
La visita del Presidente Lenin Moreno a Estados Unidos trajo la buena noticia de que Ecuador buscaría llegar prontamente a un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, —nuestro principal socio comercial con un 30% de participación en el total de las exportaciones—, en tanto la concesión de preferencias arancelarias mutuas y reducción de barreras no arancelarias al comercio, además de otro tipo de arreglos en materia de inversiones e institucionalidad, conlleva importantes beneficios para Ecuador, aunque no exenta de costos y perdedores del acuerdo.
Todo lo que se puede ganar por el lado de nuevas y mayores exportaciones no está en discusión, aunque al final del día todo dependerá del nivel de competitividad que alcancen los productos ecuatorianos para entrar en el mercado norteamericano. Igual en lo que se refiere a la posibilidad de atraer nuevas inversiones y llegar a buenos acuerdos institucionales. Por el lado de las importaciones, la posibilidad de hacerlas más baratas desde Estados Unidos tiene beneficios directos en un mayor excedente del consumidor; un ahorro de recursos desde el punto de vista de la oferta, en tanto para la misma cantidad de bienes se utiliza una menor cantidad de recursos y una menor desviación del comercio con las importaciones que provienen por ejemplo de la Comunidad Andina, cuyo valor FOB para algunos productos podría ser más alto que su valor correspondiente en los EE.UU.
No obstante de ello, el acuerdo de libre comercio efectivamente podría llevar a problemas a ciertos sectores como los textiles, línea blanca o agrícolas que no están en capacidad de competir con la producción norteamericana, pero ello solamente es una evidencia de las debilidades que tienen ciertos sectores y la cosecha de una mala siembra desde hace 40 años, en que nos equivocamos dirigiendo nuestras inversiones hacia actividades “protegidas” que nunca lo debíamos haber hecho, y ahora que nos vamos abriendo al mundo, nos vamos dando cuenta de eso.
El acuerdo de libre comercio efectivamente podría llevar a problemas a ciertos sectores como los textiles, línea blanca o agrícolas que no están en capacidad de competir con la producción norteamericana.
A todos los potenciales perdedores hay que preguntarles:
¿Quién dijo que cuando se hace una inversión, no se corre el riesgo de reducirse o desaparecer para dar lugar a otra actividad contra la cual no se puede competir? O acaso los fabricantes de velas deberían haber obtenido un subsidio vitalicio o inclusive una regulación que impida la generación de luz eléctrica al no poder competir.
¿Quién dijo que todas sus pérdidas son mayores que los beneficios de los consumidores y de los otros productores que ganan con el acuerdo, como para impedir el avanzar en este acuerdo?
¿Quién dijo que los consumidores no podemos aprovechar de encontrar productos más baratos y de mejor calidad en el extranjero?
En todo caso, los efectos de un acuerdo de libre comercio no deben ser sobreestimados, ya que no resolverán por arte de magia nuestros problemas de falta de crecimiento y pobreza. El acuerdo solo brinda oportunidades y nosotros somos responsables de crear el entorno económico e institucional adecuado a fin de aprovechar esas oportunidades. Una agenda para ello incluye capacitación y asistencia para absorción de nuevas tecnologías, flexibilidad en el mercado laboral, esquemas estatales eficientes en la provisión de bienes y servicios públicos, reducción del tamaño del estado y cargas tributarias, mejora de la eficiencia del gasto público, garantizar los derechos de propiedad y propender a un sistema judicial eficiente y mejoras del sistema educacional que junto al libre comercio configuran una buena “receta de crecimiento” que daría sus frutos en términos de empleo, producto y bienestar.
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