
PhD en Educación por la Universidad Católica de Lovaina, Maestro en Estudios Culturales y Desarrollo, Graduado en Economía. Ex gerente del Proyecto de Pensamiento Político de la SNGP. Docente universitario.
El fin de semana anterior se realizó el debate presidencial, organizado por El Comercio. Siete candidatos el sábado y siete del domingo, más que debatir, presentaron sus propuestas, respondiendo a preguntas específicas de los conductores del programa. Más allá de esos eventos folclóricos que salpican la política electoral ecuatoriana: Lasso dejando a Romero con la mano extendida, Velasco culminando su discurso recitando una canción, o los innúmeros lapsus linguae podría decirse que la jornada, mostró algunas ideas interesantes y factibles, lastimosamente no pude usarse el adverbio muchas, pues este se aplicaría más bien a aquellas ideas y propuestas demagógicas, a la verborrea proselitista y hasta ególatra... a los lugares comunes.
Además de las ideas de los candidatos (que sin llevarse a la práctica se hacen aire, como diría el poeta), en el debate organizado por el periódico, estuvieron ausentes dos presidenciables: Yaku y Aráuz. La inasistencia de ambos y en especial la del correista tienen excusas risibles, no seré ligero en repetir que a Arauz le dio culillo y que Yaku no fue porque Aráuz no fue. Ambas inasistencias, responden a una lógica que se grabó en la historia de este país a partir del famoso debate entre Febres Cordero y Borja en el año 84, con Borja como favorito que terminó perdiendo las elecciones. En mucho, dicen los estudiosos, Borja las perdió por asistir a ese debate, que para colmo conducido por el periodista de derechas Quevedo, quien luego sería secretario de Comunicación de León Febres. Es que, desde esa lógica basada en el empirismo, esos debates perjudican a los candidatos que tienen importantes números porcentuales de aceptación, más aún si es que se conduce en un espacio claramente cercano a su oponente.
En el debate presidencial se devela el pensamiento de los 16 candidatos y no se necesita un amplio conocimiento de la ciencia política para ver que ideológicamente todos ellos responden a tres o cuatro tendencias ideológicas grandes y que bien podrían ser diversas alas dentro de 3 o 4 partidos de segundo piso.
La ausencia de Aráuz y Yaku Pérez favoreció a Lasso, quien sí asistió y está también ubicado entre los tres primeros puestos. Lo favoreció no solo por estar en un espacio afín, y seguro de que no sería directamente confrontado por sus antagonistas ideológicos y cercanos competidores, sino porque estuvo ubicado en un grupo de presidenciables que se encuentran muy lejos de él en el respaldo porcentual, quienes en lugar de confrontar debieron aprovechar su tiempo para hacerse conocer.
Sin duda la siguiente jornada expositiva oficial, llamada debate y convocada por el CNE para el día 16 y 17, tendrá como importante valor agregado la participación de Arauz y Yaku. También esta jornada se ha organizado en dos días, donde el segundo se vislumbra con un carácter más confrontativo, pues estarán frente a frente los candidatos de la izquierda y el progresismo. Esta confrontación de nuevo beneficiará a Lasso, quien no sería directamente atacado, pues por casualidad se encuentra en el grupo del día anterior y nuevamente rodeado de presidenciables que “no le hacen calor”.
Los dos días de debate llevados a cabo el 8 y el 9 de Enero, develaron algunos elementos que permiten hacer una disección de la política ecuatoriana y el entorno electoral. Elementos que muestran viejos vicios de la política, desde agendas profundamente conservadoras, un manejo discursivo ambiguo y calculado para no perder votos si es que se opta por un enunciado que toma partido, en especial en temas cruciales y que riñen con la “moral católica”, como por ejemplo el aborto o la legalización de la marihuana.
En el debate presidencial se devela el pensamiento de los 16 candidatos y no se necesita un amplio conocimiento de la ciencia política para ver que ideológicamente todos ellos responden a tres o cuatro tendencias ideológicas grandes y que bien podrían ser diversas alas dentro de 3 o 4 partidos de segundo piso, del estilo del Frente Amplio del Uruguay. Devela también que con pocas excepciones los partidos que auspician a los 16, tienen un duelo, un señor absoluto que manda y tiene la última palabra en las decisiones. Muestra como el personalismo, el caudillismo y el oportunismo ha duplicado el número de aspirantes a la presidencia, si los comparamos con los de las elecciones del 2017, 2013 y 2009 (fueron 8). Pero hay otros elementos que han ido configurando esta particular jornada electoral en pandemia, como la pugna entre el TCE y el CNE y Álvaro en el medio, la posibilidad de postergación del proceso electoral y el omnipresente fantasma del fraude. Todos ellos son signos que anuncian una nueva debacle de la democracia participativa.
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