PhD. Sociólogo. Catedratico universitario y autor de numerosos estudios políticos.
En varios capítulos de su todavía vigente libro El Príncipe, Maquiavelo examina los medios y factores que permitieron que algunos personajes llegaran al trono. Unos lo lograron por méritos, otros por herencia, también por un accidente, y hasta por la fuerza. Saber cómo se dieron tales ascensos da pistas sobre sus recorridos. Así, los que subieron por méritos personales no estuvieron exentos de usarlos desaprensivamente. Los que lo heredaron repitieron los errores de sus antepasados y temieron ir por caminos desconocidos. Los que ascendieron por un accidente estuvieron expuestos a ser comparados con la víctima, si a ésta le sucedieron, como con la muerte cruzada. Los que se apoyaron en la fuerza corrieron el riesgo de excederse en el ejercicio de sus atribuciones., o dejar que las armas lo hagan.
El caso de Daniel Noboa tiene algo que ver con los ejemplos anteriores. No se puede negar sus méritos, pero está en discusión su puesta en práctica. Cabe pensar que el acuerdo al que llegó con las bancadas mayoritarias de la Asamblea respondió a una visión estratégica de la política, pero para salir de apuros. Los resultados alcanzados en su lucha contra la inseguridad obedecen al uso de la fuerza. Militares y policías han sido sus principales protagonistas. El manejo de la economía muestra limitaciones y falencias: el déficit presupuestario, el endeudamiento externo, los atrasos en los pagos de la nómina del sector público. El acuerdo logrado con el FMI y con la CAFT, implica patear la pelota hacia adelante. Tampoco los servicios básicos han sido suficiente o eficientemente atendidos. No hay políticas públicas para atacar las causas estructurales de la delincuencia y el crimen organizado.
La política internacional tiene vacíos. Luego de la incursión en la embajada de México, no se advierte una campaña de información a los gobiernos de los países de la región sobre la situación del ex vicepresidente Jorge Glas, como lo han aconsejado eminentes expertos en derecho internacional. Quizás las personas designadas para defender la posición del Ecuador en la Corte de La Haya, sepan echar abajo la tesis de la impunidad de López y Correa.
La crisis energética que ha llevado nuevamente a los apagones sigue evidenciando la falta de previsión, más que un chantaje orquestado desde el ministerio de Energía. La falta de nuevas unidades de generación hidroeléctrica y térmica, que se arrastra desde hace al menos una década, es responsabilidad de sucesivos gobiernos, del que el actual no se exceptúa.
El manejo de la pugna con la vicepresidenta Verónica Abad tampoco transmite un mensaje edificante a la población. Ni el afán de excluir al movimiento Construye de la arena política. Tachar a María Paula Romo de ex correista cuando el presidente Noboa pactó con el bloque de la Revolución Ciudadana al inicio de su gestión no guarda coherencia. Así como María Paula Romo rompió con el correísmo cuando el ex presidente Correa optó por meter la mano en la justicia, el presidente Noboa también se separó de Rafael Correa cuando el expresidente clamó por sanciones al Ecuador por haberse Noboa atrevido a tomar una decisión delicada pero inevitable para impedir la fuga de un convicto de defraudación al Estado. La conspiración de Correa, sin duda, linda con la figura de traición a la patria.
La consulta popular no fue una victoria del gobierno ni de la oposición. Los ciudadanos votaron sin obedecer las consignas. Por eso el 11 veces No fue una derrota del correísmo. Y en las dos preguntas en las que perdió el Sí, se impuso un punto de vista no oficial. Lo cual quiere decir que pese al alto nivel de apoyo que tiene el presidente Noboa los que votaron por el No en esas dos preguntas lo hicieron con su propio criterio.
Creo, entonces, que quien triunfó en la consulta popular fue la democracia. El procesamiento de sus resultados le corresponde tanto al Gobierno como a la Asamblea Nacional. Y, por cierto, a los movimientos y fuerzas sociales que lideraron el voto por el No en las preguntas sobre el arbitraje internacional y sobre la contratación del trabajo por horas.
Que la Consulta Popular le abrió a Noboa las puertas para el reciente acuerdo con el FMI y la CAF, no es posible desconocer. Pero, si bien con estos recursos le será posible paliar en algo la brecha fiscal, los compromisos y obligaciones derivados de este acuerdo, le pueden estar pasando factura.
No es posible, por tanto, saber si Noboa llegó a la presidencia por méritos propios o por causas fortuitas. Si las circunstancias en las que obtuvo esa victoria, pesaron más que sus méritos, incluido el asesinato de Fernando Villavicencio. Lo que sí no cabe desconocer es que ese crimen tuvo efectos políticos no previstos ni pensados por los carteles del crimen que no son solamente nacionales sino internacionales. Si no mataban a Fernando Villavicencio, probablemente él u otro candidato habría pasado a la segunda vuelta electoral. El propio Daniel Noboa, al parecer, no se imaginó que él entraría a la segunda vuelta, quizá por eso, no le puso mucha atención a quién sería su binomio.
Noboa, sin duda, está en campaña electoral, los recientes cambios en su gabinete parecen ir en esa dirección. Persigue su reelección sin ocultar ese afán. Pero los ciudadanos ignoramos cuál es su proyecto político. Carece de un partido político. ADN es un aparato electoral originado en su elección y comprometido para su reelección. Volver a ser presidente es un desafío, tanto más cuanto que de serlo sería para un período completo. Lo que en este gobierno transitorio ha podido aprender es apenas el comienzo. Las expectativas de los ciudadanos se incrementarán exponencialmente para un mandato de cuatro años. Ello exige profundizar esos conocimientos en la perspectiva de disponer de suficiente capacidad de gobierno para encaminar al país hacia objetivos precisos.
Un gobernante responsable tiene que reconocer sus limitaciones. Asimilar con modestia y sentido crítico la tarea realizada. Dedicar el tiempo que le resta del gobierno transitorio para trazar una hoja de ruta de corto plazo y dejar la mesa bien servida para el próximo gobierno, sea el suyo o de cualquier otro/a. Si se empeña en gobernar y en gobernar mejor, y deja de lado las disputas preelectorales de campaña, los resultados hablarán de sus méritos. De lo contrario, perderá la oportunidad de demostrarlo. Y de seguir aprendiendo.
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