
Ya han pasado casi dos años desde que Moreno asumió el poder. Y recién ahora amenaza con cerrar la boca de Julian Assange, obligado huésped en la embajada de Londres. Siete años: tiempo insoportablemente inmenso para sus elementales buenas costumbres y tremendamente oneroso para el magro erario nacional. Correa estuvo muy seguro que el hecho de proteger a Assange con sus truculentas acciones le aseguraría una especial inmortalidad internacional. Creyó que el australiano, perseguido por la Justicia norteamericana, le daría el salvoconducto a la gloria. Assange se convirtió en el medio más propicio para explicitar su rechazo absoluto a los Estados. Por supuesto, jamás dio cuenta de las razones de ese odio. ¿Acaso transferencia del odio al padre?
Assange, australiano de nacimiento, trabajaba para los Estados Unidos. Correa hizo su postgrado en los Estados Unidos. Los dos se beneficiaron de la política norteamericana y también de su economía. Pero ambos quisieron ser héroes asesinando al protector, en una suerte de parricidio. Se convencieron de que Rusia y sus satélites los declararían héroes mundiales por su valentía al haber dado la espalda al benefactor, por la valentía de haberse atrevido a morder la mano de quien les dio de comer.
¿Elemental narcisismo herido de quien se siente humillado por quien acudió a ayudarlo, a levantarse y a caminar? ¿Cómo olvidar que él, el anti yanqui, le debe agradecimiento por haber colaborado en buena parte de su educación? ¿Cómo olvidar que a lo largo de su vida siempre tuvo alguien que lo apadrine y le costee sus estudios desde la escuela y el colegio hasta la universidad?
Sí, él que llega a la presidencia de buenas a primeras no puede dejar de pensar en sus antecedentes de profundas limitaciones y privaciones. Las antiguas y constantes generosidades y benevolencias de otros, cuando llega a la presidencia, se convierten en un fardo azas insoportable de cargar. Atacar política y verbalmente a los Estados Unidos no es suficiente. Hacen falta obras que den cuenta de esa artificiosamente creada alergia al benefactor. ¿Habría que pensar que en su rechazo a los Estados Unidos se esconde el rechazo a todos y cada uno de sus antiguos benefactores? Por lo mismo, proteger a Assange se convierte en una gran oportunidad que de modo alguno puede menospreciar. Correa se hace justicia a sí mismo.
Para el herido narcisismo de Correa, Julian Assange se convierte en la oportunidad calva para realizar sus infantiles deseos y fantasías parricidas. Lo acoge en esa especie de club de los grandes e importantes perseguidos por Washington. De hecho y desde su herido narcisismo, gratuitamente él se auto declara perseguido por el poder de otros. Salvando lo salvable, la historia de Assange es muy similar. También él anhela asesinar al padre benefactor.
Para el herido narcisismo de Correa, Julian Assange se convierte en la oportunidad calva para realizar sus infantiles deseos y fantasías parricidas.
Solamente desde ese narcisismo perennemente ofendido desde la niñez, Correa le da bienvenida a Assange al club de los perseguidos. ¿Quién alguna ha perseguido a Correa, si antes no ha sido más que un profesor nada brillante y en perenne discordia con las autoridades?
Su estrategia de sentirse víctima, propositiva o inconscientemente elegida, se convertirá en uno de los organizadores primordiales de su existencia. Más aun, utilizará el poder para delinquir en múltiples oportunidades en las que, por ejemplo, gratuitamente creó enemigos y culpables para justificar su violencia y sus ansias de venganza.
No invita a Assange al grupo de amigos sino al grupo de los perseguidos, de aquellos destinados al mal por el poder. Assange ha cometido un grave delito federal y es esto lo que le permite convertirse en protegido de Correa. Como si el mal los hermanase profundamente. Ya se le ha explicado claramente a Correa cuales son los delitos por lo que el país lo persigue jurídicamente. Pero como acontece con los de su clase, él no cesa de hablar de sus manos limpias y su conciencia tranquila.
Cuando Assange lo conoce, la suerte está echada: ha encontrado una suerte de doble que lo salvará. Y viceversa: Correa lo usará como trofeo de su honorabilidad a toda prueba. Y como un ejemplo más de la perversa posición de Estados Unidos Desde sus profundas precariedades, Correa construyó su propia varita mágica para convertir al villano en héroe.
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