
Periodista de Investigación, escritora de poesía y narrativa corta, especialista en perfilación criminal.
La prensa internacional registra el acto macabro ejecutado en la madrugada del 14 de agosto, en el sector del Cristo del Consuelo, en Guayaquil, como un narco atentado, esta es la imagen del actual Ecuador, que solo en este acto hay cinco fallecidos y 17 heridos de gravedad hasta el momento.
También se dice en las notas de prensa que el país dejó de ser un territorio de tránsito de droga para convertirse en productor y el escenario es parecido al que vivió hace algunos años Colombia.
En la mañana de ese domingo me preguntaron en una entrevista si es posible ya hablar que el escenario es igual al de Colombia cuando Pablo Escobar hacía estallar sus bombas para imponerse al poder político colombiano. La respuesta es no, aún no. Pero esto no significa un alivio, sino un estar pendientes y prevenir con acciones articuladas de las autoridades correspondientes que tienen a su mando las instituciones encargadas de la seguridad nacional, porque no es la primera vez que ocurre una explosión en Guayaquil y me temo que no será la última.
Sostengo que no es consuelo el pensar que aún no estamos en los escenarios que producía Escobar, porque ese punto fue la cúspide y el inicio del descenso de su imperio, aquí recién estamos en la ascensión de la violencia pues las bandas quieren ganar territorio, poder, mando y sobre todo liderazgo. Las bandas quieren ser visibles a los carteles internacionales para darles confianza y que así hagan negocios con ellas y quieren ganar territorio interno para que todos sepan quién es “el patrón”.
Para lograr estos objetivos se derramará más sangre, porque sí, es una guerra, pero aún es una guerra entre ellos, los del crimen organizado, que todavía no determinan quién será el líder.
En este incremento de violencia, incluso se dan crímenes que dentro de la perfilación criminal se conocen como imitaciones. Las bandas locales imitan la manera en que asesinan los narcotraficantes de otros países, como en México. En el caso del hecho ocurrido en el sector Cristo del Consuelo, por la escena del crimen, es evidente que se trata de un atentado por encargo, no es una imitación, es decir, el motivo (que es el primer elemento a determinar en perfilación criminal) era acabar con alguien en específico sin importar los daños colaterales, es más, estos daños, eran apropiados para intimidar. Se trata de una zona donde hay bares, discotecas, que están abiertas hasta altas horas y donde se trafican sustancias ilegales, es decir, es un sector apetecido por las bandas.
En la actualidad cuando a uno le asaltan, nadie hace nada, cuando se escuchan disparos, nadie sale para auxiliar y esto no pasa solo en Guayaquil, es en todo el Ecuador, el país del silencio, donde si te tocó por “mala suerte” ser víctima de la delincuencia común u organizada, “salados”, menos van a delatar a líderes de bandas que tienen en sus antecedentes delictivos el ser sanguinarios.
El ministro del interior, Patricio Carrillo, en un tuit afirmó que este atentado es una declaración de guerra al Estado. Creo que aún no, es una declaración de guerra entre bandas por el vacío estatal a nivel de seguridad, a nivel de jueces y a nivel de empleo. La violencia podría escalar y eso incluye hacer atentados a personas que nada tienen que ver con el narcotráfico, como poner bombas en plazas u otros lugares concurridos e incluso pueden atentar contra la vida de integrantes del gobierno, allí sí sería como una declaración de guerra, allí recién se hablaría de un escenario como los que propiciaba Escobar. Pero a las bandas no les interesa que tan atemorizado esté el gobierno, les interesa quién se impone más, quién se lleva el “trofeo”.
En la rueda de prensa realizada por las autoridades estatales, el domingo en la tarde, Carrillo pidió a la ciudadanía que colabore con información que los lleve a dar con los culpables de este atentado y comentaba a los periodistas, algo indignado, que ya pasaron horas y nadie llamaba para darles indicios significativos y que según investigaciones de inteligencia, este atentado fue contra alias “Cucaracha”, residente del sector. Y señalaba que el atentado fue ocasionado por bandas que mantienen negocios subterráneos.
Dos puntualizaciones al señor Ministro: primero, no son negocios subterráneos sino paralelos a los negocios legales. ¿Por qué decir negocios paralelos?, pues el desempleo, el brutal desempleo que existe en el país, ha llevado a los ecuatorianos a migrar o a vincularse a estos negocios que caminan a la luz de todos e incluso con vinculaciones policiales y militares, que dejan más dinero que un salario básico, esto en el caso de tener un salario.
Los moradores del Cristo del Consuelo, según recoge un reportaje del medio Primicias, indican que justo este fin de semana en el que ocurrió el atentado, no hubo patrullaje en el sector. Entonces, no es un negocio a escondidas, el narcotráfico es un negocio visible.
Segundo, el narcotráfico ha diversificado sus labores y en esa diversificación del “trabajo” están quiénes permanecen atentos a los “soplones”, a los llamados en la jerga popular “los sapos”, “el que la hace la paga”, “el que habla se muere”; es decir, no puede pedirle a la sociedad que ponga en riesgo su vida avisando quién está detrás del atentado por 10.000 dólares. Las investigaciones corresponden a los agentes formados para ello y con el conocimiento de que su propia vida está en riesgo.
En la actualidad cuando a uno le asaltan, nadie hace nada, cuando se escuchan disparos, nadie sale para auxiliar y esto no pasa solo en Guayaquil, es en todo el Ecuador, el país del silencio, donde si te tocó por “mala suerte” ser víctima de la delincuencia común u organizada, “salados”, menos van a delatar a líderes de bandas que tienen en sus antecedentes delictivos el ser sanguinarios.
Incluso, socialmente se escucha decir que los ciudadanos cuando los agreden y los asaltan ni siquiera ponen ya las denuncias, porque “es perder el tiempo”. La tentación del dinero “fácil” se decía que solo estaba presente en las fronteras donde la pobreza era y es extrema, pero ahora se ha extendido a todo el territorio ecuatoriano y eso se lo debemos a la crisis económica, injusticia social y desempleo. Y claro que esto no surge sólo en este gobierno, ya es una acumulación. En aquella rueda de prensa hay un acierto al decir que este tema no debe ser politizado, porque es muy fácil culpar al gobierno central, mientras que las autoridades locales de Guayaquil poco han hecho.
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