
Abogado, docente universitario, ex juez de la Corte Constitucional del Ecuador.
Sabemos las mujeres que existen hombres que pese a cumplir con su obligación de padres son“víctimas” de injusticias.
Nosotras sabemos y mucho
qué significa pelear nuestros derechos.
Nosotras, al final del día, sabemos
lo que significa para la construcción del otro mundo
que sí es posible eso de solidarizarnos con quienes son víctimas de injusticias.
Erika Zapata
Cualquier espacio de encuentro es importante. Se puede intercambiar ideas, compartir sentimientos, aprender de otras experiencias. Esto se pretendió en la Universidad Andina cuando se organizó el foro sobre “masculinidades y cuidado.” No quisimos enfrentamientos sino encuentros, no debates sino conversatorios, no ataques sino escuchas. Creo que lo logramos.
Después de haber participado en ese espacio y de haber leído el artículo de Plan V, quisiera compartir lo que pienso y lo que siento en cuatro temas.
1. Lo más importante: el interés superior de los niños y las niñas
Cuando los padres y madres se separan, los niños y niñas tienen derecho a ser cuidados, queridos, educados, criados por ambos. El derecho es de los niños y niñas. Si existe conflicto, para resolverlo el principio guía es el interés superior de los niños y niñas. ¿Qué es lo que más conviene a un niño o niña? Lo ideal es que puedan gozar de ambos padres y madres; unas veces puede ser la madre y otra el padre. Depende del caso.
Si, como dice el artículo de Plan V, en el 92.2% de los casos las mujeres están cuidando a los hijos e hijas, esto significa, desde mi perspectiva, que una norma legal en el sentido de que ambos, padre y madre, en caso de separación, están en igualdad de condiciones, sería un desatino. Esto no significa ni es deseable que se perpetué el rol de cuidado en la mujer, pero hay que considerar que quienes están cuidando son las mujeres. En el conversatorio se sugirió que conviene reglamentar las condiciones para que un padre o madre tengan el derecho de cuidado, tal como garantizar un ambiente libre de violencia. Al final, y en esto estoy de acuerdo con Salim Zaidán, “Hay que llegar a acuerdos mínimos por el bienestar de los niños.” De acuerdo también con Andrés Ortiz cuando afirma que lo importante es lo que sea más beneficioso para los niños, que el contacto con los padres no se pierda, y que el problema es una cuestión de derechos.
La entrada de los derechos es desde los niños y niñas, no desde los padres. Cuando un padre no puede ver a su hijo o hija, a quien se viola los derechos es a los niños y niñas. A quien se el impide cumplir su obligación es al padre.
Lo importante, entonces, son los niños y niñas, no los ataques al feminismo ni a las personas que sostienen posiciones diferentes a las de uno. Como dijo una asistente al evento, el interés de niños y niñas no depende del debate académico, de la exigencia de un padre o madre, sino del “resultado del cuidado amoroso que los progenitores ponen cuando se vuelven acompañantes del crecimiento de sus hijos e hijas.”
2. El feminismo no pregona la separación de los niños con los padres
En el debate que se suscita en las redes sociales y en los artículos que se escriben con afirmaciones como “la ideología de género”, “militantes feministas se burlan…”, “el feminismo sostiene”, se cae en el error de generalizar y asumir posiciones sin conocimiento. No se debe generalizar y siempre que se lo hace se cometen arbitrariedades e injusticias. Así como no se debe afirmar que los padres no pueden ejercer el cuidado de los niños y niñas, tampoco se puede afirmar, por ejemplo como lo hace Ortiz, que “los nuevos feminismos quieren perpetuar los estereotipos de género.”
En primer lugar, el feminismo como movimiento emancipador está contra la discriminación. Una de las reivindicaciones ha sido el eliminar los estereotipos y los dualismos diferenciadores en los roles. Una propuesta feminista, sin duda, es que los hombres asuman roles que tradicionalmente han ejercido las mujeres, como el cuidado. Difundir la idea de que el feminismo pregona la separación de los niños con los padres no solo que es falso sino también tendencioso. En segundo lugar, feminismos hay muchos (radicales, marxistas, liberales, constructivistas, ecofeminismos, escencialistas, postmodernas…). Generalizar y distorsionar demuestra desconocimiento sobre el feminismo.
En general tengo un respeto enorme a los movimientos que luchan por un mundo diferente y mejor. Entre esos movimientos admiro al movimiento indígena, al altermundista, al de los derechos de los niños, al animalista, a los veganos, al ecologista, al GLBTI y, sin duda, al feminista. No me importa mucho las diferencias entre los feminismos, lo importante es que luchan por otro mundo posible. Los hombres, como personas que vivimos en una situación de privilegio en una sociedad patriarcal, no sufrimos las múltiples y cotidianas discriminaciones y violencias que ellas sufren. Cada mujer tiene su razón para luchar, de abrazar el feminismo que ellas crean y creo que ningún hombre tiene derecho a juzgarlas por lo que piensan o luchan. Por eso me choca cuando los hombres minimizamos sus discursos y nos burlamos de sus posturas. ¡No tenemos derecho!
3. El debate que personaliza confunde, resta y polariza
Personalizar el debate no ayuda a la causa de los niños y niñas. Creo que soy una persona sensible a las demandas de los padres que no pueden ver a sus hijos e hijas. Estoy a favor de que los niños y las niñas puedan ver, compartir y sentir el amor de sus padres y madres. Esta justa causa se desvirtúa y se pierde el objetivo, que sin duda debería generar apoyos de todos los sectores y en particular del movimiento feminista, cuando se ataca a personas.
