PhD. Sociólogo. Catedratico universitario y autor de numerosos estudios políticos.
La cruzada golpista que apunta a destituir al presidente Lasso reedita prácticas antidemocráticas que marcaron el inicio de los atentados contra el sufragio libre en el Ecuador y que fueron el antecedente de una prolongada inestabilidad política que desembocó en la derrota que sufrimos frente al Perú en 1941.
La descalificación presidencial de Neptalí Bonifaz, por el Congreso de 1932, se basó en la “peruanidad” del presidente electo. Este infundio fue debidamente refutado por eminentes juristas de la época, como lo registra Ricardo Barrera en su libro sobre este tema.
Bonifaz ganó holgadamente en las elecciones de octubre de 1931. Derrotó a Modesto Larrea Jijón, candidato liberal, apoyado por las izquierdas. El Encargado del Ejecutivo, coronel Luis Larrea Alba convocó esas elecciones, tras la caída de Isidro Ayora o sea, con la terminación de la revolución del 9 de julio de 1925, conocida como la revolución juliana.
En esas elecciones convocadas después de siete años, la votación directa del pueblo sustituyó al fraude electoral implantado por Alfaro, como un medio para sostener la revolución liberal. El coronel Larrea Alba enfrentaba un reto. “Las izquierdas no estaban en capacidad de ganar a las derechas. ¿Él, como hombre de izquierda, debería entregar el poder al conservadurismo?”( Barrera, 1950) Ello llevó a la intentona golpista de Larrea Alba que se lanzó sin éxito a la dictadura. El Presidente de la Cámara del Senado, Alfredo Baquerizo Moreno condenó la dictadura, y reemplazó a quien pretendió burlar la voluntad popular.
Bonifaz ganó las elecciones con 28.000 votos. Quienes fueron derrotados en las urnas esgrimieron la falaz acusación de su nacionalidad peruana que nunca pudo ser probada. La moción presentada por el diputado Antonio Barzallo en ese sentido fue aprobada en la Legislatura por 46 votos contra 38.
en pleno siglo XXI, se siguen fraguando conspiraciones contra la voluntad popular libremente expresada en las urnas. Llama la atención la similitud ideológica y política de los actores que promueven esos siniestros flagelos con argumentos pueriles que enmascaran apetitos dictatoriales.
Merece destacarse la actitud de Bonifaz frente a tan insensato derramamiento de sangre entre soldados ecuatorianos. El testimonio que al respecto nos legara Luis Alfonso Ortiz Bilbao, en su libro La historia que he vivido, muestra la calidad patriótica del Presidente electo. Durante la noche del 27 de agosto de 1932 algunos cuarteles de la guarnición de Quito se habían sublevado contra el Gobierno y el Congreso Nacional y proclamaban a Neptalí Bonifaz, descalificado el 19, ocho días antes, como Presidente de la República. Enterados Alfonso Ortiz Bilbao y Pedro Velasco Ibarra de los planes de miembros de la Compactación Obrera Nacional, que auspició su candidatura, de engrosar tal sublevación con el contingente popular, decidieron tomar contacto con el Presidente electo para que con su autoridad se pudiera evitar un desenlace fatal.
Fueron con esa misión a Guachalá, a la hacienda de Bonifaz. Ortiz no estaba de acuerdo con la sublevación bajo el siguiente razonamiento. No cabía desacatar una resolución del Poder Legislativo. Pero, a la vez, era inadmisible que una exigua mayoría de Senadores y Diputados pretendiera destruir la voluntad popular manifestada en las urnas. Tras muchas dificultades llegaron a la hacienda para urgirle al Presidente Bonifaz que se trasladara Quito para persuadir a sus partidarios.
En el viaje a Quito, la muchedumbre vitoreó a Bonifaz, desde su casa se dirigió a ésta y exclamó: “Yo no he venido a hacer la revolución. Yo no he querido la Presidencia de la República ni por la puerta de calle, mucho menos puedo querer entrar por la ventana. Que se reúna el Congreso y que me califique, sin infringir la Constitución ni las Leyes. Les agradezco por la fidelidad de ustedes (…) Les agradezco y les pido que se vayan tranquilos a sus casas”.
Estas palabras, dice Ortiz, resultaron el típico jarro de agua helada. No eran las que la muchedumbre quería oír “para marchar al combate y a la muerte”. “Fueron las palabras de un verdadero y grande Hombre. En ese instante medí su verdadera estatura”
José Alfredo Llerena, destacado escritor y periodista escribió un ensayo muy citado, llamado Frustración política en veintidós años, en el que hace un recuento de la historia ecuatoriana en el lapso de 1925 a 1947. Se trata, se dice en la contratapa del libro, de la casi ininterrumpida crisis política, la continua agitación y los trastornos que dieron como resultado la inestabilidad de los gobiernos, el derrocamiento sucesivo de los Jefes de Estado y el establecimiento de 23 gobiernos efímeros, varios de ellos verdaderas dictaduras.
No obstante los años transcurridos, en pleno siglo XXI, se siguen fraguando conspiraciones contra la voluntad popular libremente expresada en las urnas. Llama la atención la similitud ideológica y política de los actores que promueven esos siniestros flagelos con argumentos pueriles que enmascaran apetitos dictatoriales. Noventa y un años no habrían debido pasar en vano.
[PANAL DE IDEAS]
[RELA CIONA DAS]
NUBE DE ETIQUETAS
- Arriba Ecuador
- Caso Metástasis
- Galápagos Life Fund
- No todo fue una quimera
- serie libertad de expresión
- serie mesas de diálogo
- Serie María Belén Bernal
- 40 años de democracia
- serie temas urgentes post pandemia
- coronavirus
- corrupción
- justicia
- derechos humanos
- Rafael Correa
- Lenin Moreno
- Correísmo
- Dólar
- Ecuador