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13 de Noviembre del 2018
Ideas
Lectura: 13 minutos
13 de Noviembre del 2018
Gonzalo Ortiz Crespo

Escritor, historiador, periodista y editor. Ex vicealcalde de Quito. 

Al fin, ¿Trump ganó o perdió?
Los jóvenes, también de manera notable, votaron por los demócratas, sea cualquiera su raza o sexo: 61% votaron por los demócratas y solo 36% por los republicanos. En cambio, por los republicanos votaron abrumadoramente los hombres, de todas las razas o edades: solo 39% de ellos votaron por los demócratas mientras que 60% de los hombres votaron por los republicanos.

La pregunta no es solo de personas poco informadas alrededor del mundo. Los mismos expertos estadounidenses tienen dificultad en ponerse de acuerdo. Por ejemplo, el viernes pasado (9 de noviembre), el Washington Post tenía en sus páginas editoriales dos columnas. La una: “Trump perdió. Y ni siquiera por poco”; la otra: “Si las elecciones de medio período fueron un referéndum, Trump ganó”. ¿Qué? ¿En el mismo periódico? Sí, y no son las únicas muestras de esta confusión, pues han seguido saliendo artículos con visiones totalmente opuestas: “Tres días después: Hey, los republicanos sí recibieron una paliza”, o “La pretendida ola azul fue solo un salpicado”.

Y también son dispares las reacciones en el mundo. En Europa, por ejemplo, el vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans vio el triunfo demócrata en la Cámara de Representantes como algo inspirador para las elecciones del próximo año del Parlamento Europeo: “Inspirados por los votantes de los EEUU que escogieron la esperanza sobre el miedo, la civilidad sobre la rudeza, la inclusión sobre el racismo, la equidad sobre la discriminación. Defendieron sus valores. Y así lo hacemos nosotros”, dijo en un tuit.

Pero el líder de la extrema derecha italiana Matteo Salvini felicitó a Trump: “Felicitaciones al presidente Trump por las curules que ganó en el Senado y aquellos que retuvo en estados cruciales en contra de todos: periodistas de izquierda, actores, cantantes, directores y seudointelectuales”.

Se refieren, por supuesto, a los resultados de las elecciones del martes 6 de noviembre en EEUU, en las que se eligieron todos los representantes a la cámara baja y se renovaron parcialmente el senado y las gobernaciones estatales, sumándose a estas elecciones de significación nacional, muchas otras elecciones de legislaturas estatales, puestos específicos en los estados (comisionados, fiscales y hasta sheriffs) y una serie de consultas y referéndums sobre una variedad muy grande de propuestas.

En parte, la confusión nace de que, aunque se sabe que los republicanos lograron consolidar su mayoría en el Senado y los demócratas voltearon la mayoría en la Cámara de Representantes a su favor, algunos de los puestos no tienen aún un ganador final. No es extraño que esto pase. A las 14:15 del domingo 11 de noviembre, los medios de comunicación estadounidenses aún no proclamaban ganadores en 18 competiciones: tres del Senado, 13 de la Cámara y dos gobernadores. Estos resultados tienen el potencial de cambiar cómo se entienda la elección. Por ejemplo, según el portal de estadísticas FiveThirtyEight, los demócratas pueden llegar a tener una ganancia de 42 curules de la Cámara en vez de 29, o convertir su decepcionante pérdida del Senado en un empate.

Esta demora en tener resultados se debe, sobre todo, a los votos por correo: hay distritos en California o el estado de Washington en que nadie vota en urnas y solo valen los votos por correo, siendo válidos aquellos que tengan el matasellos hasta del día de la votación, por lo que llegan a las oficinas electorales tres o más días después. Pero también se debe a que hubo también elecciones con resultados tan estrechos como, cuándo no, en Florida, donde los votos por el gobernador, un senador y la comisionada de Agricultura tienen que volver a contarse, pues la diferencia entre los dos candidatos es de menos del 0,5 por ciento por debajo de lo que, según la ley de ese estado, automáticamente debe hacerse el reconteo por máquina (si la diferencia después del nuevo cómputo es menor a 0,25 por ciento, debe hacerse un reconteo manual, lo que podría tomar semanas, cosa que puede pasar porque en la elección al Senado entre el republicano Rick Scott y el demócrata Bill Nelson, quien aspira a la reelección, la diferencia es solo de 0,15%).

