Economista y Magister en Estudios Latinoamericanos.
@giovannicarrion
Los ecuatorianos –a través del Consejo Nacional Electoral (CNE)- hemos sido convocados, una vez más, a un proceso electoral, en esta ocasión con la particularidad que se trata de elecciones presidenciales y legislativas anticipadas, como consecuencia de la reciente aplicación del Art. 148 de la Constitución de la República, por parte del presidente Guillermo Lasso, quien de un plumazo disolvió a una decadente Asamblea Nacional, decisión esta última que, según mediciones de la firma Click Research, tuvo una amplia aceptación en el pueblo, equivalente al 73,98% de los encuestados.
Según el calendario electoral aprobado por el CNE, la primera vuelta, tendrá lugar el 20 de agosto de 2023 y de presentarse un balotaje, el sufragio general está determinado para el próximo 15 de octubre de 2023, finalizando con la entrega de credenciales el 20 de noviembre de 2023, según se desprende de la Resolución PLE-CNE-6-23-5-2023.
Así las cosas, y con un presupuesto de USD. 79,9 millones (monto total en caso de existir una segunda vuelta, en los que está incluida la suma de USD. 31,6 millones), al momento está abierta la etapa de inscripción de candidaturas tanto de quienes aspiran a llegar al Palacio de Carondelet como a ocupar una curul en el Legislativo.
Ciertamente ya se comienza a barajar algunos nombres provenientes de sectores de diferentes corrientes ideológicas, entre ellos, uno que otro rostro conocido, así como personajes tropicales con ínfulas de outsider capaz, según ellos, de mover el tablero electoral de una política tradicional altamente contaminada por la corrupción y una crisis de representatividad que coloca a la democracia ecuatoriana en una situación bastante delicada y a merced de un neopopulismo con habilidad –al igual que los charlatanes de feria- para vender humo a un incauto pueblo que ha perdido sus ilusiones.
Ahora mismo, según la encuestadora Click Research, el 75,24% de los consultados, cree que la gestión del presidente Lasso será peor en los próximos meses, lo cual confirma el grado de desaliento que está presente –en general- en el ánimo de la población.
No obstante, los problemas con los que debe lidiar el Ecuador ahora mismo son bastante complejos. Ahí está la delincuencia, identificada con un 37,23% como el principal problema del país, seguido de la corrupción con un 20,01%, además de la crisis económica, desempleo, mala administración, narcotráfico, problemas en la gestión de la salud pública, migración, entre otros.
Consecuentemente lo que los ecuatorianos buscamos en los próximos comicios, es a un estadista con la suficiente preparación, conocimiento y mente abierta, así como que evidencie firmeza, decisión y liderazgo para a más de entender la problemática nacional, tomar, en lo sustantivo, las decisiones capitales en función del bienestar general, lo cual implica no estar atado a intereses económicos particulares, partidistas o de grupo.
Los partidos y movimientos políticos deben asumir esta participación electoral con absoluta responsabilidad, presentando a los mejores cuadros disponibles, lo cual implica dejar a un lado, a creaciones marqueteras, como ‘denunciólogos’ y abogados del poder de turno, aquellos ‘rambitos’ criollos, guapos de barrio y otros habitantes de ciudadelas o barrios exclusivos que en forma distorsionada interpretan la realidad nacional siempre desde la opulencia.
El Estado ecuatoriano no está en subasta. Necesitamos un estadista, hombre o mujer, con la suficiente determinación para aglutinar al Ecuador en torno a un proyecto de verdadera reconstrucción nacional.
Y claro, esto pasa también por elegir a legisladores probos que entiendan la gran responsabilidad y compromiso que tienen con el país.
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