
Escritora. Es profesora de castellano y literatura y articulista en varios medios de comunicación.
En uno de los enlaces de los sábados, tal vez el 400, Correa se dirigió a su traductor al quichua en el contexto de brindar explicaciones sobre la atención a mujeres embarazadas y parturientas. Cito textualmente: “En nuestra época, no había ecografía; ¿cómo se sabía, mashi, si era varoncito o mujercita? En mi caso, solo al tacto… después le explico. Es triple equis, pero algunos no lo entendieron”. La cámara reprodujo en millones de hogares el rostro de la máxima autoridad del país, que reía, así como sus gestos indescifrables. Los aparatos de radio amplifican su júbilo… Debería agradecer el Presidente el bajo nivel de comprensión de su auditorio. Me cuento entre las que no entendieron, señor presidente, quisiera decirle, apenas alcanzo a intuir oscuras alusiones. Miles de ecuatorianos lo hemos visto reír verdaderamente divertido, en más de una ocasión, cuando dice haber “entendido otra cosa” al declarar su traductor al quichua que está “embalado”. Me gustaría preguntarle al Presidente qué entendió para que le produjera tanta risa.
En los tiempos actuales, ha habido menos gozadera, si bien aún baila, canta, paga artistas para que le den la bienvenida en cada pueblo, relata lo comido, lo bebido y lo farreado… Y no ha deja de dar fehacientes muestras de una personalidad compleja.
Según una nota de “El Universo”, del 13.09.2015, dijo: “Yo conozco a Manuela Picq, fuimos varios años colegas en la Universidad San Francisco... Una mujer muy bella, pero muy inmadura que [sic] le encantaba ser el centro de atracción. Vivía en Miami, tenía un novio gringo y nunca fue ni indigenista ni izquierdista, peor periodista...” Nada sorprendente en el Presidente, quien deja ver dos de sus características: su machismo, que ya es leyenda, y su constante descalificación de los otros con la calculada finalidad de desprestigiarlos, como en el caso de la señora Picq, “ni indigenista ni izquierdista, peor periodista.”
¿Cómo debería ser una académica, mujer de prensa y activista social para complacer el criterio presidencial? ¿Fea y madura? ¿madura y bella? ¿pasar inadvertida? ¿Quién debería ser el novio de la señora Picq para no ser anulada por el Presidente? No un gringo, claro; tampoco, un indígena, pero sobre todo, no un dirigente indígena; en este caso, no habría problema, pues Pérez Guartambel, ¡no es indígena! El Presidente lo dijo, y él es capaz de fijar con precisión el grupo étnico, la ideología y la profesión de cada ciudadano que vive en este país.
En el mismo reportaje de “El Universo”, se informa acerca de las trabas que Manuela Picq sufre para obtener una visa “Mercosur” y se anuncia que ella podría solicitar un pasaporte indígena, de aquellos que permitieron a miembros de pueblos nativos norteamericanos, por ejemplo, viajar a competencias deportivas sin pasaportes del gobierno. Un pasaporte indígena, otorgado por el pueblo shuar o el otavalo o el chibuleo, sería la expresión de que sí existe una patria grande. Como dicen por ahí los cursis poetas, la nación del alma no tiene fronteras. Así, dos bellos, Manuela y Carlos, podrían construir su historia de amor en el pequeño y volcánico país donde se conocieron.
El doctor Floresmilo Simbaña, de la organización Ecuarunari, planteaba en una entrevista con Diego Oquendo (26.08.2015), que las posturas racistas del gobierno nacional son evidentes, al tratar de separar a los indígenas del resto de la población nacional; el derecho a la consulta previa, presentado por agrupaciones indígenas a la Asamblea de Montecristi como la posibilidad que debería tener cualquier conglomerado para acogerse a él cuando siente que derechos humanos serían vulnerados, fue reconocido como prerrogativa exclusiva para los pueblos indígenas por la mayoría de Alianza País, el partido de gobierno. Con ello, se buscó aislar a los indios del resto de la población ecuatoriana y presentarlos no solo como un grupo peculiar, sino como una amenaza. Para el gobierno, es impensable que organizaciones de pueblos ancestrales piensen en lo nacional.
Lo mismo, pero extremado, se pudo ver cuando un Presidente con poncho dijo, en una de las sabatinas, palabras más, palabras menos: “¿Qué les puede interesar a los indígenas las reformas constitucionales? ¿En qué les afecta la reelección indefinida?”, lo que equivale a afirmar que a los indios solo les deben importar “cosas de indios”, pues no están capacitados para reflexionar sobre la política, la ideología, la ética, el país. La estrategia empleada ha sido no discutir los argumentos de las organizaciones indígenas críticas, sino ignorarlas para anularlas.
Como se ve, intervienen en el presente comentario varias cuestiones de fondo y forma. Está detrás de varias manifestaciones públicas del Presidente una falta de respeto hacia el sujeto femenino, que lo conduce a bromas impertinentes y crueles, así como la intención de desprestigiar a mujeres intelectuales; asimismo, se advierte como política gubernamental el desconocimiento de la capacidad de organizaciones indígenas de formular propuestas políticas e ideológicas nacionales serias.
Lo grave es que con estos discursos se incentivan prácticas violentas de múltiple índole y, además, se lo hace con mucho cinismo: Los que gozamos, ¡que gocemos harto! Los sufridores, ¡que sufran los sufridores, a los que mando besitos volados! Pero ya lo decía Molière: “la felicidad ininterrumpida aburre: debe tener alternativas.”
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