Así y todo, Joe Scarborough, el comentarista de derecha de MSNBC pero opuesto a Donald Trump es el autor de la columna del viernes en el Washington Post que dice que este perdió, y por bastante. Según él, “el presidente y sus aliados pagaron un precio político muy alto por sus descabelladas afirmaciones sobre caravanas llenas de leprosos, terroristas del Medio Oriente, sementales hispanos y pandilleros invasores”. Estas mentiras, dice, le costaron tanto como sus ataques a la libertad de prensa y sus absurdos llamados de campaña a meter presos a sus adversarios políticos.

“A pesar de todas las declaraciones en contrario, los republicanos de Trump se enfrentaron a una amarga rendición de cuentas en las urnas en docenas de elecciones al congreso y cientos de elecciones a legislaturas estatales en todos los EEUU. El trumpismo probó ser tan tóxico que es probable que los republicanos hayan recibido su peor derrota en elecciones a la Cámara de Representantes desde los oscuros días de Watergate”. En efecto, los republicanos perdieron al menos 32 curules en el Congreso y 300 curules en las legislaturas estatales a manos de candidatos demócratas.

Sin embargo, el profesor de sociología de la Universidad de Columbia Musa al-Gharbi sostiene que Trump ganó el referéndum que había sobre él en estas elecciones. Concede que los demócratas pueden festejar su triunfo en la Cámara de Representantes, que la pérdida del Senado no es tan grave porque enfrentaban elecciones complicadas en estados donde Trump ganó de largo en las elecciones de 2016 y que es cierto que ganaron algunas gobernaciones en estados clave, pero que deben estar más preocupados que felices porque la mayor cantidad de votantes que hubo esta vez demostró ser bipartidista (es decir, los demócratas movilizaron a sus bases pero Trump logró movilizar a las suyas también y sacarlos a votar) y que los republicanos tenían más dificultad en mantener su mayoría en la Cámara porque tenían que defender más del doble de curules en estados que Hillary Clinton ganó en 2016 que los demócratas en estados que ganó Trump. Su razonamiento prosigue con que los republicanos también tuvieron que defender muchas curules que quedaron vacantes porque hubo tres docenas de representantes de ese partido que decidieron no concurrir esta vez a elecciones (lo que no dice es que muchos lo hicieron por miedo a perder) por lo que no tenían el beneficio de candidatos fuertes… y que sin embargo los nuevos candidatos republicanos ganaron algunas de esas peleas, con plataformas incluso más cercanas a Trump que sus predecesores.

Según este profesor, es normal que un presidente en ejercicio pierda el control de la Cámara en las elecciones de medio período, que incluso la disminución actual de curules republicanas solo está en el promedio histórico, y que Trump ha tenido esta vez mejores resultados que Bill Clinton (que perdió el control de ambas cámaras en las elecciones de 1994) y Barack Obama (que perdió muchas más curules en la Cámara en 2010).

La afirmación que al-Gharbi hace enfáticamente en su artículo, de que las elecciones fueron muy normales y muy acorde con los precedentes históricos, no es compartida por muchos analistas que resaltan los resultados excepcionales de esta votación. Primero por quienes salieron a votar: hubo una participación histórica de las mujeres y de los más jóvenes. Y también de votantes rurales. Segundo, por sus resultados: por primera vez en la historia más de 100 mujeres formarán parte de la Cámara de Representantes, entre ellas las primeras dos musulmanas, las primeras dos indígenas americanas, y muchas latinas, entre ellas la mujer más joven jamás electa (Alexandria Ocasio-Cortez, demócrata de la tendencia socialista democrática de Sanders, de Nueva York, de tan solo 29 años) y la primera mujer nacida en Sudamérica (la ecuatoriana nacida en Guayaquil en 1971, Debbie Mucarsel-Powell).

