Empieza a funcionar el plan que ya estaba claramente diseñado desde hace mucho, mucho tiempo. Lenin Moreno ganaría la presidencia, pero sería Correa el encargado de gobernar tras bastidores, incluso si se fuese a Bélgica a vivir con su familia. Del dicho al hecho apenas si corrieron tres semanas. Ni siquiera le concedió al menos un mes para esa especie de luna de miel que suelen vivir los gobernantes. Ese período inicial en el que se saborean las dulzuras del poder y, al mismo tiempo, se empieza a mirar la verdadera realidad del país desde esa cima mágicamente real y realmente dura del poder.
A las tres semanas, mondo y lirondo, Correa regresó a Carondelet para, casi sin disimulos, corregir rumbos. Porque nadie, y menos todavía el presidente Moreno, ni puede ni podrá desviarse un milímetro de los planes y proyectos por él elaborados respecto a la gobernanza del país y a sus destinos políticos, sociales y económicos. Él, Correa, la voz y la verdad, el principio y el fin. Él, el timonel que, salido de la nada pero con sabiduría infusa, hizo el milagro de llevar al país a esos espacios en los que las libertades personales y sociales dejaron de ser reales para alojarse en el mito. Él que dejó las arcas fiscales llenas hasta rebozar, pero de deudas.
Moreno ha repetido varias veces que desea un país que se desenvuelva y progrese en un ambiente de libertades personales y sociales. No quiere hacer de la persecución un medio de control social. Se ha propuesto que el sentido y la dimensión de ciudadanía constituyan el alma, el meollo de la vida cotidiana. De ninguna manera pretendería que el país continúe viviendo bajo ese espíritu y esa actitud inquisidora del correísmo. Se habría propuesto que la vida social y la pública se desenvuelvan en un ambiente de libertad y de tolerancia.
¿Libertad y tolerancia? Palabras que escandalizan a Correa. No puede ser. Correa quiere que Moreno mantenga a toda costa su espíritu dictatorial, que se deje de sonrisitas inútiles cuando lo que está en juego es el poder en sí mismo. Desea que asuma el poder como clara y eficaz herramienta de dominio, como lo hizo él, y no como una estrategia de servicio a la comunidad tratada desde las equidades y el respeto a los derechos de los otros. Puesto que no sabe de derechos sino de imposiciones, a Correa le escandalizan las actitudes benevolentes y tolerantes que pretendería mostrar el nuevo presidente.
El correísmo no constituye en sí mismo ninguna ideología que no sea un personalismo con ribetes dictatoriales por sus modos particulares de asumir y ejercer el poder, con frecuencia, al margen de la ley y de los derechos ciudadanos. Política típica de la demagogia. Desde una evidente mediocridad ideológica, el correísmo se sostuvo en el poder más que en la ley, en la sumisión temerosa más que en las actitudes sociales y políticas enraizadas en la libertad.
Parecería que el presidente Moreno querría producir un retorno al imperio de la norma, de la igualdad de todos ante la ley. Eso implicaría el reconocimiento de los derechos ciudadanos que no pueden ser ni desconocidos y menos abolidos por el poder y sus antojos. Por eso dijo, de manera categórica, que él confiaba su seguridad a las fuerzas armadas y a la policía. Esta afirmación fue la gota que llenó el vaso y que determinó que Correa fuese raudo a palacio para corregir a su sucesor. Moreno restaba valor a las fuerzas civiles creadas para cuidar y proteger a las máximas autoridades del gobierno. Esas fuerzas que, según se huele, ya han estado siendo organizadas al margen de la ley antes de que Correa las creara legalmente y contra viento y marea.
Ubicado detrás de la silla presidencial, Correa aparece en la foto con su gran sonrisa pre-construida de quien se sabe poderoso y triunfador al mismo tiempo. Como si realmente siguiese siendo el presidente, el mandamás. Como si el poder del presidente Moreno se sustentase en su presencia criterial y física. La foto dice y denuncia mucho: Correa con su gran tamaño, con su enorme sonrisa y sus brazos extendidos protegiendo al presidente que también sonríe casi a la fuerza al tiempo que se afirma en su silla para protegerse del invasor.
¿Terminará Moreno sometiéndose a las directrices, normativas y deseos de Correa y sus adláteres? Se esperaría que no, si realmente desea construir un gobierno propio en beneficio del país entero y no de un partido político representado en Correa que lo único que ambiciona es el poder por el poder mismo.
[PANAL DE IDEAS]
[RELA CIONA DAS]
NUBE DE ETIQUETAS
- Arriba Ecuador
- Caso Metástasis
- Galápagos Life Fund
- No todo fue una quimera
- serie libertad de expresión
- serie mesas de diálogo
- Serie María Belén Bernal
- 40 años de democracia
- serie temas urgentes post pandemia
- coronavirus
- corrupción
- justicia
- derechos humanos
- Rafael Correa
- Lenin Moreno
- Correísmo
- Dólar
- Ecuador