
Arde Troya en Brasil por la corrupción sembrada a manos llenas por Odebrecht: los Lulas, las Dilmas, los diputados, los senadores, los ministros no saben ya en dónde esconderse. Acá, en cambio, a la corrupción se la cuida y protege porque a la Fiscalía General no le agradan ni los escándalos ni las verdades. No querría que estas podredumbres empañen las elecciones, por ejemplo. Anhela la paz de los sepulcros ¿o la paz de los tontos? La Fiscalía se muestra admirablemente prudente y bondadosa con los que fueron candidatos hace días y con los que son ahora. Tampoco desea que algo hable mal de la virginal pureza de los corazones ardientes y de las manos inmaculadas.
¿Saben ustedes quién ha sido el corrupto?, pregunta el Fiscal Y como si se tratase de una gran novedad, nos cuenta que Odebrecht es la madre de toda corrupción. Pero el país respondió en silencio: Y todos aquellos que la protegen, que se callan ante el crimen. ¿Por qué se guarda bajo cien llaves el informe de Odebrecht? Todavía la cuestión de la verdad se resuelve encerrándola de por vida en un manicomio.
¿Y la ética en la lid electoral? Quizás la primera pregunta lógica sería si es que hay o no lugar para la ética en una campaña en la que están en juego no solo la presidencia de la república sino también la verdad y la libertad.
¿Desde qué ética se critica al adversario o se realizan acusaciones? ¿Con qué ética se lanzan lluvias de promesas sin tomar en cuenta, por ejemplo, que el actual gobierno dejará un país con los bolsillos rotos y con inmensas deudas que pagar. ¿Ya se sabe quiénes son los corruptos?
¿Qué pesa más en las elecciones, el engaño, el ansia de poder o la verdad? La respuesta, si realmente hubiese alguna, tendría que ver con las características propias de cada candidato y sus circunstancias. En lo que respecta al candidato Lenin Moreno, su circunstancia es que pretende suceder a Correa y que pertenece al mismo grupo político. En consecuencia, recibe el apoyo total, intenso y sin mesura del presidente. De alguna manera es como si se tratase de una prolongación lógica, ética y operativa del presidente.
Correa habla de sí mismo, de sus obras, de sus aciertos, de los inmensos logros de su revolución que, asegura, ha cambiado al país de pies a cabeza. No existe tema o realidad fáctica que no le sirva para hablar de su revolución ciudadana. ¿Cuáles son los principios básicos que debería poseer un acontecer político para que devenga revolucionario? Él se refiere a sí mismo. Hace campaña no por Alianza País y sus candidatos sino por su correísmo. Es necesario que triunfe Moreno pues así se aseguraría no solo su posible retorno sino, sobre todo, su presencia. Únicamente él puede traer todos los asesores que desea. La campaña electoral se ha convertido en una lucha del presidente. Desde ahí, se impide el ingreso al país de Lilian Tintori. ¿Qué haría entre nosotros la esposa de un convicto? L'État, c'est moi (el Estado soy yo), Luis XIV.
¿Cómo disfrazar ahora con trajes de benevolencia y tolerancia una década de persecución, intolerancia, derroche y corrupción? Los medios de comunicación clausurados. La puja por frecuencias radiales disponibles en la que constan emisoras de primer orden con una inmensa hoja de vida marcada por la calidad. Una década, por ejemplo, en la que sistemáticamente no se ha dado cuenta de los costos de las obras realizadas. ¿Acaso la ciudadanía no tendrá derecho a saber cuánto se ha gastado en una carretera, en un edificio, en un puente, en un aeropuerto?
Asuntos elementales que, en democracia, no pueden pertenecer al mundo del secreto. Recordar que los secretos políticos son caldo de cultivo para las sospechas, los malos pensamientos, las habladurías. Las sospechas nacen de los malos olores que brotan de ciertas obras. Cuando aparecieron los millones robados por un administrador de la refinería, la sospecha adquirió su mayoría de edad en el país. Porque es imposible que no hayan olido mal las relaciones, las acciones, los contratos, los cheques girados y los cobrados. No se puede aceptar que los poderes políticos sufran de anosmia. El diablo medieval olía a azufre quemado. El actual a perfume francés. Es cuestión de cultura, de verdad, de ética y de justicia. Tal vez estas no sean precisamente buenas palabras en las condiciones políticas actuales.
¿De qué manera abandonar la burda magia con la que se ha manejado el lenguaje para poder retornar a los estados en los que la verdad no es propiedad de alguien en particular sino construcción de todos? Desde la violencia no solo que no es posible ofrecer el imperio de la ley y la justicia sino todo lo contrario, el dominio de la arbitrariedad e incluso del terror.
Podrían terminar siendo fundamentalmente inmorales los festines de ofertas que surgen en la puja por el poder. El país en subasta. La gratuidad convertida en el disfraz de la inmoralidad. Así comenzó esta década en la que todo ha sido posible, menos la justicia, la verdad y la tolerancia.
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