En julio de este año se cumplen 10 años de la Constitución de Montecristi, que fue aprobada en medio del fervor de la ciudadanía que buscaba un país mejor. Pero ya sabemos ahora que fue un engaño del populismo correísta. Error histórico que ha sido mantenido por personajes que hasta la actualidad ejercen el poder político, que no lo quieren dejar. Un grupo al que no le importan los mecanismos a utilizar para ese objetivo, incluso, el cambiar de bando dentro del propio Gobierno.
Ese instrumento legal, el máximo del país, tuvo dedicatoria. Es un elemento primordial para la corruptela, el abuso de Derechos Humanos, las limitaciones a la propiedad privada y para el trabajo de las instituciones inventadas para centralizar el control y la vigilancia ciudadana. Ahora o más tarde la Constitución necesariamente debe cambiar.
No obstante, el presidente Lenín Moreno quiere salvar ese modelo, con varias similitudes al sistema venezolano, al proponer y ejecutar un cambio de los consejeros de Participación Ciudadana, pero no eliminar ese monstruo que sirvió para elegir a todos los amigos del correísmo para que dirijan las entidades de control. El Ejecutivo tiene demasiada injerencia. Incluso ahora.
De hecho, el Consejo Transitorio, ya en funciones, pese al deseo de todos, no podrá evaluar y sancionar a todas las autoridades de control porque el mandato de la consulta popular no lo permite. La Fundación Ciudadanía y Desarrollo advierte que, por ejemplo, el Consejo de la Judicatura, liderado por Gustavo Jalkh, no será auscultado. Por eso, la principal tarea de los veedores es dejar ver que ese Consejo es un adefesio que debe ser eliminado de la historia futura del Ecuador.
En Montecristi también concibieron el Consejo y la Función de Transparencia que, evidentemente, no ha servido para mucho. Sus miembros, también fanáticos correístas, imagínese usted, eran los encargados de la lucha contra la corrupción. Contralor, superintendentes y otros debían proteger al país.
Avancemos. El principal eje de la Constitución estuvo acoplado al deseo de un partido controlado por pocos. Este fue el Buen Vivir o Sumak Kawsay, eje principal del programa político de Alianza PAIS. El propio movimiento indígena ha cuestionado la forma en que entendieron ese concepto ancestral y cómo lo manipularon. El dirigente indígena Yaku Pérez Guartambel ha dicho que incluso hay racismo en el poder público. Y a este concepto lo custodian otros igual de pomposos: la plurinacionalidad, derechos colectivos, los derechos de la naturaleza. Todos son argucias para el control.
En cuestión de fiscalización, Enrique Ayala Mora, en su libro ¿Por qué la Asamblea Constituyente? (2015, Ediciones La Tierra), identifica un bloqueo de la Constitución para la participación ciudadana en la elaboración de leyes y en la fiscalización en la Asamblea Nacional. En ambos casos las comisiones legislativas pueden llamar a ciudadanos o autoridades para escucharlos, lo que sería el símil del diálogo de Moreno, pero todo se queda en los oídos de los legisladores. Y ejemplos hay muchos y recientes. ¿Uno? la Ley de Reactivación Económica de Lenín Moreno en la cual escucharon a muchos especialistas que advertían de que no se puede repetir el modelo… pero fueron por el mismo camino.
Un hecho más que indica que la Constitución es un verdadero atentado a los ecuatorianos. La Constitución limita la libertad de expresión y la propiedad privada. El que hayan declarado a la comunicación como servicio público, y viendo hacia atrás, fue una movida muy bien pensada. Con eso lograban el control de la libertad de expresión. No solo de los medios de comunicación sino de la propia organización civil y los ciudadanos. El aparato todavía está encaminado para el control, castigo y aprendizaje de las buenas maneras revolucionarias, correístas, morenistas y del que venga…
Pero ese es un solo lado de las consecuencias. El otro es que atenta contra la propiedad privada porque el control no solo se hace a los periodistas, analistas, caricaturistas… sino a las empresas de comunicación que también han pagado multas afectando la agenda comunicativa, su futuro económico y el de miles de trabajadores, centenares de periodistas. La Constitución atenta contra la libertad individual de asociarse, de escoger una forma de ver el mundo, darla a conocer y debatirla. Sin eliminar esa figura, de la Constitución seguirá vulnerando ese derecho. Incluso si hay de por medio las buenas intenciones de Moreno.
Pues bien, estos son algunos de los cambios primordiales que deben darse en la Carta Magna. El analista Luis Verdesoto asegura que hay la posibilidad de la Asamblea Constituyente siempre que continúe la política del cambiar todo para que nada cambie… Para que nazca una Constitución que no tenga la ideología de la revolución ciudadana se requiere de una consulta popular, solicitada por el Presidente o las dos terceras partes de la Asamblea o el 12% de las personas registradas en el padrón electoral.
Sin embargo, hay nuevos elementos en el debate ante la actuación del batallón de correístas que aún dirigen nuestro destino. Ya no solo se discute una posible Constituyente, sino en la muerte cruzada que implicaría nuevas elecciones generales, claro, ya sin Rafael Correa en el medio. El artículo 148 de la Constitución dice claramente que uno de los motivos para ejecutarla es la crisis política y conmoción interna… Pero eso no está en los planes del Presidente de la República.
Otros ya optan por la calle. Para esta semana hay varias convocatorias en Quito y Guayaquil. El grito es que se vayan todos, que es la muestra de la frustración extrema. Un apoyo masivo sería el fracaso de la clase política, del nuevo gobierno y una posible salida de Lenín Moreno. Pero es importante saber de los convocantes por qué protestar y para qué. En la mira están José Serrano, presidente de la Asamblea Nacional, y Carlos Baca, fiscal General. Pero vale la pena preguntarse si con la salida de ellos será suficiente para cambiar el modelo.
Y, finalmente, todavía está presente la opción de cambio desde Lenín Moreno. Los entusiastas son menos ya que las demostraciones de continuidad del correísmo son demasiadas. Economía, relaciones internacionales, proteccionismo, endeudamiento van por la misma ruta de antes. Sus discursos dejan al país más cerca de Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Evo Morales, Raúl Castro…
¿Qué opción escoge usted para el cambio?
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