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27 de Enero del 2020
Ideas
Lectura: 7 minutos
27 de Enero del 2020
Rodrigo Tenorio Ambrossi

Doctor en Psicología Clínica, licenciado en filosofía y escritor.

"Déjense asesinar, defenderse es un crimen": Bachelet
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Señora Bachelet, nos ha decepcionado, no solo a nosotros sino a toda nuestra América. Tal vez ni siquiera se informó de que, mientras redactaba su informe en contra de los poderes estatuidos en Ecuador, en su propio país se replicaba con más saña un proceso similar de violencia inaudita de ciudadanos ebrios de violencia.

O padece de una grave enfermedad que le impide ver la realidad o, algo peor, Bachelet se ha propuesto alterarla adecuándola a un nuevo y muy personal sistema interpretativo. Desde este lugar, para la Alta Comisionada de Derechos Humanos, en octubre último, en Quito, lo más evidente y condenable fue la furiosa intervención de las fuerzas del orden que atentó en contra de los derechos de ciudadanos libres que pacíficamente salieron a las calles a protestar y reclamar. 

Esos grupos urbanos y campesinos lo único que hicieron fue recorrer las calles de la capital con cánticos y proclamas profundamente democráticas. Nada subido de tono. Nada de amenazas. Nada de: a ese patojo hay que botarlo. Quizás la más pacífica de todas las manifestaciones sociales e indígenas de los últimos veinte años. Se trataba tan solo de lograr que un gobierno, ancestralmente sordo e incompetente, escuche la voz del pueblo pacífico y atienda su rechazo al alza de los combustibles. Eso era todo y nada más. 

Según Bachelet, de pronto, la policía se enfrenta con sus toletes y pistolas a esos indefensos manifestantes. Los ataca con la exuberancia de su característica violencia: gases lacrimógenos y armas que disparaban a mansalva a pacíficos ciudadanos que, con las justas, consiguen por ahí una piedra o un palo para defenderse de semejante y desigual acometida. 

¿Sobre qué base documental usted, señora Bachelet, elaboró su informe? Parecería que no se dio el trabajo de ir a las fuentes, tal como corresponde a quien pretende elaborar un informe honesto, verídico, confiable. 

Señora Bachelet, nos ha decepcionado, no solo a nosotros sino a toda nuestra América. Tal vez ni siquiera se informó de que, mientras redactaba su informe en contra de los poderes estatuidos en Ecuador, en su propio país se replicaba con más saña un proceso similar de violencia inaudita de ciudadanos ebrios de violencia. Con el mismo espíritu y con idénticas consignas que en Quito, en Santiago destruyeron todo lo que pudieron. ¿Sí se enteró lo que hicieron con el metro de Santiago? ¿Y ase informó sobre Colombia?

¿Se enteró, señora Bachelet, de cómo quedó Quito, cómo se incendió el edificio de la Fiscalía, cómo se incineraron documentos judiciales previamente seleccionados? ¿Supo cómo esos inocentes y pacíficos protestantes destruyeron bienes sagrados de nuestra ciudad, patrimonio cultural de la humanidad? ¿De cómo atacaron con armas a la policía, cómo la vejaron e hirieron? 

Usted, señora Bachelet, pertenece al grupo de políticos que hablan sin cesar de las manos limpias y los corazones ardientes, del amor a la patria y a sus ciudadanos. Pese a que pretende no saber nada de nada, se permite enviarnos un informe en el que el culpable de todo es el ejecutivo, el gobierno al que pacíficos ciudadanos se propusieron derrocar.

Señora Bachelet, nos ha decepcionado, no solo a nosotros sino a toda nuestra América. Tal vez ni siquiera se informó de que, mientras redactaba su informe en contra de los poderes estatuidos en Ecuador, en su propio país se replicaba con más saña un proceso similar de violencia.

Parecería que usted, expresidenta, no quiere saber nada de lo que en verdad aconteció entre nosotros. Como si no se hubiese enterado lo suficiente de ese plus de violencia destinada a desestabilizar el gobierno para imponer dictaduras democráticas. Pinochet o Maduro dan lo mismo, como Morales o Correa. 

Resulta casi incomprensible que Bachelet no se haya enterado que hubo secuestro de policías y periodistas en la Casa de la Cultura. Que ahí se habló claramente de tomarse el poder y de asesinar a sus rehenes. Tampoco ha tenido noticia de que los manifestantes utilizaron armas de alto calibre. Tampoco le ha interesado saber cuál fue el origen de esas armas ni cómo ni en dónde se elaboraron, por, ejemplo los escudos con los que se protegían. Todo fue muy bien planificado, señora Bachelet. A usted no le cae bien el papel de ingenua. 

Una manifestación pacífica no incendia retenes policiales ni canales de televisión ni incinera documentos propositivamente seleccionados de la Fiscalía General del Estado. Para Bachelet, ante los crímenes, la policía debía quedarse de brazos cruzados, fuera de la escena u ofrecerse como chivo expiatorio. Porque si intervenía, atentaba en contra de los derechos de los criminales. 

Para elaborar un informe situacional, primero es indispensable acudir a las fuentes originales y a informantes calificados. Es decir, investigar. Parecería que usted, señora Bachelet, dio la espalda a este indispensable proceso. Parecería que acudió tan solo a fuentes secundarias poco confiables, tal vez habló con los amigos de su amigo, Rafael Correa, especialista en sacar buen provecho del caos social que, parecería, el mismo patrocina. 

En octubre, señora Bachelet, hubo expresiones de extrema e inusitada violencia en ciertos grupos preparados para sembrar el caos y provocar la caída del régimen democrático. Se aplicó un modelo de protesta que sería luego replicado en Colombia y Chile. En su criterio, en Santiago, los carabineros debieron cruzarse de brazos y dejar que los extremistas destruyan el país. 

Y usted, bien sabe de eso, señora Bachelet, es amargo ejercicio defender los derechos y la libertad. Usted sabe bien que en Caracas, Cuba y Bélgica se construyen los modelos para dar al traste con nuestras democracias. Recientemente, al posesionarse, usted dijo: “Sé que las víctimas, que los defensores de los derechos humanos están esperando apoyo de mí, y haré mis mayores esfuerzos para estar ahí cuando me necesiten”. Los defensores de la democracia la necesitan. Por ende, carece de sentido que se proponga defender a los que atentan contra ella.

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