sus remedios cada vez que puedo, porque no tiene presupuesto para comprarlos allá. Toman las dos un remedio que en Santiago les cuesta 90.000 pesos (102 euros). Aquí se los compro por 5€. Y cuando tienen crisis, el remedio que allá les cuesta 200.000 pesos (226 euros) aquí lo encuentro a 20€. Nadie me cree en las farmacias cuando les cuento de los precios de los medicamentos en Chile y de cómo se han dedicado a jugar con la vida de las personas. Es inmoral.
Las hospitalizaciones también son vergonzosas. Intentan siempre dejarte dentro la mayor cantidad de tiempo y las grandes comodidades adicionales de las clínicas privadas son sólo para engordar el bolsillo de los dueños. Negocio redondo. Aquí a nadie por un embarazo de riesgo la dejan hospitalizada por meses. Te mandan con reposo absoluto el tiempo que sea necesario (si son nueve meses, los nueve en tu casa). Y si es algo terriblemente peligroso, tanto la salud pública como la mutua te cubrirá al 100%. Ni en la clínica más cara y exclusiva de Barcelona he visto la opulencia que me tocó ver en la zona de maternidad de la Clínica Alemana. Más que un hospital parece un hotel de cinco
estrellas. Este tema es el que más me duele, porque le afecta directamente a mi familia. Pero podría escribir por días.
Pensiones deplorables, un costo de vida por las nubes, facturas de consumos básicos que yo jamás podría pagar si viviera allá, sistema judicial enviciado, donde empresarios corruptos los envían a clases de ética o a pagar al consumidor 7.000 pesos y los políticos con suerte pasan un par de días dentro. Aquí también existe corrupción, claro que sí, pero por suerte las cosas funcionan y el que delinque tarde o temprano terminará en la cárcel, desde el yerno del rey para abajo. En Chile los políticos corruptos de ambos lados, con un par de billetes y pitutos todo lo solucionan.
El sistema comercial tampoco ha trabajado tan mal estos últimos años. Poco a poco le han enseñado a la gente a endeudarse y vivir del consumo y las cuotas. Miles de lindos premios por pagar en cuotas (y así hacer que finalmente terminen pagando el doble). Todo tiene su tarjeta y las ventajas son sólo para los felices dueños de una tarjeta de estas tiendas. Aquí eso es algo impensable. Los grandes supermercados están prohibidos en la ciudad, tienen que estar en las afueras, y lo mismo con los grandes centros comerciales.
La represión de la fuerza pública como respuesta a las violentas manifestaciones ha sido cuestionada por organismos de derechos humanos a escala mundial. Foto: Reuters
Llevo años sumando y sumando rabia por esos pocos que se han ido enriqueciendo a costa de otros y pena por la gente chilena que se saca la mugre por llegar a fin de mes. Me da pena, mucha pena.
De esa forma también se protege el comercio minoritario y la vida de barrio, la que es muy importante para la vida diaria. Conozco a todos mis vecinos, existen asociaciones de vecinos en todos los barrios donde ir a pasar el rato, organizar fiestas, etc. Cualquier problema se habla en el momento, para que luego no haya mala relación con los que viven a tu lado.
Llevo años sumando y sumando rabia por esos pocos que se han ido enriqueciendo a costa de otros y pena por la gente chilena que se saca la mugre por llegar a fin de mes. Me da pena, mucha pena. Porque mientras algunos se han enriquecido a tope, la mayoría de las familias chilenas han ido perdiendo la poca calidad de vida que tenían. ¡Eso es pérdida de la calidad de vida! Yo como clase media aquí jamás podría tener los mismos privilegios que tengo si viviera en Chile. Tengo la suerte de que la única deuda que tengo es la hipoteca de mi departamento.
Por eso entiendo y apoyo a toda esa gente que ha salido a manifestarse a las calles. Es un derecho fundamental para cualquier ciudadano y claro que yo misma estaría en ellas si me tocara vivir la vida de miles de chilenos en estos momentos. Creo firmemente que la única forma de que la gente logre algo es saliendo a las calles y hacerse escuchar, algo que en Chile nadie se ha tomado el tiempo, de escuchar a la gente. Y no hablo de la derecha, también hablo de la izquierda y del centro. Años en que ningún político ha hecho su trabajo, porque no les conviene, porque ellos mismos están metidos en más cosas.
Lamentablemente toda esa dejadez por parte de las instituciones lo único que engendró fue que la gente se cansara y comenzara la violencia. Ha habido mucha violencia en el país. Mucha gente que comenzó manifestándose pacíficamente ya no volvió a salir por miedo, de ambas partes, y hasta los encapuchados se volvieron, para otros, en unos superhéroes. Una violencia generada de años y años de resentimiento por la injusticia que se vive en el país.
Muchos de los que están ahí delinquiendo son jóvenes que ya nada tienen que perder, porque nadie nunca les exigió nada. La sociedad ha perdido a estos jóvenes y ahora depende de ella misma lograr que los que vengan ahora tengan unas condiciones de vida justas y enfocando, a mi parecer, todo este cambio en una educación pública de calidad y gratuita.
Creo que Chile sí tiene los medios para salir adelante, pero mientras no sea sólo un grupo el que goce de esos privilegios, todo seguirá igual a peor. La desigualdad sólo genera rencor y violencia. En cambio, si le das a la gente las herramientas para lograr tener una calidad de vida digna, nada de esto pasaría. Enseñar a las personas a crecer en sociedad y no dejarse manipular por el sistema. No todo es válido en esta vida y el fin nunca justificará los medios. Se ha perdido el respeto por el ser humano. No toda la gente es pobre porque es floja y envidiosa, como he escuchado y leído estos últimos días, lo son porque simplemente no han tenido las mismas oportunidades que los que están más arriba.
Espero de corazón que con estos pequeños progresos que se están llevando a cabo a través del diálogo, las cosas vayan tomando el rumbo que merecen. Educar a nuestros hijos a empatizar con las personas que les rodean. Que se cambie de raíz el sistema nefasto que ha controlado la vida de los chilenos durante tantos años y que nadie pierda “el derecho de vivir en paz”.
[RELA CIONA DAS]



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