
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
Será inevitable. Y no hay visos de que se lo pueda controlar adecuadamente. El próximo proceso electoral no solo será inédito en nuestra historia, sino que tendrá elementos de desorden imprevisibles. Veamos.
Hasta la fecha no hay la más mínima certeza sobre la evolución de la pandemia del Covid-19. Los pronósticos se han ido desmoronando a medida que el bicho ha evidenciado una conducta completamente anómala. Ya ingresamos al quinto mes de restricciones y todavía no superamos la fase del semáforo amarillo.
En esas condiciones, ¿cómo se puede programar un proceso que requiere de una presencialidad y una movilidad importantes? Solo basta pensar en la inscripción de las candidaturas para entender la magnitud del problema. ¿Está el sistema preparado para recibir una avalancha de grupos sin poner en riesgo las medidas de distanciamiento sanitario? Y si volviera una nueva ola de contagios, ¿es posible garantizar esta parte del proceso en medio de las restricciones que seguramente se impondrán?
Si a esta dificultad añadimos los demás componentes del proceso electoral, la situación se complica.
La crisis del sistema de representación puede alcanzar niveles de descomposición aún mayores que los que experimentamos antes de 2006. Con la diferencia de que ahora no existen condiciones para una salida populista porque, simplemente, se acabó la plata.
Pensemos por un momento en la realización de las primarias. Conozco de asambleas virtuales de agrupaciones políticas que han quedado precisamente en eso: virtuales. Es decir, probables, supuestas, sobreentendidas. Porque, en la práctica, resulta imposible manejar desde un software informático una reunión masiva que garantice una participación medianamente amplia de los asistentes. Peor aún con las deficiencias tecnológicas de las que todavía adolece nuestro país. Al final, muchos de estos eventos terminan convertidos en una convención de zombis.
Ni qué pensar del día de los escrutinios. ¿Cómo se manejarán las aglomeraciones de votantes, funcionarios del Consejo Nacional Electoral, militares y vendedores ambulantes en los recintos electorales? Los llamados al disciplinamiento responsable no han funcionado hasta ahora, y no tienen por qué hacerlo a futuro.
Toca suponer que las autoridades electorales están al tanto de estos y de los demás detalles que se presentarán durante las elecciones. Sería bueno que hicieran públicos los escenarios que manejan y las alternativas que barajan, porque lo que está sobre el tapete es la amenaza de un despelote lectoral mucho mayor que los acostumbrados. Y la crisis que se avecina no da para más sustos.
En efecto, si al deterioro de la economía le sazonamos con un proceso electoral caótico, el resultado puede ser catastrófico. La crisis del sistema de representación puede alcanzar niveles de descomposición aún mayores que los que experimentamos antes de 2006. Con la diferencia de que ahora no existen condiciones para una salida populista porque, simplemente, se acabó la plata.
[PANAL DE IDEAS]
[RELA CIONA DAS]



NUBE DE ETIQUETAS
[CO MEN TA RIOS]
[LEA TAM BIÉN]




[MÁS LEÍ DAS]


