
Economista y Magister en Estudios Latinoamericanos.
@giovannicarrion
En la reciente movilización nacional, una de las frases de amplia difusión en redes sociales, incluida la producción de memes, fue: ‘¡Patricio, déjale ve!’, esto a propósito de la intervención de un dirigente juvenil de la Ecuarunari que confrontó a la policía nacional en momentos en que la fuerza pública (sin conocimiento previo de la fiscalía) procedía a detener a Leonidas Iza, presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie), escalando con ello aún más las tensiones sociales en el país.
Luego de ese evento, y transcurridos 18 días de paro nacional, la historia es conocida por todos, al concluir con la firma del acta de paz en la que intervinieron el Ejecutivo, la Conaie, el Consejo de Pueblos y Organizaciones Indígenas Evangélicos del Ecuador (Feine) y la Confederación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras (Fenocin), contando en el proceso con la mediación de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.
De los resultados que deja la movilización nacional y, además, la notoria debilidad de un mandatario (expresada en la ausencia del presidente Guillermo Lasso y la incapacidad para dar respuestas oportunas a la crisis política y grave conmoción interna), bien podría extrapolarse la frase inicial con la expresión: ¡Conaie, déjale ve!, refiriéndose al pedido realizado a la Conaie por parte del pueblo de dejar respirar al ‘lassismo’ que estuvo siempre arrinconado por la resistencia popular. Lo que hay, por ahora, es la instalación de una mesa técnica de diálogo que durante 90 días dará seguimiento a los acuerdos y compromisos asumidos ante una agenda de diez puntos. En otras palabras, si no se atiende lo ofrecido, como lo dice el pueblo indígena movilizado, ‘volverán millones’, es decir, se advierte una espada de Damocles que pende sobre el Palacio de Carondelet. Hay un ‘Patricio’, una Conaie que podría con su fuerza confrontar otra vez al poder y movilizar a sectores sociales inconformes con el establishment. No hay donde perderse...
El gobierno del ‘encuentro’, a diferencia de lo que piensa el confundido asesor presidencial Diego Ordóñez, debe cambiar de rumbo y no solo de velocidad en la aplicación de políticas públicas, orientadas a una atención preferente de los sectores pobres del país.
Y es que, si alguna lección deja el paro nacional, que se tradujo en algo más de mil millones de dólares de pérdidas para la economía nacional, es que los gobernantes no pueden seguir actuando a espaldas de las grandes mayorías, es decir, del pueblo. El desencanto con la democracia lo que provoca, en general, es que se corra el albur que nuevos neopopulismos de todo color con sus mesías consigan acceder al poder y deteriorar aún más las ya deplorables condiciones económicas, sociales y políticas de Ecuador y, ciertamente, de toda la región.
El presidente Lasso debe tener claro que el pueblo, si lee entre líneas, no votó mayoritariamente a favor de su propuesta sino, más bien, una parte importante del electorado lo que expresó con su voto fue un rechazo al correísmo y a las formas autocráticas y opacas que caracterizaron a ese régimen.
Esto se advierte en la conformación del parlamento nacional, donde CREO tiene una representación minoritaria. Igualmente, el soberano, en esta reciente movilización nacional, estuvo de acuerdo con los pedidos del sector indígena (cuyo impacto supera los intereses de ese sector, al tener muchos puntos de su plataforma con un trasfondo nacional), pero presionó por la terminación de la crisis, a través del diálogo, lo cual no significó endosar respaldo alguno al oficialismo.
El gobierno del ‘encuentro’, a diferencia de lo que piensa el confundido asesor presidencial Diego Ordóñez, debe cambiar de rumbo y no solo de velocidad en la aplicación de políticas públicas, orientadas a una atención preferente de los sectores pobres del país. Si no se distribuye la riqueza con un sentido de justicia social, el conflicto estará presente y acumulando presión hasta que, cualquier día, deberá activar una válvula de escape, llamada protesta social. Y ahí, quizá, ya no haya quien diga: ‘¡Conaie, déjale ve!...
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