Estimado Pipo: ¿En serio crees que con inundar de propaganda gubernamental los medios convencionales se solucionará la crisis política que vive el país?
¿En realidad piensas que repetir y repetir lo que ya sabemos que dijo el Presidente es suficiente para convencer a la opinión pública y recuperar la credibilidad perdida en un año de promesas incumplidas?
¿En verdad consideras que es suficiente insistir innumerables veces en cada uno de los puntos que el Mandatario cree haber resuelto como respuesta a las demandas de la Conaie?
¿No te parece que es necesario asumir que el país camina al borde de una cornisa y que es necesaria una estrategia de comunicación en crisis?
Entiendo que apenas han pasado dos semanas desde que asumiste el cargo de Secretario General de Comunicación del gobierno del presidente Guillermo Lasso.
Entiendo que no es fácil asumir un cargo tan delicado justamente cuando arden las calles de un país convulsionado y las posiciones ideológicas y políticas se radicalizan. Pero también entiendo que, de entrada, tu primera decisión debería ser alejarte a la mayor distancia posible de lo que hizo tu antecesor, un funcionario que duró demasiado en el cargo.
¿Qué quiero decirte? Que, aunque suene paradójico o contradictorio, evites entrar en la burbuja (y quedar atrapado en ella) desde la que los gobernantes suelen mirar a la sociedad. Sería muy sano para el país que antes de que emprendas un plan te convirtieras en el elemento que, desde adentro, genere procesos de autocrítica.
Tú ya has dirigido la comunicación oficial en distintos gobiernos nacionales y seccionales. Tú mantienes, al menos hasta donde yo sé, amistad muy cercana con teóricos como Roberto Izurieta, quien fue uno de los que estuvieron junto a ti en el gobierno de Jamil Mahuad. ¿Qué lecciones has sacado de esas experiencias? ¿Aplicarás una estrategia distinta para que el gobierno no fracase en uno de los aspectos que más se debe cuidar, como es la comunicación?
Si me permites un consejo desde mi condición de ciudadano común y desde mi experiencia como periodista, tú deberías convertirte en la piedra en el zapato de quienes ahora tienen en sus manos el país.
Voy a jugar con las palabras y los conceptos: antes de diseñar y ejecutar una política de comunicación oficial se necesita que el Presidente adopte una política en beneficio no solo de quienes lo eligieron sino de la más amplia mayoría del país.
El sentido común dice que cuando un candidato llega al poder político debe olvidar que solamente lo eligió la mitad del país y que su deber ético y social es gobernar en función del país entero. Eso es lo que prometió el Mandatario y eso es lo que le corresponde hacer.
Pero tengo la sensación de que en Carondelet sucede una de estas dos situaciones: que el Presidente no escucha a sus asesores y toma decisiones apresuradas o que el Presidente no tiene asesores capacitados para entender y analizar los distintos escenarios que se presentan en el día a día del ejercicio del poder.
Estimado Pipo, vuelvo al punto de las palabras y los conceptos: ¿qué vas a comunicar si no tienes qué comunicar?
La clave está en construir una agenda social basada en el conocimiento pleno de las necesidades de los ecuatorianos, en especial de quienes menos tienen. No es difícil construir un mapa de la situación del país, pero sí implica un trabajo inteligente, sensible, estratégico, con visión de futuro
La pregunta parece tramposa, pero no lo es. Se trata de que la única comunicación posible se la hace desde los hechos, no desde las palabras.
Entiendo la política como la base filosófica sobre la que se mueve un líder, un partido, un gobierno, una democracia.
Pero es evidente que, un año después de la posesión presidencial, no existe una filosofía propia, una gestión proactiva, una línea clara de anticiparse a lo que podría ocurrir si se siguen las líneas tradicionales, unas acciones concretas que se puedan exhibir como obra gubernamental en favor de la sociedad.
Habrás leído, en estos días, la confesión pública que hizo el ministro de Relaciones Exteriores, Juan Carlos Holguín. Con honestidad y sentido crítico, dijo lo que el Presidente y su círculo íntimo deberían reconocer: “En la campaña electoral supimos escuchar a la gente, pero una vez en el poder hemos dejado de hacerlo”.
