
A otros le enseñaron secretos que a ti no
A otros dieron de verdad esa cosa llamada educación
Ellos pedían esfuerzo, ellos pedían dedicación
Y para qué, para terminar bailando y pateando piedras.
Los prisioneros
Jorge González, líder de la banda de rock más famosa de Chile, se retiró hace algunos años de los escenarios por problemas de salud pero sigue siendo un referente ideológico y sus canciones están más vigentes que nunca porque tienen un aura profética y describen, desde su nihilismo extremo, los problemas generados por la inequidad social y económica. González, junto a sus compañeros de “Los prisioneros”, captaron en sus letras un tipo de apatía sistémica a la que habían sido condenados millones de habitantes de su país. Con ironía y crudeza reveló el Chile oculto que no mostraban las cifras macroeconómicas.
Kaushik Basu, uno de los economistas más destacados del Banco Mundial, propone que para medir los avances en una economía no debería utilizarse el manido PIB per cápita sino el ingreso del quintil más bajo. Por ejemplo en el caso chileno, el 2% de los más ricos tiene un ingreso similar al 2% de los más pudientes de Alemania sin embargo el 5% de los más pobres registra ingresos que están a la par con Mongolia.
Una plaza en Santiago repleta de manifestantes en la mayoría jóvenes, cantan eufúricos El baile de los que sobran, uno de los himnos más poderosos en contra de la injusticia social que se ha creado. La gente de la glorieta lo interpreta catárticamente mientras son acompañados por la música de cientos de guitarristas, la masa va transformándose en vórtice de huracán mientras repite “únanse al baile de los que sobran, nadie nos va a echar de más, nadie nos quiso ayudar de verdad”.
El experimento neoliberal de Friedman fue aplicado disciplinadamente por la dictadura de Pinochet y los gobiernos de la democracia formal, este modelo económico excluyó sistemáticamente a generaciones enteras de chicos recién graduados que no pudieron ingresar a la universidad. Entiéndase que la universidad chilena es demasiado costosa, más de 10.000 dólares por semestre. Con la educación privatizada, los pocos estudiantes provenientes de la clase media que ingresaban lo hacían endeudándose desmesuradamente, los demás preferían trabajar en cualquier fábrica como empleados.
Los chilenos entendieron que con un sistema económico tan obtuso e irracional donde la movilidad social es casi nula, no tiene sentido seguir trabajando ni esforzándose. El caso chileno es tan contradictorio como ejemplificador.
La actual crisis política de Chile desnudó las limitaciones de la macroeconomía y sus indicadores. Vemos al paradigma de Friedman estallar en mil pedazos mientras el himno de la calle es rebelarse frente al modelo económico que pedía austeridad y sacrificio a cambio de un espejismo llamado progreso. Los chilenos entendieron que con un sistema económico tan obtuso e irracional donde la movilidad social es casi nula, no tiene sentido seguir trabajando ni esforzándose. El caso chileno es tan contradictorio como ejemplificador: en Dinamarca una familia pobre tiene la posibilidad de salir de la pobreza después de tres generaciones, en Chile lo haría después de 30 generaciones. Imposible tener una perspectiva de futuro si no puedes darles a tus hijos educación universitaria, por ello la tasa de suicidios en la población mayor a 70 años es una de las más altas en el mundo. No hay movilidad social y peor realización individual o colectiva.
La melodía continúa, “a otros enseñaron secretos que a ti no, a otros dieron de verdad esa cosa llamada educación, ellos pedían esfuerzo, ellos pedían dedicación, y para qué, para terminar bailando y pateando piedras.” Solo el 9% del quintil más bajo alcanza llegar a la universidad en el país modélico cuya movilidad social es casi nula, por ello tenemos cientos de miles de chilenos en las calles desafiando a un sistema cuyo máximo logro ha sido tener a los jóvenes pateando piedras.
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