
A los “boomers” y “X” nos ha dado por interpretar a los “millenials” y los “z” como si se tratara de extraterrestres. Los notamos en temporada electoral porque creemos que, si desciframos su voto, predecimos el futuro. Lo que en realidad nos preocupa es que sean la generación que se define sobre temas concretos y no sobre los espejismos ideológicos de las empresas electorales mal llamadas partidos políticos.
El análisis generacional comete el error de particularizar al sujeto fuera de su contexto, hay jóvenes en el campo arrancando papas y los hay “empresarios exitosos” haciendo negocios truchos en hospitales. Hay “Tick Tokers” entre los médicos postgradistas y también entre los motociclistas que rodean un féretro disparando al aire; pero los catalogamos sin considerar el contexto de exclusión, violencia, contaminación e incertidumbre que nuestra generación les regaló y que ahora les exige arreglar, pero eso sí, con nuestras reglas.
Los “boomers” somos buenos subestimando y generalizando. Nos referimos a los “millenials” como cristales, autómatas, individualistas o hasta descerebrados; les adjudicamos intereses particulares como si ambiente, violencia, educación o trabajo no nos quitaran el sueño a jóvenes y viejos por igual. No reconocemos contenido ni síntesis en sus memes, ni valor en sus opiniones divergentes, nos ahoga que nuestros paradigmas y normas APA sucumban a las nuevas reglas del universo virtual en que ellos habitan, con o sin nuestro permiso o financiamiento.
Que nuestros candidatos les sean indiferentes no significa que el mundo no les importe; significa que les importa más allá de nuestras ridículas, infinitas y anacrónicas disquisiciones políticas
Los “millenias”, como toda nueva generación, construyen el mundo a su imagen y semejanza, comprenden y emprenden; a veces emergen y rompen cosas, esquemas y hasta ciudades completas.
Que nuestros candidatos les sean indiferentes no significa que el mundo no les importe; significa que les importa más allá de nuestras ridículas, infinitas y anacrónicas disquisiciones políticas. Ellos se divierten bailando ante una cámara, pero al mismo tiempo construyen redes ambientales, van en bicicleta, se cuelgan pañuelos verdes, rescatan animales, crean startups, inventan la cura para el cáncer y máquinas para limpiar los océanos de nuestra basura.
Qué difícil se nos hace hallar méritos en una generación que pasa de nosotros, que no nos pide la bendición, ni cree en una sola palabra de nuestras retóricas derrotadas hace décadas. Cuánto terror nos causa que el mundo, su mundo, esté en esas manos que sujetan constantemente un teléfono. Mientras nosotros nos mesamos los cabellos, tan convencidos de que un día lo hicimos mejor.
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