
Los límites sociales, políticos e ideológicos, si bien no se deshacen, sí se esconden tras el propósito de nuevas igualdades y tolerancia que hacen de las diferencias sus fortalezas.
No se desea repetir las incongruencias, los absurdos e incoherencias del pasado. Como cuando la URSS construyó un inmenso campo de concentración en los territorios de algunas naciones del Este europeo de las que se había apropiado a sangre e ignominia y fueron obligados a ser parte necesaria y a pensar y vivir de conformidad con lo estatuido por un sistema absolutamente perverso, centrado en la supuesta validez esotérica del sistema comunista.
El lugar de las mitologías y de los poderes perversos fue tomado por las organizaciones deportivas de los países. Así se impuso un nuevo actor que a veces carece de toda lógica formal o política.
El deporte pertenece al poder del divertimento, al de la libertad y, por ende, se ha constituido en el lugar real y simbólico de los esfuerzos oficiales y de la libre la entrega de los deportistas. De esta manera funcionan todos los deportes, en el mundo libre.
No son los Estados los que se enfrentan en la final de campeonato mundial de fútbol en Catar. No fue Francia contra Argentina. Solo dos equipos que, desde luego, representan a sus países, pero nada más. El futbol pertenece al orden del divertimento.
En cierto país, de cuyo nombre no quiero acordarme, si tú no alcanzas la perfección y eres el mejor de todos, es altamente probable que ya no tengas mañana.
No son los Estados los que se enfrentan en la final de campeonato mundial de fútbol en Catar. No fue Francia contra Argentina. Solo dos equipos que, desde luego, representan a sus países, pero nada más. El futbol pertenece al orden del divertimento.
Un equipo de futbol no es la nación, únicamente la representa en una determinada competencia. Y ese constituye el campeonato mundial de fútbol. Reconocer que todo deporte se sostiene también en el azar y la casualidad. Por ende, no siempre triunfa el mejor. Lo cual, desde luego, no le quita ningún mérito al equipo sostenido en las geniales habilidades de un Messi.
Por lo que nos compete, es hora de dejar de contentarnos con las migajas que caen de la mesa de los excelentes. Es hora de empezar a construir la excelencia. Es cuestión de política, dinero y tenacidad. Desde luego que nos es posible.
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