
Quizás podríamos colocar esperanzas en el porvenir de la nueva Asamblea Nacional. Parecería que el símbolo de la libertad y de la equidad podría hacer presencia de manera clara y eficaz. Pachakutik e Izquierda Democrática unidos se han propuesto crear un nuevo estilo de gobernanza legislativa que se haga cargo de las ideologías sociales y políticas que llenan el mundo actual. Pachakutik es el Inca invocado a provocar un cambio en del rumbo de nuestra Tierra.
Ya no más la presencia de alguna tiranía política, social o económica. Es indispensable para el presente y el futuro del país que se termine de enterrar ese correísmo malsano y enemigo de las diferencias. Esa posición política que pretende colocar el saber, la verdad y el poder en una sola persona.
Legislar y fiscalizar las dos fundamentales tareas de la Asamblea. Y para ello han sido elegidos mujeres y hombres que nos representan en una de las tareas más importantes de la democracia. ¡Qué fácilmente se pronuncian estas palabras que tienen mucho de mágico y también de real! Demasiado fácilmente. Así y todo, constituyen las tareas que cimientan la realidad política, jurídica y social del país.
Los movimientos indígenas se han consolidado cada vez más. De olvidados y maltratados, los pueblos indígenas han pasado, legítimamente, a formar parte de algunos espacios de poder. Y son las elecciones democráticas las que garantizan este acceso.
A la Asamblea Nacional deberían ir siempre mujeres y hombres con alta preparación y representatividad social y política. No lo pueden hacer los improvisados que llegan allá mediante componendas políticas, por arreglos electorales e incluso por otras razones nada santas, algunas bien podrían ser demasiado oscuras. La historia lo confirma.
La percepción es que los procesos políticos del país se habrían degenerado de forma alarmante. Y no porque se añoren tiempos pasados que no necesariamente fueron mejores que los presentes. Sino porque se esperaría que con el paso del tiempo se dé una mayor madurez política. Que se avance. Y no que el país se estanque o, peor aún, que se produzcan retrocesos que hacen mucho daño a la vida misma de la democracia.
Los movimientos indígenas se han consolidado cada vez más. De olvidados y maltratados, los pueblos indígenas han pasado, legítimamente, a formar parte de algunos espacios de poder. Y son las elecciones democráticas las que garantizan este acceso.
Un mayor y nuevo acceso de Pachakutik podría significar el comienzo de otra era política en el país. Tal vez como el inicio de una nueva forma de hacer política en la que el principio de representatividad logre su verdadero sentido.
Democracia: una de las más hermosas palabras del hablar político de todos los tiempos. La inauguraron los griegos. La tomaron los romanos. Y la resucitaron los franceses, en su revolución. Gobierno del pueblo. No más reyezuelos, no más tiranos. No más sátrapas dictadores que se apropien del poder y hacen del país su propiedad privada. Los movimientos indígenas son parte consustancial, no solo de nuestra política, sino de nuestra identidad nacional y social.
El gobierno del pueblo no es sinónimo de gobierno de la mediocridad. El pueblo se representa con sus mejores cuadros, con sus líderes, con los ciudadanos más preparados en todos los órdenes: social, académico, político. De ninguna manera se pretende que la preparación tenga que ver necesariamente con lo académico. La sabiduría, la sensatez, la diplomacia, la honorabilidad son anteriores a las universidades.
Sin embargo, tampoco se puede vivir de romanticismos anacrónicos que lo único que hacen es permitir que el subdesarrollo se convierta en una especie de alma o de ley que vivifique el país. Ya no es dable que quienes se hacen cargo de la dirección del país carezcan de una adecuada y profunda formación que asegure su mejor intelección e interpretación de los tiempos, de las circunstancias, de los movimientos sociales y económicos del país y del mundo,
El país no es un terruño. Por ende, los miembros de la Asamblea deberían poseer una visión amplia, profunda y casi visionaria del tiempo, de la realidad, del pasado y del futuro. Una visión histórica de la realidad. La Asamblea Nacional no puede convertirse en un oscuro escenario de improvisaciones de ningún orden.
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