
PhD en Educación por la Universidad Católica de Lovaina, Maestro en Estudios Culturales y Desarrollo, Graduado en Economía. Ex gerente del Proyecto de Pensamiento Político de la SNGP. Docente universitario.
Ardiendo, como si fueran una pira con piernas, como si hubieran caído en una brasa. Están emanando calores de distintos grados... No me refiero a ningún arbusto bíblico, ni a un edificio tocado por la guerra en Ucrania. Ardidos están algunos derechistas de todos los colores, incluidos esos que no salen del clóset y se fingen socialdemócratas. Echan fuego ante la decisión de la Asamblea Nacional, tomada el jueves pasado, por la cual se dio amnistía a 268 compatriotas. Lo expresan con encono e impotencia en sus columnas de opinión, en las cuales apelan a moralinas perfumadas y coloniales. En sus airadas publicaciones en redes sociales muestran su enfado. Vociferan, con calientes mejillas, en grupúsculos en las calles.
La amnistía es un instrumento jurídico que tiene la Función Legislativa, por el cual puede dar a los ciudadanos una anulación retrospectiva e impedir un enjuiciamiento penal. Desde esa facultad votaron 99 legisladores a favor de que se deje sin efecto el ejercicio punitivo contra cientos de ecuatorianos, la mayoría pobres. La amnistía favoreció a defensores del agua, y luchadores antimineros, perseguidos en todos los tres últimos gobiernos. La derecha, en especial, quiteña, esa que se escuda en la defensa del patrimonio, es la que lamenta que se haya amnistiado a los ecuatorianos y ecuatorianas que participaron en las jornadas de octubre del 2019. Los que lloran por las piedras sacadas de su lugar, pero no por sus compatriotas que perdieron la vida y los ojos en esas jornadas, deben saber que menos del 20% de amnistiados corresponden a los acusados de ejercer su derecho a la protesta y reaccionar ante los abusos del ex presidente Lenin Moreno.
El presidente Lasso se hizo eco de la airada interpretación de los medios de comunicación en contra de las amnistías y envió una dura comunicación en ese sentido. Aunque el Gobierno dice ser “Gobierno del encuentro”, sin duda, oponerse a un proceso legítimo de la primera función del Estado, va en dirección contraria. Oponerse a la amnistía crea desencuentros, aleja la reconciliación, propicia un caldo de cultivo para la confrontación. La amnistía del 10 de marzo da tranquilidad a cientos de familias humildes del país que además de soportar el deterioro cotidiano de sus condiciones económicas, la pandemia y el no poder salir de la pobreza, tenía que lidiar con la falta de recursos para la defensa de su padre, del hijo, del hermano…, seguía sufriendo el calvario de la tramitología legal propia del ineficiente sistema ecuatoriano de justicia. La amnistía elimina ese miedo que tienen los pobres al fiscal que puede allanar el camino a la condena, borra el terror a que un juez de marras lance una condena desproporcionada al familiar querido…
Lasso debió aprovechar la amnistía (y el veto del aborto) para hacer que ese “encuentro” deje de ser solo un slogan. Políticamente le hubiera dado simpatías de sectores que no le son afines, era una boya cargada de índices (mínimos) para subir en popularidad.
Lasso debió aprovechar la amnistía (y el veto del aborto) para hacer que ese “encuentro” deje de ser solo un slogan. Políticamente le hubiera dado simpatías de sectores que no le son afines, era una boya cargada de índices (mínimos) para subir en popularidad. Necesaria frente la incapacidad demostrada en lo económico en una sociedad que al año de tenerlo como presidente no tiene un crecimiento sostenido en los niveles de empleo, no disfruta de obra pública, ni ve mejoras reales en inversión social. Pero el encuentro de Lasso en la práctica es el que tienen los banqueros, el FMI y las Cámaras, o el que se da entre el presidente y su similar de la Asamblea, Guadalupe Llori, para generar una agenda de “gobernabilidad” desde el neoliberalismo radical impulsado por Don Guillermo.
Ya debimos caer en cuenta de que Lasso, como sus predecesores, fue uno cuando candidato y es otro en el ejercicio del mandato presidencial, el que se desdice de sus promesas “notarizadas” de campaña. Ha transcurrido una semana desde que se dieran las amnistías y los medios de comunicación afines al régimen siguen poniendo este tema en la palestra, mientras Lasso lanza argumentos para que no se hagan efectivas las reformas a la Ley de Educación las que, entre otras medidas, mejoran sueldos y condiciones de trabajo de los maestros. Esos argumentos no aparecieron al subir las remuneraciones de los policías.
Una semana después de que se aprobaran las amnistías, los de derechas siguen ardidos, botan fuego..., no recuerdan que en diciembre, Víctor Guaillas, humilde defensor del agua, fue asesinado y quemado. Víctor fue sentenciado injustamente a 5 años de cárcel y en esta pereció. Víctor viviría, si la justicia ecuatorial hubiera agilizado su juicio de apelación, estaría vivo, si hubiera sido beneficiario de una amnistía. ¿Ardidos? ¡Pónganse sábila, raspamonedas!
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