
A riesgo de perder algunos amigos y ganarme no pocas críticas, a mí me parece muy bien que el Presidente haya detenido su siempre pequeña caravana presidencial y se haya bajado de su humilde cuatro por cuatro en compañía de sus escasos guardaespaldas para hacer frente a ese monstruo disfrazado de niño que no únicamente oso bajarle los pulgares, cual César en el Coliseo Romano, sino que se atrevió a hacerle un yucazo, ¡un yucazo!, como lo leen señores, nada menos que a su excelencia el Presidente de la República, la máxima autoridad del Ecuador, nuestro líder, al que le debemos máxima obediencia y obsecuente respeto.
El problema es que parece que no nos ha entrado la lección que se nos diera cuando se enjuició a Emilio Palacio y a El Universo y se los condenó a pagar USD 40,000,000, cifra irrisoria si del Presidente hablamos, pues como quedó claramente demostrado, en el Ecuador no se aplica aquella ridícula teoría de derechos humanos que sostiene que el honor de los funcionarios públicos tiene menor prevalencia frente al de los ciudadanos. En el Ecuador, como debería ser en todo el mundo, el honor del Caudillo siempre tendrá más valor que el de cualquier persona común y corriente, peor aún si se trata de un mocoso malcriado e irrespetuoso al que no le han enseñado modales en su casa. Y encima, un mentiroso, que además miente acompañado de su mamá. ¿A dónde hemos llegado? ¿Cómo se atreven?
Es que realmente somos ruditos. Por eso el país está como está. Tantos ejemplos que nos ha dado el Presidente de que en este país su honor es intocable y que él está más allá del bien y del mal, y nada que aprendemos. ¿Cuántas veces la caravana presidencial deberá detenerse por estas ofensivas muestras de un descontento popular completamente injustificado? ¿Cuántas veces el Presidente, que como sabemos es Jefe de todos los poderes, tendrá que ordenar detener gente que osa expresar malestar sin fundamento alguno? ¿Cuántos tuiteros que expresan una inexplicable disidencia habrá que amedrentar para que aprendamos que en este país no se le puede faltar el respeto al Caudillo ni cuestionar sus designios? ¿Cuándo nos entrará en la cabeza que el único que puede faltar el respeto a los demás es el amado líder?
Además, imagínense que el Presidente no se hubiera bajado a ponerle en orden a este muchachito sin costumbres. ¿Qué sería de él en el futuro? ¿En qué clase de persona podría convertirse? ¿O qué tal que luego llegue a convertirse en un líder importante, diga usted Presidente de la República? Ya puedo verlo insultando a troche y moche, rompiendo periódicos, llamando a la gente sicarios de tinta, enanos, babosos, bocones, brutos, buitres, canallas, care tucos y otras innumerables linduras que no serían dignas de ese cargo. ¡Imagínense! Sería una vergüenza internacional. Hasta John Oliver se burlaría de él.
No mis amigos, lo siento mucho, pero estoy de acuerdo con el Presidente. Este comportamiento es inadmisible en un país en el que el único que tiene derecho a expresar sus odios mediante el insulto y la diatriba es el Caudillo. Los que no entiendan esto, pues tendrán que atenerse a las consecuencias, sarta de ridículos vende patrias. ¡Yuca para ustedes!
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