
Cortar las guías al águila. Eso intentó el correísmo para callar a la prensa. Y no es gratuito para los populistas que subsisten en ese torpe movimiento político que trata de ponerle límites al actual Presidente de la República.
Un periodista es un vigilante, un analista, un sagaz cazador de asuntos relevantes. Muchas veces un temerario que juega a tensar los cables que sostienen un Estado. Muchos mueren como los colegas colombianos y mexicanos. Otros son secuestrados como en Oriente Medio. Otros encausados en los tribunales e insultados como están habituados en Ecuador.
Pero no han abandonado su trabajo. Hay un grupo que no ha vendido ni una sola de sus letras, ni una sola de sus imágenes captadas con sus lentes y cámaras, ni uno solo de los trazos de sus caricaturas. Cueste lo que cueste. Malestar familiar, de sus colegas, de las instituciones a las que deben responder. Otros han preferido dar un paso al costado para no provocar más consecuencias, como lo hizo Emilio Palacio quien trabajaba en diario El Universo.
El correísmo entendió muy bien el poder de la prensa en una democracia. Los periodistas, con un trabajo honesto, prolijo e interesado en el futuro de sus países, pueden cambiar la realidad de una nación y son un soporte de la moral. La mayoría de veces con solo unir hechos, analizarlos y no ser simples repetidores de las mentiras de la política populista, consiguen abrir los ojos a miles.
Eso lo saben bien los Aps y por ello manipularon a los votantes con simples sofismas para hacernos quedar como los sabelotodo, los dueños de la libertad de expresión, como los traidores a la Patria, como los mentirosos de turno, quienes se empuercan con el dinero de una paga. Escribanos a sueldo. Y algunos de los rezagados de la torpeza política que dominó el país una década, continúan cacareando esos argumentos que se hunden.
Quisieron cortarnos las guías para que nos estrellemos. Mencionarnos en sabatinas para denostarnos, para exponernos, para que nuestras familias sufran. Para que pensemos en claudicar. Atacaron a dueños de medios, coaccionaron a empresas para que dejen de pautar publicidad, cooptaron a muchos, lanzaron a los perros de las entidades de control para revisar hasta la última cifra. Elevaron impuestos al papel. Hicieron impagables las nóminas. Obligaron a muchos a ser emprendedores y periodistas a la vez. De todo intentaron. César Ricaurte y muchos otros, defendieron a estos caídos en desgracia. Lo siguen haciendo.
El presidente Lenín Moreno prometió nueva relación con la prensa. Se reunió con parte de esos vejados. Hay una foto que sacó ronchas en los correístas. Estaban junto a Lenín, Gonzalo Rosero, Diego Oquendo, por ejemplo, que eran los más repugnantes enemigos para Correa. Ahora Fernando Larenas y Hernán Ramos están al frente de los contenidos de los medios públicos. Ambos críticos del régimen anterior.
Hay cinco periodistas que considero maestros vivos del oficio, y son amigos y defensores de las libertades. Lolo Echeverría, Juan Carlos Calderón, José Hernández, Arturo Torres y Hernán Ramos. Todos se han enfrentado al poder con sus prolijos trabajos periodísticos. Y no una sino varias veces. No están ilesos. Ramos se la jugará de nuevo por un mejor periodismo desde lo público, lo apuesto. Ahora lo veo a él tal como me observó en mis años de formación, con una visión crítica y con mucha expectativa.
Ojalá Lenín no quiera mantener de aliados a los más críticos… ojalá no se equivoque. Los periodistas no somos amigos del poder. No le rendimos pleitesía. No debe volver a intentar cortar las guías del águila. Debe dejarla volar.
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