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9 de Septiembre del 2020
Ideas
Lectura: 9 minutos
9 de Septiembre del 2020
Ana Minga

Periodista de Investigación, escritora de poesía y narrativa corta, especialista en perfilación criminal.

Correa frente a sus peores soldados
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Y si uno les pregunta ¿qué pasó con tu líder? ¿Tú eras parte de…? Responden con un yo solo fui un técnico/a profesional, ahora trabajo para el presidente Moreno, el pasado ya fue… Esto en un contexto de lealtad suena a que son arribistas aprovechados del momento y mucho más directo: unos traidores.

En el 2010, en pleno gobierno de la revolución ciudadana; ministros, subsecretarios y otras autoridades estatales por orden de sus líderes políticos solicitaron que los servidores públicos sean soldados de la revolución y no solo burócratas. Se fisgoneó la vida entera de las personas que ingresaban al sector público o que ya estaban trabajando allí, incluso se colocaron troll centers para que siguieran las redes sociales de todo mundo, porque por bien del proyecto se necesitaban soldados aunque no sean capaces para el cargo, pero el requisito fundamental era ser obediente, como lo pide cualquier grupo donde la motivación es el poder y el dinero.

Los chismes de quien se atrevía a hablar mal del entonces presidente Rafael Correa tenían valor, incluso compraron a los que se autodenominan intelectuales, sí, escritores, periodistas y académicos eran parte de los que señalaban a los fulanos traidores que osaban atentar contra el proyecto político. Unos trabajaron directamente en el espionaje para los troll centers y otros desde sus oficinas. Y gritaban orgullosos: yo amo a Correa, la revolución ciudadana es todo, ahora es nuestro tiempo, él (Correa) nos devolvió la esperanza, ahora sí hay prensa justa no como la corrupta, etc. Y pobrecita la persona que afirme que los correístas eran sanducheros pagados porque hasta allí llegó su trabajo en el servicio público e incluso en el privado. Empezaron a actuar como la mafia, llamaban a los dueños de las empresas para decirles que fulano debe salir de su nómina si es que quiere seguir funcionando. (Un ejemplo de esto fueron los medios de comunicación).

El exjefe de Estado tenía un ejército, el Rey ordenaba traer algún capricho y lo bufones del reino saltaban de felicidad por dos cosas: el rey sabía sus nombres y les encargaba una tarea a pesar de sus pocas luces. Saltaban de felicidad y morían por atenderlo. Antes de la presidencia el Rey solo era un hombre y con el cargo se convirtió en alguien y se le olvidó que desde el inicio del mundo todo Rey está solo.

Pero los súbditos no solo servían al Rey, los otros del gabinete también quisieron igualarse al que estaba sentado en el trono y empezaron a imitarlo en todo. Sacar una cita para entrevistar a algún ministro en época de la revolución ciudadana era perder el tiempo. Todos los reyes vivían ocupadísimos, los mortales no eran prioridad, ellos estaban para grandes cosas, como cenar en los restaurantes más caros de Francia, Estados Unidos, Dubái y por supuesto, en Suiza (que nadie se olvide de las farras en Ginebra).

El lunes 7 de septiembre ratificaron la sentencia contra Correa y en las calles no estuvieron los soldados a pesar que el sector público carece del pago de sus sueldos. Aun así, hubo silencio. Y el exmandatario justifica esto diciendo que solo actos heroicos lo habrían salvado de la sentencia, pero que los tiempos no son para esos actos, que él entiende la presión y la persecución. Pero, inmediatamente comenta que le lastima la ingratitud. Acéptelo, mientras tenía el trono, sus soldados obedecían, ahora ya no, ahora es un desconocido exiliado en Bélgica. Si quiere que la gente se levante a su favor, tendrá que volver a pagarles…

Y si uno les pregunta ¿qué pasó con tu líder? ¿Tú eras parte de…? Responden con un yo solo fui un técnico/a profesional, ahora trabajo para el presidente Moreno, el pasado ya fue… Esto en un contexto de lealtad suena a que son arribistas aprovechados del momento y mucho más directo: unos traidores.

