
PhD en Educación por la Universidad Católica de Lovaina, Maestro en Estudios Culturales y Desarrollo, Graduado en Economía. Ex gerente del Proyecto de Pensamiento Político de la SNGP. Docente universitario.
Han pasado dos semanas desde aquella noche en que por fin vimos el anunciado encuentro entre el Presidente y los dirigentes indígenas, bajo el arbitraje de la ONU y de la Iglesia católica. Diversas voces, desde las propias adscripciones políticas, interpretaron esa reunión, pero el verdadero alcance de los acuerdos, tratados, mediaciones, reuniones entre contradictores e incluso antagonistas, tienen su mayor riqueza en su proyección temporal. Es en los días posteriores en donde se respeta, o no, lo acordado, donde se generan distractores o se realizan las jugadas tácticas de defensa o de ataque, en los días posteriores se mira en acción la viveza criolla de los políticos… El escenario no se mantiene estático y aunque en aras de la calma se quiera mostrar al pueblo llano que las cosas están tranquilas, en especial en los actores implicados en la tensión política y la correlación de fuerzas, reina una calma chicha que se caracteriza por un tenso nerviosismo.
Ese domingo 13, tres horas después de lo anunciado, nos sentamos con el canguil frente a la televisión, a mirar un evento político que no interrumpía nada interesante en la programación regular. Asistimos a un encuentro inédito, que, al ser en directo, denotaba transparencia, característica legitimadora esencial (y hasta nociva) de esta época, como diría el filósofo Han. En el 2001, mirar la guerra de Irak en vivo, le daba a las explosiones un tono particular.
Si un locutor relataría lo vivido podría hacerlo como con un encuentro boxístico de peso mosca: “En el centro está el Presidente rodeado de los mediadores. Al costado izquierdo de la pantalla, vistiendo ropas sencillas y pintura ritual están los líderes indígenas. En el lado derecho de la pantalla vistiendo trajes de última moda, el Contralor general del Estado, el Ministro de Economía, el Secretario del Presidente, la Presidenta del CNE, Litardo…” No iba al diálogo el Gobierno sino el aparato estatal en pleno. La primera muestra de poder. Quedan las fotos, que si fueran dibujo sería una inverosímil caricatura panfletaria. La imagen es todo…
“¡Y arrancó la jornada de diálogo!, comienza con dos intervenciones de la mediación y una del Presidente. Viene ahora una intervención desde el costado izquierdo, la réplica viene desde el derecho. Nuevamente el presidente Moreno. Esperen, se queda sin aire, se queda sin discurso… (¿Y el texto?). Suena la campana, el moderado-moderador de la ONU, anuncia que es hora del receso (¡comerciales, ya volvemos!). Regresaremos luego de quince minutos, dice”. Quince minutos que al parecer fueron cuánticos…
Iza da una pedagógica clase de economía y el ministro Martínez da una réplica tecnocrática y confusa. Vemos una firme y sentida intervención femenina desde el costado izquierdo y luego un minúsculo emulador de hacendado lanza su bravata, desde el costado derecho.
Esos quince minutos que no fueron transmitidos en vivo pero sí vistos en las redes sociales, mostraron al contralor Pablo Celi en airada disputa sobre los mencanismos de la derogatoria, con su tocayo Dávalos, asesor de la CONAIE. El contralor del Ecuador, actuando como si fuera el asesor político del presidente… Se ve a un molesto Leónidas Iza reclamando y a Diana Atamaint, desde el costado opuestos al de los indígenas, nerviosa alegando que ya se acordó algo. En esos quince minutos no transmitidos, el moderado-mediador de la ONU, no es tan moderado, ni es tan mediador, pues según dicen varias voces, se parcializa… Pero, el show ¡debe continuar! y cuando regresa la transmisión vemos a todos sentados con compostura. Iza da una pedagógica clase de economía y el ministro Martínez da una réplica tecnocrática y confusa. Vemos una firme y sentida intervención femenina desde el costado izquierdo y luego un minúsculo emulador de hacendado lanza su bravata, desde el costado derecho…
Y estuvo representada la primera función del Estado en esa mesa, estuvo el señor Litardo presidente de la Asamblea Nacional, aunque para pasar desapercibido solo hubiese faltado que se ponga gafas y barba postiza: quería seguir en su cómodo bajo perfil. No dijo nada. Ni esa noche, ni antes, ni después. Amparándose en la normativa de que únicamente el presidente puede convocar a que se reúna la Asamblea, no hizo nada y prefirió dejar que los acontecimientos pasen en “sabia” y oportunista espera.
Luego de quince días, ese encuentro que a muchos dejó esperanzados, a estas alturas se asemeja a un show “cómico, mágico, musical”, cual circo televisivo de mi infancia. Aunque la comparación pueda ser grotesca, no es desproporcionada si vemos lo actuado por una de las partes. Luego de ese diálogo nocturno que terminaba, con olor a pachulí y con la supuesta derogatoria del fatídico decreto 883, vino la realidad. Los ministros Romo y Jarrín, sobre quiénes pesaba un pedido de destitución de los indígenas al presidente Moreno, por la brutal actuación que tuvieran las tropas por ellos dirigidas en las jornadas de movilización, actuaron de inmediato.
La ministra Romo, aplicó el popular “quien pega primero pega dos veces” y se apresuró a enjuiciar desde el Ministerio de Gobierno a los líderes indígenas. El ministro de Defensa Jarrín, por su parte, radicalizó su discurso militarista, dejando corto al tristemente célebre Donald Rumsfeld, pues habló de guerra, de pertrechos, e incluso calificó a las universidades como centros de abastecimiento de vándalos (¿tiene asesores de comunicación?). El pedido de los indígenas fue la destitución de Romo y Jarrín, pero Moreno cambió al jefe del Comando Conjunto de las FFAA y al comandante general del Ejército, sin precisar razones, un mensaje tácito que luego tomaría eco con las declaraciones de Jarrín: su actuación en los 12 días de huelga fue débil. Hasta la fiscal hizo su “buena letra” y apuradita se puso a inciar proceso contra el presidente del CONAIE por sus declaraciones sobre un "ejército indígena", (nada dijo ante las de Nebot de que consideraría sustituir al Estado).
Derogado el 883, el Ejecutivo envió a la Asamblea Nacional un paquete de más de 250 páginas desde las cuales se quieren reformar más de 20 leyes, que van desde las telecomunicaciones hasta educación superior, el rol del Banco Central y nuevas medidas impositivas. Medidas que quieren complacer a Alejandro Werner del FMI y que luego de un fin de semana tienen ya un informe de la Comisión de Régimen Económico y Tributario, sin cambios al texto (o no leyeron, o están dispuestos a aprobar lo que les pongan).
¿El Gobierno espera el largo feriado de noviembre para lanzar su paquetazo? ¿Qué escenario viene luego de la mediática reunión del domingo 13, tomando en cuenta las acciones de Gobierno y Estado? Si creen que lograran pasar sus medidas neoliberales, desde la institucionalidad legislativa o desde la viveza criolla, sin costos políticos o nuevas movilizaciones, es que no aprendieron nada.
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