
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
No es suficiente con cambiar de color para renovar una imagen política. El azul con blanco con que Alianza PAIS decoró su última convención nacional no le alcanza para borrar un pasado demasiado reciente. Diez años de corrupción, nepotismo y abuso de poder resultan excesivos para resolverse con una simple maniobra publicitaria.
Tampoco es suficiente con cambiarse de nombre. El fallido intento por constituir un espacio supuestamente amplio, bajo la anodina denominación de Vamos, no tuvo en cuenta la suspicacia política. Y pecó de candidez. Sus mentores olvidaron la célebre frase con la que el PRI mexicano inmortalizó el pragmatismo electoral latinoamericano: el que se mueve no sale en la foto. Dicho de otro modo, si quieres ascender, no hagas bulla y arrímate a un buen árbol.
Atenazado por la inmovilidad política, con una crisis económica complicadísima y a la vuelta de un proceso electoral, lo último que quiere el gobierno es que le hagan bulla en sus propias filas. Al contrario, necesita proyectar una imagen de consenso que compense la debacle del oficialismo. Y Moreno sabe que, a pesar de su desgaste, sigue siendo el principal árbol (si no el único) junto al cual los huérfanos del correato pueden conseguir sombra.
Reciclarse desde la oposición obtusa, como pretenden hacer los correístas, tampoco tiene sentido. Reivindicar al correato a partir del fracaso de Moreno aparece como una jugada cínica y desleal. Poco vendible. El desprestigio del anterior régimen se ahonda con cada revelación de la Contraloría sobre los casos de corrupción. Además, las trifulcas en Lovaina ratifican y amplifican el talante matonil que siempre acompañó a la revolución ciudadana. Ni siquiera un membrete electoral como MANA aceptó digerir un plato tan pesado.
Hay, no obstante, una coincidencia obvia entre todos estos grupos: ninguno se percata de la imposibilidad de ofrecer una alternativa política a partir de un movimiento electorero en plena descomposición; peor aún reclamarse como la reconstitución de la izquierda. Hasta el sufragante menos informado y politizado se percata de la marrullería. Así las cosas, la debacle verde-flex en 2019 parece inevitable.
¿Quién, en estas condiciones, cosechará ese caudal de votantes decepcionados, descreídos y desconfiados del correísmo? Por ahora, el único que se está conectando con ese vacío electoral es Jaime Nebot. A su carisma tropical y autoritario le añade un discurso que se encarrila perfectamente con el imaginario creado durante diez años por Correa: combinar la capacidad administrativa de la derecha con la preocupación social de la izquierda. El populismo en su mas refinada expresión. El único político que está pensando seriamente en reciclar al electorado de Alianza PAIS es Nebot, pero en clave socialcristiana.
Tarea difícil, no obstante, con un pasado febrescorderista tan turbio. Por eso, la mayor apuesta de Nebot va por el desconocimiento de la historia de los más jóvenes, tarea para la cual Correa contribuyó de manera insuperable. El rediseño de la historia promovido durante una década de manipulación también pretende ser aprovechado por el alcalde de Guayaquil para diluir su responsabilidad en los crímenes de lesa humanidad que se le imputan.
El asunto es si la mayoría de los ecuatorianos le dejará pasar de agache.
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