
Profesora universitaria, investigadora y periodista, con un doctorado por la Universidad Nacional del Cuyo, de Argentina.
20 de abril de 2017. Este fue el día cuando el correismo se retiró todo disfraz. Escenificó una representación de la ignominia; en simultáneo y en seguidilla. Ciudadanos beneméritos como son los integrantes de la Comisión Nacional Anticorrupción (CNA) fueron sancionados con prisión, multa y orden de disculpas públicas a su querellante, un funcionario del correísmo. La sentencia condenó a cada uno de los incriminados a lo siguiente: a un año de prisión, al pago de una indemnización similar a la del salario de ese empleado, y a ofrecerle disculpas públicas a ese servidor público.
Leído el dictamen, el abogado del acusador perdonó a los culpables y la jueza ordenó la prescripción de las supuestas fechorías cometidas por nueve ecuatorianos sin tacha, a quienes respetamos y apreciamos millones de ecuatorianos. He aquí sus nombres para recordarlos como baluartes de la ética en nuestro país: Isabel Robalino, María de Lourdes Arboleda, Simón Espinosa, Byron Patricio Celi, Julio César Trujillo, Germán Alfredo Rodas, Ramiro Román, Juan Fernando Vega y Jorge Rodríguez. El fallo fue registrado para que se constituya en un criterio jurisprudencial para casos similares. Contra los mismos ecuatorianos probos o contra otros. Da igual. A lo mejor contra usted…
El mismo jueves 20 de abril fue liberado de toda culpa el ex presidente Abdalá Bucaram, pues prescribió el último delito del cual fue acusado, el de peculado, porque la transgresión, cuando de ella fue imputado, se extinguía al cabo de 20 años. Ahora anuncia su regreso y muchos se alegran y se aprestan a recibirlo y a festejarlo.
Simultáneamente, un periodista al parecer vinculado con El Telégrafo, el diario del poder ejecutivo, fue sancionado con 18 días de prisión por una agresión a una joven mujer. Una quincena y tres días más.
¡Qué día! ¡Cuánto vapuleo en la aplicación de la justicia; cuánto ejercicio contumaz de una violencia simbólica contra quienes osaron dudar, investigar y probar sus presunciones! Y ¡cuánta liviandad con quienes son cercanos al oficialismo! ¿Por qué? Fácil y difícil responder. Las intenciones de los actores del correismo son obvias y predecibles en muchas circunstancias, y contradictorias o ambiguas en otras.
Lo evidente, en el caso de los comisionados, parecería ser la representación de la metáfora del garrote y de la zanahoria. Del malo y del bueno. Del que sale y del que ingresa. Pero es insondable identificar qué les llevó a ignorar las consecuencias de la acción que el correismo en pleno ejecutó el 20 de abril. Solo la acusación a los miembros de la CNA, significó una ofensa para millones de ecuatorianos honestos. Emprender el proceso constituyó un atropello para todo este conglomerado de indignados. Y protagonizar el espectáculo del juicio fue el cometimiento de un agravio que no será olvidado pues en aquellos nueve ecuatorianos nos sentimos encarnados y maltratados muchísimos.
El ultraje se amplifica porque responde al encono que el correismo ha demostrado hacia quienes sus voceros descalifican por viejos, por haber vivido largos años. Ya lo demostraron cuando crearon aquel sinsentido de la renuncia voluntaria obligatoria, para desprenderse de aquellas personas que para ellos eran un fastidio, no por sus canas y sus arrugas, sino por su sabiduría y experiencia.
¿Para qué concretarlo entonces, insisto? ¿Para mostrar la magnitud del dominio que pueden imponer? ¿Para envalentonar a sus seguidores? ¿Para desestimular nuevas investigaciones? ¿Para desalentar la protesta, alimentada por las dudas que el proceso electoral suscitó en casi cinco millones de ecuatorianos? ¿Para intimidar a quienes perdieron el miedo y comenzaron a salir a las calles a protestar pacíficamente pero con firmeza, y volverlos a reducir al silencio?
Hay quienes miran en esta acción del correísmo la ejecución de una venganza contra la sociedad ecuatoriana, porque casi cinco millones de ciudadanos les dieron las espaldas a sus cabecillas. Se atrevieron a desafiarlos y les pregonaron que no los desean como gobernantes. Los compararon con el chavismo venezolano, el de estos días de abril, y en el rechazo les recalcaron que prefirieron a un “banquero antes que a un dictador”. Algo que para quienes han ido perdiendo el aprecio inicial de los ecuatorianos, por sus propios errores, les resulta inaceptable e imperdonable.
El proceso contra la ANC, por toda la descomposición de la que estuvo plagado, es un antecedente que pesará en el gobierno que se posesionará el 24 de mayo. La ciudadanía que lo impugnó el 19 de febrero y el 2 de abril ha tomado nota de la afrenta y la ha sumado al cúmulo de abusos de la década perdida, y de los que nos anunciaron cuando tantas veces nos repitieron: “vamos por más”.
PS: Hacia 2007 y 2008, varios ecuatorianos de bien que apoyaron al correismo, cuando aún creían que era una revolución ciudadana, han confesado que desde esos años vieron acciones criticables, pero que no las denunciaron “en bien del proyecto”. Pensaron, así los he escuchado, que serían excepciones y que estas no se repetirían. Ahora advierten cuán errado fue su silencio. Ojalá esta situación no se repita en el segundo tomo del correismo, cuando aseveran que “Lenin es distinto”. Ya no sería solo una equivocación.
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