
La normalidad es un camino pavimentado: es cómodo para caminar, pero no crecen flores en él. Vincent van Gogh
El momento que iniciamos la modernidad y creímos que la naturaleza era un objeto cuantificable y explotable como lo escribió Francis Bacon hace 400 años en El nuevo órgano, desde allí iniciamos una guerra frenética contra nosotros mismos. Yuval Noah Harari cuantifica nuestro paso por el mundo: 7000 millones de humanos que junto a sus animales domésticos pesan 1000 millones de toneladas frente a 100 millones de toneladas que pesan todas las criaturas salvajes (ballenas, elefantes, pájaros). Las cifras anteriores reflejan algo demasiado real y triste: la construcción de nuestra modernidad de tipo extractivista creó un sistema mundo basado en el ecocidio.
Enrique Dussel, fundador de la filosofía de la liberación, respecto a la pandemia ha dicho que el ser humano lanzó un boomerang al medio ambiente. Hoy todos los inventos que creamos, desde Bacon hasta Einstein, siempre impulsados por el principio de ganancia se revirtieron en nuestra contra. Aparece un virus al que no podemos controlar y que nos ubica en uno de los momentos más dramáticos de nuestra historia.
Dussel es más radical: “estamos frente a una encrucijada ética ¿la Bolsa (Wall Street) o la vida?, si elegimos el capital, los bonos y acciones de la bolsa nos estaríamos suicidando como especie.”
Siguiendo la propuesta de Dussel: “el incremento de la tasa de ganancia es contrario al principio de la vida, por ello la salud de un pueblo no da ganancia inmediata, el capital privado no invierte allí porque no hay ganancia.” Y es cierto, si ustedes intentan tratar un caso de la COVID-19 en una clínica privada les van a decir que ésos casos solamente se tratan en hospitales públicos. Las cuestiones vitales deben ser tratadas por el Estado al que todo el tiempo los mass media lo estigmatizan. Nuestra modernidad al apostar por el incremento de ganancias fue deshumanizándose o enajenándose hasta el punto de despreciar a los científicos que veían en el calentamiento global un peligro latente para todas las especies por las mutaciones en bacterias y virus.
¿De qué sirvieron las loas del FMI que dijo hace dos meses que Ecuador era una de las tres naciones de la región mejor preparadas para enfrentar al coronavirus?
Donald Trump minimizó al virus, dijo que era una gripe más. Hoy Estados Unidos tiene un millón y medio de contagios, la tercera parte de los contagios en el mundo y 100 000 fallecidos. Otto Sonnenholzner, hace tres meses, dijo que estábamos preparados para enfrentar a cualquier virus, hoy según Financial Times tenemos 10 000 fallecidos, y Guayas es la región con más alta letalidad de COVID-19 en el mundo. Costa Rica tiene una inversión del 6,5% respecto al PIB en salud (el doble que la de Ecuador) y tiene sólo 10 víctimas. ¿De qué sirvieron las loas del FMI que dijo hace dos meses que Ecuador era una de las tres naciones de la región mejor preparadas para enfrentar al coronavirus?
Walter Benjamin escribió: “la revolución no consiste en echarle más carbón a la locomotora de la historia sino en echar el freno de mano.” Si no paramos la máquina y cambiamos de objetivos no habremos aprendido nada de esta experiencia extrema, llegó la hora de dar un giro copernicano y dejar de pensar en mercancías suntuarias, invertir en salud y educación, no en bonos. Para Aristóteles el sentido de la vida estaba en encontrar “eudaimonía”, la felicidad, que no era un estado fijo, sino en una búsqueda diaria.
Un New Green deal es urgente, la ecología no puede ser vista como una ciencia decorativa, el desarrollo sostenible es urgente. Greta Thumberg no es una adolescente malcriada que desafía gobernantes. Los mayores responsables del cambio climático son los líderes mundiales de las grandes potencias, aquellos que nunca se tomaron el tema del calentamiento global como algo serio. La Pacha Mama le dijo al ser humano memento mori y el ser humano como especie tiene una de las últimas oportunidades para no extinguirse, porque definitivamente no somos imprescindibles para el planeta. La COVID-19 ha marcado claramente la cancha a una especie enajenada por mercancías. Es indispensable un cambio de visión de futuro para sobrevivir, ésto no se soluciona con una vacuna. Nuestro ethos destructivo tiene que ser superado por nuestra capacidad lúdica para vivir mejor, consumiendo menos, cada vez menos.
Noha Harari en De animales a dioses plantea que: “Según la teoría del gen egoísta, la selección natural hace que las personas, como los demás organismos, elijan lo que es bueno para la reproducción de sus genes, aunque sea malo para ellos como individuos.” Lo interesante es que como especie somos capaces de crear y disfrutar una novela como La peste, de Albert Camus, y entendemos que su valor no tiene precio, al igual que respirar aire límpido mientras los delfines brincan despreocupados en un océano que poco a poco se descontamina. Aunque el genial Byung Chul Han plantea que el virus no va a realizar ninguna revolución, poseo algún tipo de confianza extraña en la grandeza del ser humano como criatura creadora de belleza y no de muerte.
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