
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
¿En qué se parecen un ornitorrinco y el Estado plurinacional? En que los ecuatorianos jamás hemos visto a ninguno de los dos. En efecto, aunque conste en nuestra Constitución como realidad jurídica, el
Estado plurinacional sigue siendo una entelequia, una referencia abstracta que no se corresponde ni con las lógicas del poder, ni con la conciencia colectiva, ni con el ethos nacional.
En un estudio de próxima publicación, Ana María de Veintimilla analiza la pervivencia de discursos, prácticas y estructuras coloniales en los servicios de salud públicos y privados. El estudio (Racismo y servicios de salud. Un estudio de caso en Chimborazo) pone el dedo en la llaga de una de las más graves taras de nuestra cultura: el racismo. La imposición de un saber médico occidental y hegemónico ha derivado, en la práctica, en la destrucción progresiva de unos saberes milenarios, que constituyeron la base de las civilizaciones americanas prehispánicas. La noción de integralidad, por ejemplo, queda anulada frente a la tecnologización y fragmentación extremas de la medicina convencional.
La primacía de creencias como la homogeneidad cultural, la patria o la identidad nacional conspiran contra la necesidad, la posibilidad y la potencialidad de la diversidad étnica y cultural del Ecuador.
La marginalidad y el sometimiento de los pueblos y nacionalidades indígenas frente a un derecho tan importante y fundamental como la salud no hace más que reproducir una concepción política dominante desde la sociedad mestiza y desde el Estado. La primacía de creencias como la homogeneidad cultural, la patria o la identidad nacional conspiran contra la necesidad, la posibilidad y la potencialidad de la diversidad étnica y cultural del Ecuador.
El señalamiento viene a colación cada vez que el movimiento indígena se moviliza. Los discursos desde el gobierno, las élites y buena parte de la sociedad mestiza atizan una confrontación que tiene su origen en las viejas doctrinas del enemigo interno; peor aún, del agente patógeno (por utilizar un término médico) que amenaza la salud del cuerpo social. Desde esta visión, los indígenas serían una suerte de anomalía histórica que impide el desarrollo del país… del país mestizo, obviamente.
No existe conciencia sobre las devastadoras consecuencias de estos discursos para la sociedad. El siglo XX fue prolífico en estas experiencias de elevar el racismo a principio político del Estado. Las guerras de exterminio étnico dejaron secuelas irreparables en toda la humanidad. Y no solo del lado capitalista; el socialismo real también aplicó la violencia en contra de aquellos pueblos que contraponían otros modos de vida al sistema oficial.
Por esto también resulta incomprensible que algunos dirigentes de la CONAIE hayan desempolvado unos discursos que nos retrotraen a las trasnochadas doctrinas estalinistas respecto de la homogenización clasista de la diversidad cultural. No estaría por demás que le pegaran una revisadita a la historia de la Unión Soviética, para constatar la brutalidad con la que se quiso alinear a tantos pueblos y nacionalidades bajo la égida de un proyecto político uniforme. El costo para la plurinacionalidad fue incalculable.
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