Consultor político, experto en comunicación electoral y de gobierno. Docente de la Universidad Andina Simón Bolívar
El caso de Julian Assange sugiere algunas interpretaciones y subraya la inevitabilidad de las consecuencias que siguen a los actos humanos. En el mundo hiper-mediatizado y saturado de mensajes que circulan por la internet, la historia de Assange y de Wikileaks está lejos de terminar y, lo único claro, es que no tendrá un final feliz para nadie.
La decisión del gobierno ecuatoriano de retirarle la inmunidad diplomática de la que gozaba, ha generado una discusión en la que Assange aparece a veces convertido en un heroico Robin Hood contemporáneo, apresado y en riesgo de ser ajusticiado por desafiar el poder de los malvados, con sus desplantes y hurtos de información, la cual repartía entre la inmensa mayoría de pobres, ávidos de verdades que a falta de pan, alimentan las conciencias que conducen tarde o temprano a la liberación.
Algunos incluso lo califican de periodista, y otros profesionales del oficio aclaran —indignados— que el periodismo es mucho más que obtener y traficar información para hacerla pública, por medios ilegales. Pequeño debate, cuando lo esencial en ese punto, es que tanto el periodismo como la internet nunca serán lo mismo después de Assange.
En efecto, el poder de la internet parecería haber quedado muy claro luego del escándalo de Faceboock y el juicio que enfrentó su creador Mark Zuckerberg por la venta en 2018, de los datos de 50 millones de usuarios de la red social a la consultora política Cambridge Analytica, la cual usó la información con fines electorales que favorecieron a Donald Trump.
Zuckerberg ofreció disculpas, negoció y salió bien librado. Lo de Assange es más difícil a primera vista.
Hoy, el drama de Assange raspa hasta el nervio esa herida y provoca una argumentación donde deberían debatirse mucho más y con toda seriedad aspectos como el modo en que se hace "periodismo", la manera en que se divulga información contrastada o no, falsa o verdadera desde la red; o sobre las impredecibles consecuencias que para la economía y la política tiene el manejo amoral, "desinteresado" y ciudadano que cualquier hijo de vecina hace de estos espacios.
Así mismo, urge una reflexión serena sobre el impacto que en la vida cotidiana de individuos, familias, comunidades, gobiernos y países enteros, tienen las agendas ocultas que se mueven en las redes, estratégicamente pulsadas por diversos actores antagónicos.
Hacen falta medidas duras y urgentes para acabar con la desinformación en la plataforma, que necesita ser regulada de forma más estricta.
Assange arrinconó al gobierno de Moreno en un juego de suma cero cualquier decisión imponía al régimen una derrota y un deterioro inadmisibles; el hacker dejó a Moreno sin opción en un escenario marcado por la crisis económica, el realineamiento con USA, y la necesidad de reposicionar su propia imagen para garantizar gobernabilidad.
Cabe recordar que Wikileaks ha accedido y divulgado información de diverso tipo que ha impactado a amplios sectores de la sociedad, aún cuando mucha de esa información no haya sido totalmente confirmada. Solo para refrescar la memoria mencionemos aquella facilitada por un soldado norteamericano, que reveló miles de archivos confidenciales que hablaban sobre las atrocidades de la intervención militar en Irak y Afganistán; la ingerencia rusa en las elecciones presidenciales en USA y las persecusiones del régimen del Zar Putin a la comunidad GLBTI; la relación de la mafia italiana en las finanzas del Vaticano; y hasta sobre la red de pederastia eclesial que encubrió Benedicto 16.
Pero Wikeleaks parecía darse abasto para todos; en la otra línea del juego, también le tocó su parte al corrupto gobierno de la familia Kirchner; los enriquecimientos ilícitos de gobiernos africanos que, según muchos, desencadenaron las protestas en la primaveras árabes. Antes de ser recibido por Correa, Wikileaks divulgó información sobre la explotación en el Yasuní en plena vigencia de la iniciativa ITT....
En definitiva, los últimos años, y de la mano de Wikileaks, la internet demostró que puede ser el deplorable lugar donde muchos seres humanos ventilan varias veces en el día sus más bajas pasiones y su estupidez, su sabiduría y su tolerancia; sus conflictos o sus mejores emociones; sino también el inhóspito agujero negro donde poderes fácticos nacionales y transnacionales, gánsters, sociópatas devenidos en salvadores de patrias y otros esperpentos, son vulnerables a ser devorados con todos los esqueletos de sus armarios.
Pero Assange la jodió. Casi completa
En su soberbia y con la impunidad otorgada fraudulentamente por el pillastre gobierno de Correa, cuasi canonizado por una manga de ingenuos bajo la magia de la pirotecnia pseudo-revolucionaria, se alojó en la embajada de un "país insignificante", como él mismo llamó al Ecuador, sin advertir los cambios que potencialmente podrían producirse en la correlación de fuerzas entre los insignificantes políticos ecuatorianos, y tomó partido a favor de una de las fuerzas en pugna.
Assange arrinconó al gobierno de Moreno en un juego de suma cero, es decir un espacio en el cual, cualquier decisión imponía al régimen una derrota y un deterioro inadmisibles; el hacker dejó a Moreno sin opción en un escenario marcado por la crisis económica, el realineamiento con USA, y la imperiosa necesidad de reposicionar su propia imagen para garantizar una mediana gobernabilidad en lo que queda de su mandato.
Hoy Assange y sus viudas criollas se desgarran las vestiduras por la suerte del controvertido actor político acusado de violación, y que de manera figurada tanto como de manera literal, llenó de mierda el único espacio donde podía seguir abriendo la puerta a la información anti-establishment. Las caraduras de Patiño, Long, Pabón y otros esperpentos que claman por una justicia que ellos nunca supieron honrar, solo son desagradables cromos en el cuaderno de la impresentable complicidad urdida entre Correa y su ex canciller, María Fernanda Espinoza, para medrar de Assange, y que deberá aclararse algún día.
Es difícil saber lo que el hacker hará hoy que está en manos del MI6 y la CIA, que obviamente no lo sacrificarán ni lo mandarán a pudrirse en un calabozo hasta obtener toda la información que pueda serles de utilidad; mientras tanto, los poderes que arman a su antojo el mapa de la geopolítica mundial, lidiarán con las demandas de la diplomacia internacional y las protestas de los organismos de DDHH de toda laya y origen. Habrá que ver cómo el hacker negocia lo que tiene, mientras la vida en el resto del planeta, fuera de los medios y fuera de las redes sociales sigue su marcha.
Assange no es Robbin Hood, y para quienes no lo sabían, el bandolero de los bosques de Sherwood tampoco fue el héroe que Hollywood pintó. Y tampoco Assange es ningún santo varón que ha sido entregado al sacrificio. Es solamente un tipo que está haciéndose cargo de las consecuencias de sus actos.
En la mitad del mundo, el juego de embustes, escándalos y la amenaza de nuevas revelaciones, los ataques y contraataques de los adversarios seguirán alimentando el día a día de un país que se bambolea ya demasiado tiempo entre el asombro y la incertidumbre; y en el que la mayoría de familias se rompen la espalda para sobrevivir cada semana, sin empleo, sin salud, sin sueños.
Allá, en la pequeña embajada ecuatoriana en Londres seguro no se extrañará la ausencia de Assange; quizá sí la de su inocente gato influencer, entregado en adopción.
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