Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
Más que a la política, la intención del correísmo de liquidar a Fundamedios pertenece al campo de la honestidad profesional, de la capacidad intelectual. Es la destrucción de un periodismo crítico, reflexivo, objetivo, cáustico, inteligente; como se supone que debe ser el periodismo.
Empeñado en entronizar a una prensa sumisa, el gobierno de Alianza País pretende sacar de en medio toda referencia que ponga en evidencia la mediocridad del periodismo oficial. No hay forma de recompensar su adulación más que decapitando a todo aquello que lo supera. Es la vieja doctrina del igualamiento hacia abajo, hacia la medianía. En tierra de ciegos el tuerto es rey.
Que un gobierno autoritario aplique esta fórmula de represión política y mediática no deja de ser grave. Por más natural que parezca. Pero más grave es que existan instituciones que se presten para esta infamia.
El día domingo 13 de septiembre apareció, a página entera, un remitido de la Federación Nacional de Periodistas del Ecuador, y del Colegio de Periodistas del Guayas, que constituye un colosal monumento a la pereza. Aunque aparece en dos versiones aparentemente distintas, es indudable que se trata de un solo remitido, porque quien lo redactó no se tomó ni la más mínima molestia para diferenciarlos. Ni en la forma, ni en el contenido, ni en los errores gramaticales y ortográficos. Es la clásica copia torpemente disimulada del vago.
Que quienes dicen representar a dos gremios de periodistas se atrevan a publicar un documento que no honra ni las más elementales normas de la gramática y la redacción es una vergüenza. Para el gremio, para la profesión, para la academia, para el país. Y sobre todo para el gobierno que los alcahuetea. ¿Es ese el periodismo que promueve y santifica el correísmo?
Pero más allá de estos detalles (que no por serlo dejan de ser importantes), hay un trasfondo ético que indigna: el nivel de envilecimiento al que conduce el servilismo. Que a nombre del periodismo se gaste una millonada para atacar a la libertad de expresión sería inconcebible y absurdo si no fuera porque es funcionalmente perverso, porque se sabe exactamente el rol que cumplen los esbirros del poder (de paso, hay que preguntarse de dónde sacaron estos gremios el dinero para financiar las mentadas publicaciones). Descender el debate a las caballerizas es una vieja estrategia para vulgarizarlo, para convertirlo en un tema de cascos y monturas. Si todos terminan apestando a boñiga, no queda espacio para disquisiciones.
Por fortuna para Fundamedios, y para los dos periodistas motivo de la ofensiva verde flex, sus detractores hacen gala de una olímpica rusticidad. No dan la talla ni para un comadreo pedestre. En la misma línea del correísmo, padecen de intolerancia a la inteligencia; más bien dicho, al razonamiento, a la capacidad humana para ordenar, procesar y relacionar ideas, para estructurar un sistema de pensamiento coherente, profundo, analítico. Algo que no proporcionan ni los títulos, ni los cargos burocráticos, ni el marketing político. Algo que lleva haciendo Fundamedios desde hace años. Algo que en nueve años no han podido hacer los publicistas –ni los intelectuales– del régimen.
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