
PhD. Sociólogo. Catedratico universitario y autor de numerosos estudios políticos.
En un país convulsionado por múltiples alteraciones del orden público, ¿es posible el desarrollo democrático?, se preguntaba Alfredo Pareja Diezcanseco en 1956, y se respondía sí: “hay desarrollo democrático en nuestros países, por sobre las muchas revoluciones de nuestra historia. Y acaso debido a ellas”.
El trastorno social, derivado del llamado paro indígena, podría también ser parte de ese singular desarrollo democrático registrado por el Ecuador. Desde luego que dicho alzamiento le plantea serios desafíos a la democracia ecuatoriana, aunque no logró deslumbrar. El régimen constitucional sigue vigente, con características igualmente sui géneris.
Tanto el Gobierno como el levantamiento indígena se desenvolvieron al filo de la legalidad y pusieron límites a sus posiciones y demandas. No obstante las amenazas de un golpe de estado, éste abortó en la Asamblea y en las calles.
Según Pareja, en países de gran población india, la conquista y la colonización adquieren la forma “de un tremendo choque psíquico.” Indio y español encarnan “dos negaciones rotundas”, “incompatibles con la creación de un espíritu nacional nuevo”. Y sin embargo el país no se ha deshecho y la democracia ha podido sobrevivir y, acaso, desarrollarse.
El que ambas partes se sienten en mesas de diálogo revela la existencia de una voluntad común de construir acuerdos que terminan fortaleciendo a la democracia. Esto, por cierto, es un revés para los grupos violentos que sueñan con reeditar la nefasta experiencia de Abimael Guzmán en el Perú. Afortunadamente en Ecuador, ese modelo de inspiración maoísta no prosperó. Aun el Partido Comunista Marxista Leninista ecuatoriano descartó esa vía y optó por la democracia al conformar el Movimiento Popular Democrático (MPD)
Desde la perspectiva del “acaso”, cabría una lectura menos apocalíptica de los sucesos atrabiliarios de junio. Se podría quizá admitir que la población indígena logró poner en la agenda gubernamental la cuestión social. El Gobierno ha acogido esta demanda, lo cual será tratado en las mesas de diálogo. Esta actitud del presidente Lasso abre las puertas para un debate sobre la orientación económica compatible con las demandas sociales. La comprensión de esta conexión no basta para alcanzar resultados satisfactorios. La economía no puede ignorar la política. Y ésta no se define en términos bélicos. El logos desplazó a la violencia.
Pero también ello exige un entendimiento más adecuado de la relación entre conocimiento y experiencia. Al presidente se le cuestiona por los dos flancos. Su equipo de gobierno está integrado por profesionales que carecen de experiencia política y de conocimientos sobre el Estado y la gestión pública. ¿En qué medida esto impidió un mejor manejo del estallido social?
El movimiento indígena enfrenta dos alternativas: la de un liderazgo personal de Leonidas Iza, convertido en la figura central del paro de 18 días, en la perspectiva de un populismo indigenista con ribetes revolucionarios, y la de un liderazgo orgánico en la CONAIE que consolide la democracia comunitaria en consonancia con la institucionalidad vigente en el país.
A pesar de la crisis institucional, la Asamblea no dio paso a la moción de destitución del presidente de la República por la “conmoción interna” que a todas luces fue planificada por los instigadores de la asonada indígena. La derrota de la moción planteada por UNES muestra la importancia de alianzas estratégicas que sí requieren de pericia política para que funcionen y perduren. En la agenda de UNES está la captación de la dirección de la Asamblea con vistas al apoderamiento del Consejo de Participación Ciudadana para la designación de funcionarios adictos al correísmo en los organismos de control del estado. La posición asumida por dos partidos no gobiernistas -el Partido Social Cristiano y la Izquierda Democrática- revela la posibilidad de alianzas tácticas para acordar una agenda legislativa no gobiernista pero sí concordante con la defensa de la institucionalidad democrática.
El movimiento indígena enfrenta dos alternativas: la de un liderazgo personal de Leonidas Iza, convertido en la figura central del paro de 18 días, en la perspectiva de un populismo indigenista con ribetes revolucionarios, y la de un liderazgo orgánico en la CONAIE que consolide la democracia comunitaria en consonancia con la institucionalidad vigente en el país.
El Gobierno, por su parte, ha introducido cambios en su gabinete. El presidente ha aclarado que ello no obedece a factores coyunturales, sino a una planificación del gobierno por etapas. Se declaró crítico de los expertos que le reprochan por carecer de operadores políticos y de experiencia en el manejo político. Los entendidos, señaló, ya tuvieron su oportunidad y percibieron remuneraciones del estado. Hoy es momento de los ingenuos que no hemos caído en la entrega de hospitales para canjearlos con votos en la Asamblea. Una vez logrado el ordenamiento de las finanzas públicas, encara un segundo momento en el que el campo se pondrá como su más alta prioridad.
La posición del presidente Lasso adolece de una falta de juicio autocrítico de su gestión. Voces autorizadas, no necesariamente anti gobiernistas, le han sugerido tomar en cuenta a personas con conocimiento y experiencia en las distintas carteras de Estado. No cabe que se encierre en un círculo estrecho de colaboradores leales al presidente, pero sí ingenuos frente a la complejidad del manejo político y gubernamental.
Están pues en juego, la democracia y su desarrollo en condiciones no similares a la de los países llamados adelantados, con otra estructura económica, social y cultural. Y aceptar, como nos recomienda Pareja, que la nuestra es una “historia a sobresaltos” por las frustraciones sufridas luego de cada ensayo revolucionario.
La reparación histórica a las injusticias contra la población indígena, según este prestigioso intelectual, no debe desembocar en “la vuelta a la asimilación de factores de la vieja cultura india”. Este tema exige una reflexión profunda. La integración nacional concierne no sólo a los indios. La propuesta de Jaime Nebot es una expresión de una tendencia secesionista que también amenaza la unidad nacional, lograda a través de arduos trajinares históricos.
El momento que está viviendo el país vuelve a dar la razón al penetrante recorrido por nuestra historia que Leopoldo Benites Vinueza realizó en 1946 en su libro Ecuador: drama y paradoja, escrito poco después de que el Ecuador sufriera una mutilación de su heredad territorial en 1942. Los grandes contrastes de la existencia nacional en la geografía, la economía, la cultura y la política que Benites grafica casi poéticamente, son su mayor problema… pero también su mayor riqueza.
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