
De cara a las elecciones, por doquier llueven las acusaciones a ciertos candidatos de estar directamente involucrados con narcotráfico. Sin embargo, nadie se conmueve ni se escandaliza. Es como lluvia en pluma de pato. Nadie pone el grito en el cielo. Nada.
Desde hace ya muchos años, se sospecha, y hasta se ha comprobado, que el narcotráfico a invadido la política nacional. Una antigua sospecha que se remonta a los tiempos de Correa quien, luego de sus probadas conversaciones con los traficantes colombianos, dio claras y hasta evidentes demostraciones de ello.
Nadie quiere recordar que, luego esas relaciones y pactos con las mafias y el narcotráfico colombiano, de un tajo suprimió el Consejo Nacional de Drogas, CONSEP, el ente oficial destinado a marcar las políticas de drogas y su control en el país. A través de su Observatorio, el CONSEP mantenía una perenne y fructífera relación con los organismos similares de todos los países de nuestra América.
¿Por qué quienes sucedieron a Correa no hicieron ni hacen nada para retomar la idea de un organismo nacional y civil que se dedique única y exclusivamente al tema de las drogas? Posiblemente, no se trate tan solo de una falta grave de iniciativa. Es posible que el mismo narcotráfico ya haya ya contaminado toda la política del país y que, por ende, nadie se atreva a intentarlo.
De Moreno no se podía esperar semejante traición a su hacedor. De hecho, nunca dijo nada al respecto. La pandemia le ayudo en su mediocridad. Pero, seguramente, su inquebrantable fidelidad a su padre político y benefactor, le impedía cualquier acto destinado a un mayor y mejor control del tráfico de drogas a nivel internacional. Ello habría supuesto retornar a una auténtica política de drogas.
De Moreno no se podía esperar semejante traición a su hacedor. De hecho, nunca dijo nada al respecto. La pandemia le ayudo en su mediocridad. Pero, seguramente, su inquebrantable fidelidad a su padre político y benefactor, le impedía cualquier acto destinado a un mayor y mejor control del tráfico de drogas a nivel internacional.
Como resultado, el país. no solo que se ha llenado de toda clase de drogas en cantidades imposible de entender, sino que ha terminado convertido en un punto de enlace entre el gran narcotráfico de los países vecinos y el exterior, especialmente Europa.
Las autoridades estatales se han dedicado al control de la exportación. Así se incautan grandes y casi incomprensibles embarques, grandes camiones transportando drogas a lo largo y ancho del país.
Porque carece de una auténtica política, de ser un pequeño traficante para el uso casi exclusivamente nacional, el país ha terminado convertido en uno de los grandes exportadores de drogas, en especial mariguana, a Europa y otros continentes.
En contrapartida, y dada la gravedad del narcotráfico internacional, el país se ha olvidado de los pequeños traficantes y también de los usadores, en especial de los usadores conflictivos. De ellos ya no se habla. Frente a la magnitud del tráfico internacional, ellos han vuelto a caer en ese perverso y atroz el anonimato del que pretendió redimirlos el CONSEP.
El presidente Lasso debería tomar cartas en el asunto. Nunca es tarde. Es hora de armar un nuevo CONSEP destinado a crear y sostener una política nacional de drogas que involucre a todas y a cada una de las realidades nacionales: la educativa, la jurídica, la de la salud, la de seguridad y defensa nacional.
¿Cómo dar la cara a un monstruo de mil caras sin una consistente y moderna política que abarque lo educativo desde sus inicios y sin una institución especializada que la represente? Si no hay educación, imposible crear en las nuevas generaciones otras actitudes.
A ningún muchacho ni muchacha le acontece algo grave si no aprende toda la geografía e historia del mundo, pero sufrirán mucho si caen en los usos conflictivos de drogas. Es indispensable que todos nos salvemos a tiempo -no vamos a salvarlos a tiempo-.
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