Lo que sí queda claro es que los dos partidos políticos estadounidenses tienen una brecha gigantesca, de sexo, edad y raza. Las mujeres, cualquiera que sea su edad y su raza, votaron abrumadoramente por los demócratas. En efecto, 59% de las mujeres votaron demócrata y solo 40% votaron republicano. Los jóvenes, también de manera notable, votaron por los demócratas, sea cualquiera su raza o sexo: 61% votaron por los demócratas y solo 36% por los republicanos. En cambio, por los republicanos votaron abrumadoramente los hombres, de todas las razas o edades: solo 39% de ellos votaron por los demócratas mientras que 60% de los hombres votaron por los republicanos. Si se divide por edades, los hombres sobre 45 años son masivamente republicanos; en realidad, mientras menor edad tienen menos republicanos son.

Un resultado que sí es claro es que Trump se ha apoderado del partido Republicano y que en este han desaparecido las voces conciliadoras y civilizadas que podían oponerse para moderar su plataforma. La prédica de odio y miedo de Trump, quien dijo que aunque su nombre no estuviera en la papeleta sí lo estaba y por eso debían salir a votar, ha triunfado dentro del partido, lo que se refuerza con su apoyo a candidatos abiertamente racistas y su burla de los candidatos republicanos no trumpistas que perdieron. Recuérdese que hasta la cadena Fox, tan abiertamente entregada a Trump, se negó a pasar la última cuña de TV de Trump por lo descaradamente racista que era. El mandatario ni siquiera explotó el buen estado de la economía estadounidense a su favor: se concentró en demonizar a los inmigrantes y en levantar el miedo a la caravana de centroamericanos, que le cayó como un regalo. Alguien decía, modificando la frase de Franklin Roosevelt de que lo único a lo que hay que tener miedo es al miedo mismo, que a lo único que Trump tiene miedo es a que no haya miedo. “Habla muy mal de nuestro país que tácticas tan inescrupulosas hayan dado resultado en tantas contiendas”, escribió otro columnista de derecha del Post, Max Boot. “El hecho de que el partido Republicano haya llegado hasta allá confirma su transformación de un partido conservador al estilo de Reagan y Ryan en un partido nacionalista blanco a imagen de Trump. Y si usted piensa que este año el ataque a los inmigrantes fue ofensivo, imagine lo que será dentro de dos años cuando el propio Trump esté en la papeleta”.

El Republicano es ahora un partido de extrema derecha. Y a Trump no le importa tener la mayor falta de popularidad de cualquier presidente desde que hay encuestas, pues la polarización política que provoca le da la oportunidad de tener la mayoría de la votación de estados del interior del país, que son clave en el sistema de elecciones indirectas que rige en EEUU.

Es difícil determinar a tan pocos días de las elecciones y con resultados todavía por confirmarse qué es lo que importa, cuánto importa y de qué manera importa, y menos con un tipo tan mentiroso, audaz y contrario a las reglas como Trump, aunque es obvio que los demócratas tendrán que preocuparse de lo que dicen las tendencias históricas: con la economía en alza y el bajo desempleo, las posibilidades de una reelección de Trump en 2020 son muy altas.

Por eso, tendrán que emplearse a fondo por cimentar una coalición interracial por la justicia y la inclusión, eliminar la distritalización y las restricciones al voto que han practicado los republicanos en aquellos estados en que ganaron las gobernaciones, echar luz sobre las trampas y fraudes de Trump ahora que controlan la cámara baja y sacar aún más gente, más mujeres, más latinos y más jóvenes, a votar en el 2020.

 

[PANAL DE IDEAS]

Jorge Peñafiel C.
Giovanni Carrión Cevallos
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