Hace mucho tiempo sus soldaditos de la función pública se cambiaron la camiseta y obedecieron al que llama “el mayor traidor de la historia”. Y no hablo de los funcionarios de nombramiento, quienes no tienen otra opción que trabajar con el mandatario de turno, pues siempre fue así, han visto pasar varios gobiernos. Hablo de aquellos que se convirtieron en los soldados de la revolución ciudadana a cambio de un cargo. Ellos, el 7 de septiembre no sabían quién fue Rafael Correa Delgado en sus vidas.
En 10 años de “revolución”, aquellos soldados pobres y de clase media construyeron su fortuna y siguen trabajando para el Estado, solo cambiaron de Rey. Inclusive muchos de ellos son dueños, al menos de un holding; invierten en la bolsa y en medios de comunicación. Y si uno les pregunta ¿qué pasó con tu líder? ¿Tú eras parte de…? Responden con un yo solo fui un técnico/a profesional, ahora trabajo para el presidente Moreno, el pasado ya fue… Esto en un contexto de lealtad suena a que son arribistas aprovechados del momento y mucho más directo: unos traidores.

Correa creía tener un movimiento político, pero no, lo que había era gente pagada y como todo arribista mientras mira el brillo del poder allí está agachando la cabeza, pero muerto el Rey le hace caso al otro “líder” por miedo a perder lo que ya tiene y la ambición por seguir acumulando riqueza. Los soldados de su revolución le resultaron básicos y eso es lo que le duele más.

Los halagos siempre están para inflar el ego y esa fue su principal enfermedad. En las intervenciones de Correa señala que más que la sentencia le duele la ingratitud y que no se puede soportar pelear contra la maldad y la estupidez. Se quedó con los peores soldados, lo traicionaron en todos los órdenes jerárquicos y los pocos leales son estúpidos, es entendible su frustración. Se quedó con un candidato presidencial que parece el “nerd” de la clase y Correa lo sabe cuando afirma que puede dar una sorpresa porque todos señalan que no tiene carisma, es decir, conoce que su candidato político, por su propio esfuerzo, no logra el voto ni de su familia. Tiene periodistas a su servicio que tartamudean cuando lo entrevistan, no saben preguntar y lo llaman aún presidente. Se conoce por filtraciones de la prensa que mientras fue el Rey, arrastraba a estos periodistas de un solo grito, justamente por ineptos que no podían ni colocar bien un titular. Y con ellos se quedó. Se entiende su frustración.

Perfilar a Correa es complicado por su talento para mentir, pero en esta ocasión hizo visible su inseguridad ante el mundo: es un hombre que necesita de los halagos y los cuentos donde él es único, no es autosuficiente. No es inmortal, es un hombre, la oposición debería dejar de endiosarlo. Creyó en la palabra de sus peores soldados, por creerse omnipotente nunca vio la traición y ahora busca culpables afuera, que si la derecha, que si la banca, que si los periodistas, que si las filtraciones, que el poder de la derecha latinoamericana… Créalo, los monstruos estuvieron siempre dentro de su equipo.

Pero Correa tampoco es la víctima y él lo sabe, por eso en sus entrevistas que emite desde el lunes pasado asegura que a él no le perjudican en nada; él está libre, lejos y tiene una buena vida. Lo que le golpeó es la ingratitud de la que creyó su gente, pero se repone rápido, no es dolor lo que siente, sino rabia porque osaron señalar al Rey. Podría dar un giro y contarnos a todos los ecuatorianos quien es quien en esta pelea de mafias, solo así, quizá, gane las elecciones, de lo contrario otra vez su ego le dirá al oído: espera que aún puedes volver a reinar.

[PANAL DE IDEAS]

Luis Córdova-Alarcón
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