Los acontecimientos de este año en la frontera norte han develado una dura realidad (más allá de la presencia de grupos armados irregulares): a la frontera colombo – ecuatoriana se la abandonado por décadas y se le ha condenado a vivir ciclos de violencia, que ahora se visibilizan más, aunque hayan existido desde hace años.
Y no es solo una referencia a lo que acontece en San Lorenzo (Esmeraldas). Es una realidad que nos desborda y que pareciera agravarse. El caso de la niña secuestrada en Cascales devela la perversidad con la que actúan las redes transnacionales de delincuencia: ingresan armados a plena luz del día, intimidan a la maestra y a los niños y pese a los gritos de la pequeña secuestrada no atienden la súplica.
Pero también nos dejan ver la impavidez y la inoperancia de la institucionalidad pública que debería haber sido la primera en comprometer su apoyo incondicional para la resolución del caso. El manejo del tema realizado por el ministro Toscanini, solo es una muestra de cómo de manera cotidiana deben afrontar los problemas de este tipo las poblaciones fronterizas.
No entender que la violencia contra cualquier persona no puede ser considerado un tema “de orden familiar”. Esto, a más de ser una burla a la pequeña víctima y a su familia, establece con claridad que en nuestro país (firmante de todas las declaraciones en materia de derechos humanos), vivimos una peligrosa regresividad en su aplicación.
El desprecio de las palabras del Ministro, develan con dureza, la existencia de “nuevas castas” en el Ecuador, que no han crecido solo en este régimen. Fueron sembrándose años atrás y se profundizaron en la última década con el correísmo.
Pero también deja ver con claridad, la falta de visión sobre lo que implica el desarrollo fronterizo. Pues esto no hubiese pasado si en la localidad la niña hubiese tenido acceso a un sistema judicial que le garantice la reparación de los derechos sin ser revictimizada. Tampoco hubiese sucedido si todo el sistema educativo se hubiese alertado desde el propio momento en que se supo de su embarazo, pues no es algo normal que una niña de 12 años tenga “pareja” de 23 años, tal como lo mencionó el ministro Toscanini.
Paralelizando, las causas estructurales que han dado como consecuencia una nueva víctima, fueron las que generaron que existan tres miembros de El Comercio y dos ciudadanos de Santo Domingo que fueran secuestrados y asesinados. Pero aquí se emite otra señal de alerta. Estos casos, han podido ser conocidos y abordados porque han sido conocidos. Pero el problema es más grave.
El mismo diario El Comercio en su edición del 24 de enero (dos días antes del secuestro de su equipo) publicó una nota sobre lo que se vive en Mataje y daba cuenta de un cuerpo sin vida que según la población tenía algunos días abandonado, a manera de un mensaje de amedrentamiento a la población. Y a esto se suma otros tantos nombres anónimos en las parroquias rurales de San Lorenzo, en la zona de Chical (perteneciente a Tulcán), en Puerto Nuevo (capital del cantón Putumayo en Sucumbíos) y en tantas otras poblaciones que hacen parte de la frontera.
Ahora, la pregunta es ¿los volveremos a dejar solos?. Y al parecer, pese a no existir una respuesta sencilla, la realidad nos dice que no hemos asumido las lecciones (tanto como Estado como sociedad).
El día viernes 6 de julio, una multitudinaria marcha de habitantes de San Lorenzo se hizo presente con la consigna “la paz es un derecho; San Lorenzo es desarrollo”. Los gritos con acentos ecuatorianos, colombianos, venezolanos; voces jóvenes y adultas, de hombres y mujeres; retumbaron en la ciudad. Pero no en el resto del país (y peor aún en las instituciones del Estado ecuatoriano).
Pese a haber sido invitados, tanto autoridades ministeriales como mandos medios regionales, no asistieron a la convocatoria (muchos de ellos, siempre preocupados por redes sociales pero que jamás podrán encontrar una dirección en cualquier poblado fronterizo). Los medios de comunicación de cobertura nacional, tampoco se hicieron eco de esta noticia. A duras penas, algunos publicaron fotos de las redes sociales de las organizaciones convocadas en la caminata y en espacios totalmente secundarios.
El grito público, fuerte y notorio de San Lorenzo; los gritos cotidianos de las poblaciones en toda la frontera; los silencios de las y los ausentes y violentados en sus derechos; deben convertirse en el dinamizador de propuestas para una frontera viva, desde la perspectiva de la paz, el desarrollo y los derechos humanos.
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