La cita no es textual, pero el sentido, sí.
Entonces, estimado Pipo, comprenderás que no podrás hacer milagros a pesar de tu experiencia en publicidad y en comunicación política.
Como alto funcionario encargado de uno de las áreas más relevantes en un gobierno, no deberías caer en el ostracismo ni en la ceguera. Empieza, por favor, con la reflexión del Canciller. Desarrolla un plan de territorio, pero no impostado.
Tú y yo sabemos que es fácil crear imaginarios para convencer a la sociedad que un mandatario está junto al pueblo. Que es fácil mostrar escenas bucólicas y románticas donde el Presidente sonríe, toma en sus brazos a un niño y lo besa en las mejillas. Que es sencillo hablar de cifras macroeconómicas cuando lo que está reclamando el país son acciones en favor de la microeconomía ciudadana.
Es cuestión de viajar a una zona rural, reunir un poco de gente novelera, pedirle que pose para las cámaras, hacer tomas —abiertas y en primer plano— de una supuesta relación afectuosa entre la gente y el Mandatario y sugerir a los pobladores que sonrían y digan “gracias, Presidente”.
¿Gracias por qué? ¿Gracias de qué?
La comunicación gubernamental siempre ha caído en la perversidad de intentar que los ciudadanos creamos que las obras públicas que nos benefician son un favor que hace el gobernante a la comunidad.
Sin embargo, la realidad es que lo que ejecuta un régimen se financia con un presupuesto basado en los impuestos que pagamos todos los ciudadanos y en las ganancias que se obtienen de la exportación de recursos naturales como el petróleo y otras materias primas que pertenecen a todos los ecuatorianos.
Estimado Pipo, sé que has asumido una tarea muy difícil, especialmente en el contexto de un paro nacional indígena que a esta fecha (26 de junio) mantiene al país en extrema tensión y de la oscura estrategia de grupos partidistas que intentan destruir la institucionalidad del Estado y sacar de Carondelet a Guillermo Lasso.
No obstante, si has aceptado esa responsabilidad es tu deber exigir al Gobierno que trace líneas estratégicas por fuera de intereses de grupo o de presiones externas como las del siempre Fondo Monetario Internacional.
Supongo que conoces el sentido de la otredad y de la empatía. Ponerse en los zapatos del otro. Cambiarse a la vereda de al frente para mirar mejor la realidad. Mojarse el poncho (nunca mejor dicha esta metáfora). Ponerse la camiseta del país entero, no de ningún sector privilegiado ni de ningún sector de presión.
Como sabes, la comunicación gubernamental tiene como eje difundir lo que una autoridad está haciendo para cumplir el plan de gobierno con el que ganó las elecciones.
Hay que empezar por dejar de creer que con pauta publicitaria se resuelve todo, como parecía creer tu antecesor. Alguna vez dijo, palabras más o palabras menos, que para que los medios y los periodistas “traten mejor al Gobierno” tocará incrementar la cantidad de publicidad oficial en la prensa privada.
No, no es eso, y tú lo conoces bien. El ciudadano común sabe diferenciar entre la propaganda y la realidad, entre lo que se dice y lo que se hace, entre lo que se ofrece y lo que se cumple.
Al Presidente le queda poco margen para el error. Desde tu función, estimado Pipo, no debes permitir, por ejemplo, que se socialicen decretos que luego se dice que eran solo borradores o confundir a los ciudadanos con decisiones que luego se rectifican. Son errores que perjudican gravemente la debilitada credibilidad del Presidente y del gobierno en su conjunto.
La clave está en construir una agenda social basada en el conocimiento pleno de las necesidades de los ecuatorianos, en especial de quienes menos tienen.
No es difícil construir un mapa de la situación del país, pero sí implica un trabajo inteligente, sensible, estratégico, con visión de futuro.
Solo entonces, estimado Pipo, podrás comunicar desde la realidad-real y no desde las buenas intenciones.
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