
Un sistema político-social que ha sido permisivo con la proliferación de imbéciles en el mundo político, está condenado a degradarse sistemáticamente; es decir, a deteriorarse de forma gradual mas no de un colapso total. Al incremento de imbéciles en la política se conoce como ascenso del “capitalismo imbécil”. Me explico.
El “capitalismo imbécil” es un producto más del sistema capitalista decadente, perverso e inconsecuente, además de ser una propuesta teórica provocadora formulada por el filósofo norteamericano Aaron James en Assholes: A Theory. Los rasgos fundamentales de este capitalismo son: incentivo ilimitado de apropiación, carencia de un sistema o ideología confiable y desestabilización de la cooperación. Estos rasgos bastarían para deteriorar el sistema social de cualquier Estado.
Para contrarrestar la oleada del “capitalismo imbécil”, James propone un modelo basado en patrones de interacción social respaldado en la Teoría de Juegos, especialmente el equilibrio cooperativo y no-cooperativo de Nash y desarrolla el modelo de la teoría de juegos para el capitalismo imbécil: xp–c. En donde P es la proporción de gente que que coopera, C es el costo que implica cooperar y X es la constante positiva. Esa constante, fija su atención en la proporción que los jugadores le asignan a la cooperación. Una vez observado le otorga un valor a cada jugador.
Sin embargo, cuando se introduce en la ecuación el “capitalismo imbécil”, el costo de la cooperación se eleva inmediatamente y las estrategias no-cooperativas empiezan a enredar el tejido social hasta convertirse en el punto fijo de la ecuación. Cuando esto sucede la sociedad ingresa automáticamente en un estado de equilibrio no-cooperativo, rompiéndose así el pacto social cooperativo previamente establecido.
Hasta aquí sabemos que el “capitalismo imbécil” es un producto más del sistema capitalista y que James se apoya teóricamente en las consideraciones teóricas de Hobbes, Rousseau y Maquiavelo sobre el individuo, la sociedad y el Estado. Lo que no sabemos con certeza es cómo tipificar al sujeto del “capitalismo imbécil” porque ha sabido moverse entre la cooperación y no-cooperación estableciéndose así una zona gris de la misma.
Para poder tipificar al sujeto del “capitalismo imbécil” que ha ganado espacio dentro del quehacer político tradicional, James propone una serie de variables que las desarrolla en Trump: ensayo sobre la imbecilidad y que le permiten ubicarlo en medio de esta zona gris, como: hombre espectáculo; carismático-bravucón, arrogante y pretensioso; de ideología frágil; vilipendiador y charlatán; sujeto inflamado por la llama de su amor propio; con tendencias autoritarias, cuyo ascenso encaja con la globalización política de corte populista y la solución encuentran en el uso discrecional de la violencia en todos sus aspectos. Un individuo para el cual la democracia no es el camino a seguir sino a degradar.
Tomando en cuenta estas variables, James cree haber encontrado la característica esencial del sujeto que se encuentra dentro del “capitalismo imbécil”: payaso-bobo. Se entiende por bobo a la persona cuya capacidad de entendimiento es lenta y que puede ser caprichosa, inflexible o simplemente un consumado estúpido y como payaso al que pretende engañar al público con juegos y comicidad y que además tiene la sensibilidad desarrollada para saber entretener, encantar o escandalizar con sus actos.
Un payaso-bobo es un sujeto que tiene la capacidad para decir algo y con ello provocar risa, lástima o indignación, pero que al mismo tiempo no logra comprender la magnitud de sus palabras. Este payaso-bobo, al que llamaremos en adelante capitalista imbécil, es un sujeto no-cooperativo que no tiene respeto por las normas básicas de la interacción social fundamental: el respeto y la tolerancia. Con el ascenso de estos sujetos la cooperación ha sido la más afectada. Se encuentra debilitada y fragmentada.
Contra el abuso, la represión, la hipocresía, la disciplina social excesiva promulgada por el sistema político tradicional (de izquierda o derecha) aparece el capitalista imbécil agitando los instintos, promoviendo la violencia, el sexismo abierto y el racismo como lo políticamente correcto para recuperar la grandeza de una nación. Entonces, gran parte de la sociedad apuesta por algo diferente, alguien que castigue al sistema político actual aunque eso signifique la sectarización de la sociedad y el debilitamiento de la cooperación. Una población que se asfixia, para no perecer, es capaz de entregarse a los instintos, incluso de otorgarle al capitalista imbécil el vacío dejado por la razón.
Esto sucede cuando un sistema político perturbado, en vez de favorecer a la sociedad civil se ha vuelto contra ella manipulándola, coaccionándola, persiguiéndola y dividiéndola y como respuesta parte de esa sociedad llega a considerar que sólo un imbécil de esas características es capaz de disciplinar y someter al resto de capitalistas imbéciles y con ello restaurar el orden social degradado.
Esto no quiere decir que es el fin de la democracia porque tal o cual haya llegado a ser presidente, sino que ese sujeto ha llegado a serlo porque el sistema político enfermo ha contagiado a gran parte de la sociedad civil que ha terminando poniendo sus esperanzas en un imbécil para restaurar la cooperación, no porque lo vaya hacer intencionalmente, sino porque el cúmulo de sus estupideces podrían provocar la restauración del sistema político corrupto. Aunque parezca increíble, hay estados que juegan a la ruleta con el destino de la República y eligen a la imbecilidad para que los gobierne.
Lamentablemente las cosas no terminan ahí, hay otro tipo de sujetos que deambulan en la zona gris de este sistema capitalista imbécil, igual de peligrosos que el primero, tipos que deambulan entre el payaso-bobo y el imbécil declarado.
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