Un ejemplo de lo que no debería ocurrir. Ortíz me califica, me etiqueta, me descontextualiza y me atribuye ideas que rechazo. En el artículo de Plan V Ortiz dice que mi postura “es conservadora”, que suscribo un esquema cercano al “feminismo radical” y que mi propósito “es impedir que los hijos vean a sus padres tras una separación.” Los dos primeros adjetivos, que tienen carga negativa en el contexto de Ortiz, paso; pero la última afirmación lo que hace es ponerme contra un movimiento emergente que respeto. ¿Qué espera Ortiz con estas afirmaciones que no son ciertas y que, además, rechazo? ¿Que apoye su causa? ¿Que sienta que yo puedo ser un compañero más de lucha? ¿Que está sumando personas? ¿Que escriba a favor de sus ideas? ¿Que juntos podemos luchar por los derechos de los niños y niñas? Andrés tu estrategia es equivocada. Comparto la lucha de esos padres por ver y cuidar a sus hijos e hijas, por los derechos de esas personas. No comparto tu forma de elaborar discursos que separan y enfrentan. Así no Andrés. Así no se generan solidaridades.
Otro ejemplo de lo que no debería ocurrir: atacar a feministas y canónicas. Decir, como afirma Ortiz, que Simone de Beauvoir justificó la pedofilia es como too much. Es casi como gritar a favor del Deportivo Quito en la barra brava y en el estadio de la Liga.
Concuerdo con Cristina Burneo cuando se pregunta si desprestigiando al feminismo –y diría además desprestigiando a quienes apoyamos los feminismos- se van a construir respuestas.
Las fuerzas se incrementan sumando. Algunas feministas podrían ser grandes y poderosas aliadas, pero también, si se aparece como un enemigo de las feministas, grandes contradictoras. Los únicos perjudicados, en este tema, al final, son los niños y niñas.
4. El problema de fondo: parejas mal separadas
¿Por qué la obstrucción de vínculos parentales? ¿Por qué los padres no pueden ver a sus hijos y son excluidos de la crianza?
El artículo de Plan V afirma que hay una “pugna subterránea en torno al tema”. La pugna, según se desprende del texto, son las posturas de las feministas y de los hombres frente al feminismo. No me convence esta entrada. Pugna hay, sin duda, pero la razón de fondo son las personas adultas que tuvieron una separación inadecuada y a veces violenta.
Me cuesta pensar que las mujeres por “malas” o “feministas” impiden ver a los padres a sus hijos. Alguna razón tiene que haber. Lanzo una hipótesis. El problema está en las personas adultas. Si escarbamos un poco en las historias de los padres que no pueden ver a sus hijos e hijas, encontraremos relatos de parejas en las que hubo dolor, incomprensión, incomunicación, abandonos, rupturas de compromisos, desconfianzas, cuernos, violencia física y emocional. En estas experiencias, quienes pagan los platos rotos son los niños y niñas, que son manipulados, objetos, instrumentos de venganza, testigos mudos de una relación de pareja que no pueden controlar y muchas veces no entienden.
¿Dejarías ver a tu hijo o hija si tu pareja era violenta, borracha, irresponsable? ¿Te dan ganas de mandar a tus hijos con su padre o madre que te insulta, te degrada, te grita, te priva de tus bienes, no paga alimentos, …? ¿Cuánto dolor se siente cuando quieres y no puedes ver a tu hijo o hija? ¿Qué siente un niño o niña cuando necesita de su padre o madre y está emocional o físicamente abandonado/a?
El debate no es tan simple como exigir ver y cuidar a un hijo o hija como si nada ha pasado. La vida es mucho más compleja y hay que ir al problema.
Muchas veces he recibido a personas, hombres o mujeres, que exigen ver o impedir ver a sus hijos e hijas, y que piden consejos legales. Las boletas, las demandas, la cárcel, las prohibiciones y más nunca resuelven el problema de fondo. Es más, creo que las agravan. Siempre les digo que la ley no resolverá estos problemas, que los niños y las niñas tienen derecho a compartir y crecer cerca de su padre y madre, y que lo mejor es afrontar el problema de fondo: la pareja. El punto está, por los derechos de los niños y niñas, en arreglar el problema de los adultos y entre adultos. ¿Se puede? Creo que en la mayoría de los casos sí.
Una solución de fondo pasa por reconocer errores, pedir perdón y perdonar. Por los niños y las niñas llegar a acuerdos entre adultos, comunicarse para tener reglas comunes en la crianza, recuperar la confianza en la otra persona que falló y quiere otra oportunidad, vale la pena. Por los niños y niñas, por su presente y futuro, no por las personas adultas o su pasado.
¿Por qué los padres que afirmaron participar en la crianza de los niños y niñas no son excluidos de la crianza y el cuidado? ¿Por qué la gran mayoría de padres y madres tienen acuerdos de visitas y cuidado de sus hijos e hijas? Vale la pena preguntarse. Seguramente atrás hay separaciones consensuadas o separaciones en las que supieron arreglar sus diferencias. Los niños y niñas en estos casos pueden disfrutar y ejercer sus derechos a ser cuidados por padre y madre.
En suma, el horizonte es garantizar el derecho de los niños y niñas a crecer bajo el cuidado y el amor de padre y madre, no pelearnos entre nosotros.
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